México, el profeta y la “Revolución desde afuera”
Es cierto que ha venido creciendo en la ciudadanía cierta actitud adversa a López Obrador y la presión se registra en la guerra de encuestas. ¿Qué tanto éxito tendrá a la larga? ¿Pondrá en riesgo lo que Andrés Manuel logró en la elección presidencial?
De por sí, la convergencia entre la pandemia y la recesión global plantea un reto de buen calado, con mayor razón si consideramos que la economía mexicana ya venía mal desde 2019 y que el presidente no hizo caso de las voces que le pedían un cambio de rumbo, antes de que fuese demasiado tarde.
Hoy, las expectativas económicas y financieras no son buenas. Venimos arrastrando los efectos negativos de algunos proyectos de la 4T y las decisiones de AMLO, en lo que va del año, no han sido bien recibidas ni adentro ni afuera de México…
Si algo quedó claro, el fin de semana, fue que fallaron las previsiones del gobierno federal sobre la pandemia y han tenido que ir ajustando calendarios y medidas sanitarias, en coincidencia con lo que de antemano decían los verdaderos expertos nacionales e internacionales. Por eso, gobernadores y figuras importantes de la 4T han tenido que marcar distancia ante lo que podría ser un problema fuera de control. Vean lo que está pasando en la Ciudad de México y zona metropolitana, así como en Guerrero, sobre todo en la zona de Acapulco y en otros estados, donde el panorama del COVID-19 luce muy complicado…
Será muy difícil entrarle al juego de las “cortinas de humo” y demás distractores. En el mejor de los casos, tendría un efecto temporal y muy limitado, como se puede apreciar en la invitación de la OMS a López-Gatell: de inmediato se difundieron los datos del personal de Tedros Adhanom Ghebreyesus, que hacen dudar de la competencia de algunos de ellos…
Lo más curioso del asunto es que varios de los problemas que orbitan alrededor de Andrés Manuel, no fueron provocados por sus críticos o adversarios, sino por él mismo (golpe a las energías limpias, fideicomisos, obsesión con PEMEX y los proyectos de la 4T, etcétera). Falta ver cómo se pondrán las cosas cuando clarifique (si es que se puede clarificar) los alcances de los nuevos parámetros que medirán los avances en la economía del país. Los indicadores equiparables a la “felicidad” ciudadana no son claves para atraer inversiones. Asimismo, los acuerdos sellados en el marco internacional tienen al PIB entres sus variables más importantes. ¿Qué van a hacer en la Secretaría de Hacienda y en Banxico? ¿Van a desechar el PIB y los indicadores que no le gusten al presidente? Según la última estimación de J.P. Morgan, se espera una caída del 40% del PIB para el segundo trimestre. Es evidente que la ruta que está siguiendo Andrés Manuel mete en serias dificultades a su propio gabinete y a otras instancias federales…
Súmenle el fracaso de la estrategia de seguridad y el haber recurrido a las Fuerzas Armadas, cuando fue de lo que más criticó el presidente sobre los gobiernos de Calderón y Peña Nieto. Los índices de violencia delictiva y delitos contra las mujeres aumentaron de manera sustancial, y negarlos fue un verdadero disparate…
Pero, en el mesianismo populista, el escenario de colapso da paso a la radicalización ideológica y “mística” de corte mundano y ahora no es la excepción…
El garantismo milenarista
Es falso e ilusorio el creer que un populista pretende “resolver” una situación de crisis, cuando se le presente o la genere por su necedad. Por el contrario, busca la crisis y procura llevar a las instituciones más allá de sus límites. Quiere destruir un mundo para crear otro. En cierto sentido, es un enajenado y, a la vez, no. Sigue un plan deliberadamente trazado y recién han ocurrido cosas que es importante sopesar debidamente…
El primer punto es la columna del miércoles pasado de Epigmenio Ibarra, a la que tituló: “Los días que estremecen a México” (Milenio), en alusión al libro de John Reed (“Diez días que estremecieron al mundo”). Pero fue algo más que una paráfrasis. La cita de Reed, con la que empieza, ilustra: “Apresurémonos, amigos, a terminar la revolución; aquel que la prolongue demasiado no cosechará los frutos”…
Las cosas están claras: por la pandemia, la recesión, la visión obsoleta de López Obrador o por las ocurrencias de sus partidarios, la 4T fracasó como proyecto de gobierno. El objetivo del presidente ya no es “gobernar”, sino “apresurar”, “acelerar”, la revolución y el lenguaje de Epigmenio igualmente se torna mesiánico: han comenzado los días de la “transformación radical”, que “estremecen y estremecerán aún más a México y al mundo” (atención con lo que eso podría significar). Haciendo referencia a una entrevista que falta de publicarse completa, Ibarra consigna una respuesta de Andrés Manuel: “El objetivo de una revolución es la transformación” y se quiere pasar del “Estado gestor de oportunidades del neoliberalismo a un Estado garante de derechos que son innatos al individuo y al colectivo”, y, acto seguido, el discurso se vuelca contra los “señores del capital”, medios de comunicación, columnistas y todo aquel que disienta…
La pregunta final la hace el propio presidente: “¿Qué hacer con los ricos?”, cuya respuesta gravita en silencio, mientras mira fijamente a la cámara…
Si hemos de hacer caso a Luigi Ferrajoli, creador de las tesis del garantismo, se trata de un sistema de “bondades” impuesto al poder Estado, para garantizar los derechos de los ciudadanos (por eso, la 4T insiste en introducir en la Constitución tal o cual reforma o ley). Asimismo, se distingue entre “Derecho válido” (deber ser) y “Derecho efectivo” (ser), que apunta al imperio de lo segundo (atención con lo que eso implica). Además, el Estado y la ley requieren de una justificación ético-política (externa: moralidad y justicia) y no sólo la justificación legal (interna: Derecho y validez). Del mismo modo, deberá prevalecer la justificación “externa”…
El objetivo de AMLO es una revolución “desde afuera”: desde afuera del marco constitucional, desde afuera de la democracia, desde afuera de la economía y así por el estilo. Es la voluntad de poder, la suya y de nadie más. No le importa el que, al acelerar la crisis, aumente sustancialmente el número de pobres, ni el sufrimiento que conlleve (así se entiende mejor: la pandemia “nos vino como anillo al dedo”, pues será la que destruya a ese mundo que no le gusta, evadiendo él toda responsabilidad. Por eso no desea “rescatar” a nadie). En paralelo, construye un sistema garantista para “atrapar” y “convertir” esa pobreza en votos y hacerse con una “guardia pretoriana”…
¿Piensan que exagero? Luego de publicar su columna en El País (“¿En el punto de no retorno?”), en donde Jorge Zepeda Patterson afirmó que AMLO “no ha traicionado sus banderas, pero en más de un sentido se ha traicionado a sí mismo” (al aceptar el culto a su personalidad), lo que le acercaría más a lo que fueron los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo (y a las dictaduras) que a los de Benito Juárez y Francisco I. Madero, publicó otra muy reveladora (Sin Embargo: 24-V-2020) en donde dice: “La derecha no parece darse cuenta de que el verdadero peligro para ellos no es AMLO sino la fuerza que lo llevó a Palacio Nacional” y nos recuerda los linchamientos, saqueos y hechos similares, producto de “la rabia y el resentimiento”, agregando que lo que representa López Obrador existe con o sin él, pero, sin él, “el riesgo de una explosión social está a la vista”…
Sistema garantista, de un lado, “guardias pretorianas” violentas, por el otro…
¿Es una amenaza hacia los que pugnan por echarlo antes de que termine su mandato? Lo pregunto porque Zepeda Patterson también habla de tender puentes entre bandos que parecen irreconciliables y de que partidarios y detractores cometen el mismo error: equiparar a AMLO con la fuerza social que lo encumbró (por eso, tratar de tirarlo o de sostenerlo equivale a una lucha a muerte). En lo personal, pienso que la caída de un presidente traería consecuencias para nuestra democracia, pero tampoco soy partidario de los amagos. Lo que el columnista no contempla es ¿qué pasaría si surgiese un líder opositor (o varios) a medio camino entre demócrata y populista, capaz de convertirse en un nuevo catalizador social y de realizar una verdadera transformación, para, luego, inmolar al propio poder presidencial en favor de una democracia más plena y justa? Sería el verdadero factor de riesgo para López Obrador y los más radicales de sus seguidores…
Mientras tanto, Andrés Manuel juega al profetismo. Quiere ser el heraldo de “un cielo nuevo y una nueva tierra”, ante un mundo que se derrumba y cuya caída desea acelerar. Sabe que, por los efectos del coronavirus, de la recesión y de sus propios desatinos, ya no le alcanza con su período de gobierno para el cambio que anhela y se encamina a implantar una dictadura. No se trata de una realidad trascendente sino de un “paraíso terrenal”, que llegará no mediante el esfuerzo de todos y de cada uno de los mexicanos sino de una revolución transformadora, de una “revolución desde afuera”, a cuya cabeza marchará el “profeta milenarista”…
Hasta entonces…
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Mayo 25, 2020, Año 4
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