La semana roja
P. Santiago Martín
(Franciscanos de María
El próximo día 16 va a empezar la llamada “semana roja”, la “redweek”, a nivel mundial. Es una semana dedicada a llamar la atención del mundo sobre una realidad trágica pero que es ignorada por los grandes medios de comunicación: la persecución que sufren los cristianos.
Organizada por “Ayuda a la Iglesia Necesitada”, ha ido sumando apoyos a lo largo de los años, desde que los brasileños de esa asociación católica tuvieron la genial idea de iluminar de rojo la gran estatua de Cristo Redentor en Río de Janeiro, en 2015, y al año siguiente fueron imitados por los italianos, que iluminaron de ese mismo color la Fontana di Trevi.
Las adhesiones, desde entonces, se han multiplicado y para este año se iluminarán de rojo iglesias, catedrales y monumentos en 14 países, aunque en algunos casos la luz será sustituida por el toque de las campanas por aquello del ahorro energético.
Lo más importante, naturalmente, no es atraer la atención de la gente hacia una realidad olvidada, sino la oración, la súplica al Dios Todopoderoso para que escuche el clamor de su pueblo perseguido.
Hace unos días acaba de ser secuestrado por segunda vez un sacerdote católico en Nigeria y, en ese mismo país, 71 aldeanos católicos fueron asesinados por musulmanes hace también muy pocos días.
Pero, si bien es Nigeria la que se lleva la palma de la persecución sangrienta, no es la única en África: casi todos los países africanos donde conviven cristianos y musulmanes, la sufren con más o menos intensidad. A veces esa persecución no llega al derramamiento de sangre, pero se ejerce mediante la represión, el miedo o la supresión de la libertad religiosa.
Tenía razón el Papa cuando, en su viaje a Baréin, afirmó que no era suficiente la libertad de culto y que el carácter pacífico de una religión se muestra cuando permite esa libertad; aunque el Papa no lo dijo explícitamente, eso implica que sea posible cambiarse de religión sin ser perseguido por ello, y en esto el islam, en muchos países, está a años luz de conseguirlo.
Pero no son sólo los musulmanes radicales los que persiguen a los cristianos. En China está siendo juzgado el anciano cardenal Zen, con la excusa de haber cometido un delito administrativo. Es una muestra de la persecución que sufren los seguidores de Cristo en ese país, con el cual el Vaticano ha firmado un pacto cuyo contenido es secreto, pero que no ha impedido la persecución, la destrucción de templos o, incluso, la prohibición de llevar a los niños y adolescentes a las iglesias.
En cuanto a América, la mirada se dirige ante todo a los países gobernados por dictaduras comunistas: Cuba, Venezuela, Nicaragua, donde la represión es a veces brutal y sangrienta, como está sucediendo en el país de Ruben Darío, en el cual el dictador Daniel Ortega mantiene en la cárcel, posiblemente sometidos a torturas, a varios sacerdotes y laicos comprometidos y tiene a un obispo en arresto domiciliario.
En México se pretende aprobar una ley que prohíba no sólo poner “Nacimientos” en espacios públicos, sino incluso hacer cualquier tipo de manifestación religiosa en las calles, aunque no creo que ningún gobernante mexicano, por poderoso que se crea, se atreva a impedir que la gente vaya a La Villa a venerar a la Virgen de Guadalupe en la manifestación de fervor mariano más impresionante y hermosa que tiene lugar en el mundo.
Incluso Canadá es territorio de ataques a la Iglesia, llegando a quemar templos que son monumentos históricos. Ni siquiera Estados Unidos se salva, aunque ahí se trate solo habitualmente de pintadas y vandalización de imágenes sagradas. Europa tampoco está ajena a esa oleada de persecución, siendo Francia el país más afectado.
Pero de todo esto no se habla. Si la agresión la sufriera un periodista o político -especialmente si es de izquierdas-, se organizaría una campaña mundial de rechazo. Si matan a decenas de humildes campesinos católicos en África, no es noticia. O si torturan a sacerdotes en Nicaragua, no pasa nada.
Tenemos que rezar por nuestros hermanos que son perseguidos por su fe y tenemos que dar a conocer lo que está pasando, para que los que aún tienen buena voluntad no lo ignoren. Eso, sin quitar la mirada ni la intención de la oración, de aquellos que están siendo perseguidos, de alguna manera, dentro de la propia Iglesia, por atreverse a enseñar lo que esa misma Iglesia ha enseñado siempre, pero que ahora no es “políticamente correcto”, porque no es lo que el mundo quiere oír, aunque sea lo que Cristo quiere que oigan, para salvarles.
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P. Santiago Martín