El valor de las virtudes humanas. La Perseverancia
16.- Perseverancia
Es el hábito de mantenerse firme en una acción, actitud u opinión que conduce al bien, a pesar de que la consecución del objetivo se alargue en el tiempo o se encarezca en la cantidad de recursos.
Es prácticamente la forma de engrandecimiento de la FORTALEZA, ya que perseverar en la virtud es lo que hace a los espíritus fuertes y es en sí la virtud necesaria para adquirir otras virtudes o desarraigar los vicios.
Comisión de la Longitud
El increíble desarrollo tecnológico nos ha permitido hoy en día establecer nuestra ubicación en el globo terráqueo (Latitud Norte-Sur y Longitud Este-Oeste) con sólo consultarlo en el teléfono móvil.
Pero no siempre fue así, pues realmente desde mediados del siglo XVIII hasta finales del siglo XX, con la puesta en órbita de los sistemas satelitales de posicionamiento global, el cálculo de la “Longitud” se realizó mediante un método ideado por un humilde carpintero inglés.
Para apreciar la grandeza de este invento, tenemos que ubicarnos en los siglos XVI y XVII con la navegación a vela, en la que un enorme barco se movía impulsado por el viento, pero también arrastrado por las corrientes, de tal manera que no era nada fácil cambiar el rumbo de una embarcación con viento y corrientes arrastrándolo donde no quería ir, pudiendo quedar varado en un banco de arena o deshecho en un arrecife.
El posicionamiento global se hizo realmente necesario cuando los viajes en barco dejaron de ser costeros para convertirse en transoceánicos, siendo el primero formalmente registrado y documentado el realizado por Cristóbal Colón a América en 1492.
La “Latitud” fue calculada con relativa facilidad porque está basada en decenas de siglos de observación de los cielos y complejos sistemas de cálculo matemático desarrollados por los astrónomos, sí como la “brújula” y la invención de geniales aparatos de medición como el “Sextante” y el “Octante”. El cálculo de la Latitud ya estaba dominado en los años 1500 y 1600.
Pero la Longitud era cosa aparte y su desconocimiento causaba catastróficos naufragios o muertes de sed y hambre simplemente por no saber cuál era la ruta más corta a tierra firme, si al Este o al Oeste.
Esta situación motivó a la reina Ana de Inglaterra a forzar al parlamento inglés a crear en 1714 un premio de decenas de miles de libras esterlinas a quien resolviera el problema de la Longitud, y para ello se creó una comisión formada por los más reconocidos astrónomos de Inglaterra –Halley entre ellos–, quienes tendrían la facultad de otorgar el premio al invento que satisficiera los estrictos requisitos de precisión que imponía la Marina Real.
El jugoso premio prometido atrajo a un sinnúmero de aficionados inventores que proponían métodos locos, extraños e irrealizables, pero también atrajo a astrónomos que proponían complicados sistemas que incluían la precesión de los equinoccios, el cálculo de las calendas, y varios más, porque estaban centrados en fijar la longitud viendo los astros desde la Tierra.
El Sr. John Harrison era un carpintero muy bueno (hasta construía relojes), era astrónomo aficionado muy bueno y además era aficionado muy bueno al álgebra, la geometría y la trigonometría. Él tuvo la visión de medir la Longitud viendo la tierra desde los astros. Se fue a enterar del premio a principios de la década de los 1730 y tuvo el razonamiento de que en cualquier lugar del globo podía observar el mediodía, o sea, las 12:00 horas, y si conocía la hora exacta de Londres (meridiano 0°:00’:00’’), se podía calcular exactamente la Longitud del punto donde se encontraba.
El primer problema era que no se podía tener un reloj de precisión en un barco porque el oleaje distorsionaría el péndulo, así es que el primer desafío era un reloj que no tuviera péndulo y soportara el oleaje. Tras cinco años de diseño y ejecución, el reloj (H1) fue presentado a la comisión científica de la Longitud y le asignó una prueba en una embarcación que hacía la ruta Londres-Lisboa. Este reloj demostró que con giros bruscos de navegación perdía precisión, por lo que Harrison pidió un plazo para mejorarlo; y en 1741 presentó el segundo reloj (H2), pero el mismo Harrison pidió que no se probara, pues podía mejorar más su precisión.
Después de casi 20 años, en 1760 John Harrison se presentó ante la comisión de la Longitud con dos nuevos modelos, el H3 y el H4, siendo éste último un formal reloj de cuerda, pues la ciencia de la relojería ya había avanzado y se tenían relojes portátiles con las técnicas que Harrison había desarrollado para tener relojes sin péndulo. Estos relojes fueron probados por su hijo William con excelentes resultados en 1760 en una expedición trasatlántica a Jamaica. Pero la comisión de la Longitud (científicos) no podía admitir que un “don nadie” carpintero les hubiera ganado. Así es que empezaron a exigir más de lo que el decreto original preveía y le pidieron otra prueba, ahora a Barbados, que también resultó un éxito.
No había forma que los científicos de la comisión de la Longitud aceptaran su fracaso a manos de un carpintero, así es que William Harrison acudió al Rey Jorge III, y en el palacio real se realizó con todo éxito la prueba con el mejorado reloj H5 y fue el mismo Rey de Inglaterra quien ordenó al parlamento en 1773 que se le concediera el premio.
Naturalmente que desde 1760 los marinos ingleses llevaban a escondidas un buen reloj (no tan bueno como el de los Harrison) que les permitiera calcular la Longitud, aun cuando ésta no fuera con tanta precisión, pero que servía lo suficiente para salvar la vida.
En resumen, la perseverancia de John Harrison derrotó la estúpida soberbia de los científicos.
La comisión de la Longitud NUNCA otorgó el premio para lo cual había sido creada.
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