La dictadura del consumismo

No nos cabe la menor duda de que la publicidad es uno de los recursos más valiosos del que echan mano productores y comerciantes para ofrecer sus productos. Un recurso que lleva más de siglo y medio y que se ha ido perfeccionando conforme ha pasado el tiempo.

Ya no son únicamente los grandes diarios como en un principio, o el radio y la televisión; ahora, gracias a los ultramodernos medios digitales –Internet a la cabeza–, es posible que quien fabrica o vende una mercancía la anuncie de un extremo al otro del planeta en cuestión de segundos.

Desde luego que la publicidad utilizada como es debido contribuye a darle un fuerte impulso a la economía, ya que hace posible que los potenciales consumidores se enteren de las bondades de los productos que les están ofreciendo y que ellos necesitan.

De este modo, es posible comparar si conviene más esta camisa o aquella, este par de zapatos o el otro, el coche que venden acá o el coche que venden allá…

Por medio de la publicidad –repetimos– es posible enterarnos de las bondades de un determinado producto, comparar precio y calidad y –finalmente– tomar la decisión que más nos convenga.

Ahora bien, y como era de esperarse, quienes dentro de los medios controlan la publicidad la han distorsionado de tal modo, que la degeneraron, cayendo en el simple consumismo.

El consumismo es una práctica viciosa que nos induce a comprar por comprar, creyendo que nuestro status social mejorará cuando vean que vivimos en una zona residencial o que poseemos un lujoso auto último modelo.

Nótese cómo aquí la publicidad se ha desviado de su misión original que debe consistir en informar para orientar.

En el momento en que la publicidad degenera en el consumismo, sentimos la fuerte presión de los medios que nos obligan a comprar tal o cual producto sin importar que sea o no necesario.

Aquí se olvida un principio que debe ser básico dentro de una sana economía doméstica: Todo aquello que no hace falta, por poco que cueste, es caro.

Este consumismo exacerbado no es de ayer ni de antier, sino que se puede decir que nació en el momento mismo en que los medios empezaron a hacer publicidad.

En un principio eran los diarios, el radio y la televisión; para culminar con las sofisticadas redes sociales que nos meten la mercancía hasta por los ojos.

Y dentro de ese consumismo feroz que nos impulsa a comprar por comprar de un modo compulsivo, se cae en aberraciones tales como el desvirtuar las tradiciones de temporada.

Hasta hace relativamente pocos años, aquí en México, era la cosa más natural del mundo que las fiestas patrias se celebrasen en septiembre, los fieles difuntos en noviembre y la temporada navideña durante el lapso comprendido entre mediados de diciembre y primeros días de enero.

Pues bien, como consecuencia de ese consumismo feroz que lo único que busca es vaciarnos los bolsillos haciéndonos comprar lo que no necesitamos, ahora se ven cosas ridículas como el que se vendan banderas tricolores desde fines de julio, que los símbolos propios del Día de Muertos ya se puedan comprar a finales de septiembre y –por supuesto– que los Nacimientos, las piñatas, los adornos y árboles navideños se ofrezcan desde los últimos días de octubre.

Comprar por comprar, aunque no haga falta, es una auténtica campaña dictatorial al servicio de los grandes consorcios.

No hay duda: Hemos caído bajo la dictadura del consumismo, una dictadura que nos oprime los 365 días del año.

redaccion.nuevavision@gmail.com

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