El desconocido ejemplo polaco

P. Santiago Martín
(Franciscanos de María)

La consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María ha servido no sólo para cumplir una de las peticiones de la Virgen en Fátima. Ha puesto de manifiesto, también, la vitalidad espiritual que aún late en el seno de la Iglesia católica y el amor inmenso a la Santísima Virgen que hay en ella. Si el cumplimiento de la petición de Fátima es un motivo de esperanza, la constatación de que no todo está perdido en el catolicismo lo es aún más.

El fuego poderoso que se veía desde lejos y que alumbraba a todos durante el pontificado de San Juan Pablo II, es hoy una brasa cubierta de cenizas, pero bastará con soplar esas brasas y arrimar un poco de leña para que vuelva a arder. Con María hay esperanza, para Rusia, para Ucrania y para la Iglesia.

Pero, mientras se produce el milagro de la conversión de los corazones de los señores de la guerra, ésta sigue. La destrucción de las ciudades, la muerte de miles de personas, la huida masiva de millones que han tenido que convertirse en refugiados, nos recuerdan todo el horror que es capaz de desatar el ser humano.

Pero también la acogida que están recibiendo esos prófugos, sobre todo por parte de las familias católicas polacas, con sus sacerdotes al frente -hay más de dos millones de refugiados en Polonia-, nos hace pensar que no está todo perdido y es otro motivo de esperanza. Siempre se ha dicho que la guerra saca a la luz lo peor y lo mejor del ser humano. En Ucrania y en Polonia (y no sólo en Polonia), se está comprobando.

Sin embargo, por impactantes y horrorosas que sean las imágenes que arroja esta cruel y absurda guerra, no hay que olvidar otra, la del aborto. Cada año son asesinadas 73 millones de víctimas inocentes, en el que se ha convertido en el lugar más peligroso para el ser humano: el vientre de sus madres. 73 millones al año.

Por si fuera poco, el delirio abortista parece no tener límites y así un Estado norteamericano, el de Maryland, está planeando aprobar una ley que permitirá dejar morir al bebé después de haber nacido si, contra todo pronóstico, sobrevive al intento de matarle en el seno materno. Después del aborto, el infanticidio. Por desgracia, estas carnicerías contra seres humanos inocentes no conmueven a la inmensa mayoría, que incluso están a favor de que se conviertan en un derecho.

Lo que está sucediendo en Ucrania es horrible y no tiene justificación. Pero no es menos horrible lo que pasa cada día en las clínicas abortistas, que son suculentos negocios legales. En el fondo, hay mucho de hipocresía con el rasgarse las vestiduras por lo que sucede en las ciudades arrasadas ucranianas mientras que se aplaude la muerte masiva de inocentes a los que no se les permite ni siquiera nacer.

En eso también Polonia es un ejemplo y ahí está la clave de su generosidad: allí están a favor de toda vida y por eso rechazan el aborto con la misma convicción con que abren su casa a los refugiados. Ese es el ejemplo que está dando al mundo un país católico. Lástima que, precisamente por eso, porque es un país católico, los medios de comunicación no pongan sus focos sobre la inmensa generosidad de los polacos, no sea que la gente termine por unir ambas cosas: rechazo del aborto y acogida a los que huyen de la guerra.

En España hay 15.000 refugiados ucranianos. En Italia, 40.000. En Alemania, 200.000. Estados Unidos dice que recibirá a 100.000. De todos ellos se habla en los medios de comunicación, que se muestran orgullosos de la solidaridad desplegada en sus respectivos países. Pero de los dos millones que están en Polonia, no habla casi nadie. No conviene al Occidente abortista decir que los polacos son generosos.

Interesa mostrar las impactantes imágenes de las ciudades bombardeadas, que llenan todos los días los noticiarios, pero no interesa mostrar esas otras imágenes, las de la acogida generosa por parte de los católicos polacos, de esos católicos que rechazan el aborto con la misma firmeza con que abren sus casas a los que lo han perdido todo.

Pidamos por la conversión de Rusia y el fin de la guerra en Ucrania. Pero también por la conversión de este Occidente hipócrita, en el que la muerte de los inocentes se ha convertido en un negocio y en un derecho.
……………………………
@NuevaVisionInfo
redaccion.nuevavision@gmail.com
P. Santiago Martín

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *