A prueba, el pacto con el sistema
El pacto de impunidad entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y el viejo sistema priista está a prueba.
Cotidianamente, López Obrador encarna a la corrupción (la principal bandera de su gobierno) en la época de Carlos Salinas de Gortari y en el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa. Basta revisar sus declaraciones y seguir «las mañaneras» para corroborarlo.
Ese pacto tiene un registro público.
«¿Estaría dispuesto a perdonar y fumar la pipa de la paz con Carlos Salinas y Enrique Peña, entre otros políticos, incluyendo a algunos empresarios?», fue cuestionado en entrevista con el periódico Tabasco Hoy, en enero del 2018.
«Sí, sí. No es mi fuerte la venganza. Lo que importa es sacar adelante a México, eso es lo más importante, y pensar hacia adelante. No odio, no podría vivir con odios, soy muy feliz (…) Ponerme a ver desde el primer día cómo meter a la cárcel a personajes de la mafia del poder, no. No va a ser así, no necesitamos eso», respondió.
En el caso del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, la captura de Genaro García Luna por el gobierno estadounidense le ha dado elementos para mantener el tema vigente, para exponerlo como ejemplo de corrupción y pende sobre el futuro del ex presidente y su esposa con la fundación del partido México Libre.
Pero en el caso del priismo, el Presidente y su gobierno han sido cautos y no han dado resultados.
López Obrador ha sido consecuente con su discurso de no investigar el pasado; cada vez que ha sido necesario ha aclarado que las detenciones de personajes ligados al pasado son resultado de investigaciones en curso heredadas, pero no iniciadas en esta Administración.
Quizá el caso más emblemático sea el del abogado Juan Collado.
Pero ahora que personajes de ese pasado, como Emilio Lozoya y César Duarte, regresan a manos de la justicia mexicana, el pacto está a prueba.
La generación corrupta
Bajo la presidencia del panista Felipe Calderón el priismo fue recuperando espacios, gubernaturas, legislaturas locales, la federal y terminó entregando el poder a Enrique Peña Nieto.
Se autonombraban una nueva generación de priistas, que asumían su responsabilidad con el país. Eran Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de Mexico; Javier Duarte, de Veracruz; César Duarte, de Chihuahua; Roberto Borge, de Quintana Roo, y hasta se tomaban fotos con Carlos Salinas de Gortari.
Después aparecieron Aristóteles Sandoval, de Jalisco, y Roberto Sandoval, de Nayarit.
Esa generación y la anterior a ellos son muestra de la corrupción de ese sistema hegemónico, presidencialista, centralizado, vertical.
Los Duarte y Borge están en la cárcel por actos de corrupción, llanamente puede decirse por saqueo de las arcas públicas; Borge igual.
El caso de César Duarte es más emblemático pues su captura es producto de una investigación en la cual no sólo se exihibió el sistema con el que se robaban el dinero, sino cómo se lo daban al partido oficial para financiar sus campañas. Eso tiene en la mira a quien fuera el Presidente, Enrique Peña Nieto; a quien fuera dirigente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, y a otros más.
Uno de los operadores de ese caso ya fue asesinado en Morelos.
Detenido por narcotráfico en Estados Unidos está Tomás Yarringon, ex gobernador de Tamaulipas.
A Mario Villanueva Madrid, la secretaria de Gobernación lo sacó de la cárcel para llevarlo a continuar en prisión domiciliaria, sin que se informara completamente las causas de la intervención del gobierno en ese caso.
Pero la corrupción priista salta por todos lados, en el Caso Ayotzinapa parece que la captura de Tomás Zerón (de los pocos funcionarios a quien Peña Nieto le permitía tutearlo en reuniones formales) acusado de manipular el caso y desviarlo, así como el mal manejo de cientos de millones de pesos del ex procurador Jesús Murillo Karam.
En el Caso Ayotzinapa hubo una doble victimización: la desaparición de los 43 jóvenes normalistas y la manipulación de la investigación para encubrir algo o a alguien. La Verdad está en juego.
Y finalmente la extradición de Emilio Lozoya Austin, quien se supone negoció con la justicia mexicana impunidad a cambio de delatar la red de corrupción que habría alcanzado a Enrique Peña Nieto.
Pero el Presidente y las versiones publicadas señalan no al priismo, no a la auténtica mafia del poder, sino a… la oposición.
El Presidente necesita reforzar credibilidad ante el desgaste de un gobierno incapaz de ofrecer soluciones a la crisis económica, agravada por la pandemia y a la pandemia misma.
El Presidente necesita refozar credibilidad ante la pérdida de control de Morena, el partido oficial, en medio de demandas penales, incumplimiento de mandatos de la autoridad electoral y guerras entre sus grupos.
La verdadera mafia del poder está en sus manos, veremos si confirma el pacto de impunidad o lo rompe. Al tiempo.
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Mochila Política 128
Julio 16, 2020, Año 4
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