Chinda Brandolino y el Padre Pío de Pietrelcina
— Por Betty
Chinda Brandolino, de Argentina, es médico clínico, forense y legista con más de 40 años de experiencia y una de las voces más autorizadas del Movimiento “Salvemos las dos Vidas”. Su vocación Provida y la claridad de sus principios le vienen de la formación cristiana recibida de sus padres y de la breve relación de éstos con el Padre Pío de Pietrelcina, según nos relata Betty, una entusiasta seguidora de Chinda Brandolino.
Ayer (martes, 18 de agosto de 2020) vi un Zoom que le hicieron a Chinda Brandolino.
La doctora comentó una anécdota bellísima y muy triste de su infancia relacionada con su hermano y San Pío de Pietrelcina.
Chinda es la segundade siete hermanos. Su papá era médico y siempre lo ayudaba: él le hacía pasar las recetas en las fichas de sus pacientes desde que tenía 10 años.
Su papá era el único médico de la zona donde vivían. Él amaba asus pacientes y sus pacientes lo amaban.
Cuando Chinda tenía 12 años, al sexto de sus hermanos que tenía tres añitos le diagnosticaron leucemia mieloide aguda. Prácticamente no se conocía la enfermedad, no había nada que hacer.
Por esta razón, su papá y su mamá decidieron viajar a San Giovanni Rotondo, Italia, junto con el niño, para ver al Padre Pío y que éste lo sanara.
El Padre Pío les dijo que el niño no iba a curarse porque ésta era su misión en la vida. Esta enfermedad era por voluntad de Dios. El Padre Pío miró a la mamá de Chinda, le acarició la cabeza y le dijo: «Hija, voy a rezar por ti en este mundo y en el otro por tu resignación que no la tendrás jamás en esta vida». Y le dijo que moriría de tristeza.
A pesar de saber esto, los padres decidieron quedarse en Italia mientras su hijo estaba internado y recibiendo tratamientos allí mismo (mientras tanto, Chinda y sus hermanos eran cuidados por una institutriz en Argentina).
El tiempo que el papá de Chinda estuvo en Italia ayudó como médico en el hospital que fundó el Padre Pío (Casa Sollievo della Sofferenza).
El Padre Pío le regaló un pañuelo con la sangre de la llaga de su mano. Este pañuelo era colocado en el niño y le ayudó a mitigar sus terribles dolores. Finalmente, el hermanito de Chinda murió en 1967 con cuatro añitos.
Al mismo tiempo, ya los padres de Chinda se habían quedado sin dinero y se tenían que regresar a la Argentina. Una vez en el aeropuerto, les avisaron que no había lugar en el avión para el féretro.
Era una situación desesperante: la madre de Chinda se negaba a subirse al avión si no iba el cuerpo de su hijo. Por otra parte, el papá no tenía más dinero para seguir pagándole los gastos a sus hijos en Argentina ni para comprarse otro pasaje.
Además, en aquella época los aviones no salían todos los días (salían una vez cada algunos meses).
Estando en esa situación angustiante, por primera vez, el hombre que nunca lloraba se pusoa llorar desconsoladamente.
En medio de la angustia, pone la mano en su bolsillo: allí estaba el rosario que le regaló el Padre Pío. Lo apretó fuerte y le pidió con su corazón al Padre Pío que lo ayudara. En ese mismo instante aparece un señor vestido de negro.
Como el papá de Chinda estaba llorando, no alcanzó a verle la cara. El hombre misterioso le entrega un formulario para que llene si quería que el féretro con el cuerpo de su hijo viajara en el avión.
El padre se seca las lágrimas, firma, y cuando quiere darle las gracias, este hombre misterioso no estaba por ninguna parte. Se sintió de repente un aroma fuertísimo a violetas en el aeropuerto. Había sido el mismísimo Padre Pío quien lo ayudó.
La madre de Chinda estaba destrozada, nunca pudo apagar su dolor y a los pocos años muere por un cáncer de mama. Todo como lo había profetizado el Padre Pío.
Esta experiencia tan fuerte, el haber experimentado de tan joven la muerte de un hermano, el saber lo corta de la vida humana, junto con la profunda enseñanza cristiana que había recibido de sus padres, marcó profundamente la vida de Chinda.
«La experiencia del milagro, del amor de mis padres y de la muerte como parte de la vida, me hicieron abrazar esta vocación con un amor sobrenatural. Con una visión donde no te pueden hacer callar porque sabes que estás de paso y que antes o después te vas amorir».
Chinda todavía conserva el pañuelo del Padre Pío como reliquia.
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Betty