La pareja: arquitectos de su familia
La pareja es como un despacho de arquitectos, en el cual, para elegir “socio” y comprometerse se necesita:
- Conocerse y conocer bien al otro/a.
- Aceptarse y aceptar al otro/a, con cualidades y defectos.
- Superarse cada uno como individuos y como pareja para ser mejores.
- Formalizar ante la sociedad.
En la pareja, tras el encuentro con el otro, la atracción y la elección mutua surge un “nosotros” que no existía con anterioridad y que implica mucho más que tener un socio o un colega para vivir la vida, trabajar y obtener beneficios. Al elegirse, ambos miembros se lanzan a la aventura de caminar juntos por las veredas que les depare el destino y por las que decidan construir. Ellos están convencidos de que juntos estarán mejor, que podrán lograr más cosas y ser más felices. ¡Vaya! Sería ilógico y hasta psicopatológico que decidieran estar en pareja para fracasar, estar peor y ser infelices. Ahora bien, es importante señalar que la relación de pareja no funciona al 50%- 50% como en el caso de los “socios” y tampoco se pueden ir agregando “nuevos socios” (amantes, ligues o similares).
Para que funcione el “Proyecto de Familia”
cada miembro de la pareja debe darse al 100%
de manera incondicional y fiel hasta que la muerte los separe.
Es indiscutible que por más atracción que exista, valores e intereses similares que compartan, todas las parejas son “disparejas e imperfectas” porque la persona es única, irrepetible, imperfecta y frágil. Así pues, es normal e inevitable que surjan diferencias y que sucedan “accidentes”, lo importante e indispensable ante esta realidad es que sean capaces de solucionarlos y/o enfrentarlos con respeto y responsabilidad.
Así pues, tras elegirse como “socios” llega el momento de tomar una decisión, la pareja de arquitectos puede decidir trabajar juntos de manera informal sólo “por proyectos específicos”, mientras se caigan bien, les funcione o les convenga. Pueden formalizar su relación y poner un despacho, sabiendo que no tienen futuro a largo plazo, sólo para poder disfrutar por un tiempo los privilegios que la sociedad les otorga, poder vivir la experiencia y salir en Rostros. O bien, pueden asociarse formalmente buscando sortear las dificultades para perdurar el tiempo y poderse lanzar a proyectos cada vez mayores.
Trasladado a las parejas, evidentemente están quienes deciden “sólo juntarse” porque “su amor no necesita papeles” o porque es “más fácil separarse” en un futuro “cuando se les acabe el amor” o ya no les convenga. A su lado, están los que se casan “formalmente” pero de manera inconciente, casi sólo para tener fotos de película de Hollywood y poder vivir el paripé de montar una boda y recibir regalos… Sin embargo, afortunadamente también están los que deciden casarse formalmente y con conciencia plena de que el matrimonio y la familia son instituciones insustituibles y socialmente valiosas y de que su decisión y sus actos son trascendentes, incluso para la sociedad.
Estos últimos coinciden con los primeros en que no les importa tener el papelito firmado ni lo necesitan para colgarlo en la pared y poder ser felices. No obstante, su amor es tanto y su compromiso mutuo es tan grande que quieren formalizar, comprometiéndose hasta que la muerte los separe, “quemando las naves”… Ellos se comprometen a “hacer que funcione” y a “que no se acabe el amor”. Más aún, saben que el duelo y las dificultades de una la separación es igualmente dolorosa y complicada con o sin papeles. Así pues, estos “arquitectos” hacen su compromiso ante Dios y ante la sociedad porque quieren compartir su alegría y porque se saben necesitados de apoyo durante toda su vida para poner los cimientos para construir su “casa”, o sea su familia.
Están determinados a cultivar su amor cada día para que no muera.
Quien ha construido una casa sabe que es un “saco sin fondo”, “nunca acabas”… Siempre hay algo por hacer, imprevistos que reparar y cuestiones que remodelar. Así que, si eso pasa con una casa que es algo material y sin vida, ¡cuánto más trabajo, esfuerzo, dedicación reparaciones y remodelaciones exige la construcción de una familia!…
¡La construcción de una familia es un proyecto “muy ambicioso! Por eso, para poder contemplar su grandeza se requiere toda una vida, se puede, pero no se debe dar por concluida antes de que la muerte los alcance… En la familia hay de todo tipo de altibajos y solo a la distancia se puede apreciar el crecimiento y la belleza de la amalgama de recuerdos y momentos vividos con toda la mezcla de emociones y sentimientos posibles.
Sólo con la perspectiva de toda una vida,
la pareja de arquitectos puede apreciar en plenitud
la obra que iniciaron, aún inacabada, aún en construcción:
La familia, su familia.
@equilibrium4mom
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