Reflexiones mínimas en torno a una pandemia (IV)
Cuando se insiste tanto en que la Solidaridad es imprescindible para atenuar la propagación de la pandemia, en realidad se nos exhorta a no perder de vista que la ayuda a los otros debe hacerse cultura, debe impregnar a todo ser humano porque todos somos herederos y dueños del mundo que habitamos. Es nuestra casa común.
Pero, ¿a qué tipo de solidaridad se refieren? Me parece que existen varios conceptos, de los cuales al menos tres se aplican particularmente a la actual contingencia.
1) La primera idea originaria es de raigambre humanista según la cual solidaridad significa cultivo del hombre, aplicarse uno mismo para dar lo mejor de sí a los otros. “Vale más dar que recibir”, dice el refrán. Según ésta apreciación el dar supone recibir, porque si todos dan es más fácil que todos reciban. De esta manera se ilumina la relacionalidad humana porque se deja ver con mayor claridad que solos no podemos, que todos necesitamos de todos.
2) Luego, sobre todo desde las últimas décadas del siglo pasado, se abrió paso un concepto de solidaridad un tanto etnológico o cívico como respuesta a diversos grupos humanos autopercibidos como desprovistos del derecho humano a la libertad, patrimonio natural y a la vez común.
3) De los inicios del tercer milenio a la fecha está surgiendo también otro concepto: el de la solidaridad como elemento imprescindible en la Escala de Valores. Si se trata de ser plenamente humano y solidario pienso que puede serlo únicamente quien tiene una idea verdadera del hombre.
Yo creo que la idea auténtica del hombre es la que tiene Dios sobre el hombre, no la que tiene el hombre sobre el hombre. En este sentido, Pascal expresa con su filosofía amable cómo es el hombre que hizo Dios: “El hombre sólo es una caña, lo más frágil de la naturaleza; pero una caña que piensa. No es preciso que el universo entero se arme para destruirlo: un vapor, una gota de agua bastan para matarlo”.
Somos frágiles, vivimos en un bosque oscuro en donde tropezamos –como ahora– con rincones y situaciones nunca antes vistas. Así es la condición humana. Es el retrato más rudo y brutal que presenciamos y del cual nadie puede asegurar que saldrá indemne. No está de más recordar que los sucesos realmente significativos para el hombre, los eventos que nos tocan de manera profunda y radical, no se demuestran con razonamientos, sino que se deben sentir.
Empatía con los otros significa sentir-con los otros. Solidaridad es el valor humano que ahora se necesita. Pascal lo expresó de manera brillante: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”, que no es en el fondo otra cosa que una apuesta íntima esperanzadora que reclama respuestas adecuadas.
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Rubén Elizondo Sánchez