A propósito del segundo debate presidencial
En la ciudad de Tijuana se llevó a cabo hace días (el domingo 20 de mayo) el segundo de los tres programados debates presidenciales. El próximo y último tendrá lugar en martes 12 de junio en la ciudad de Mérida.
Han salido algunas encuestas, aunque, a decir verdad -y por lo que en otra ocasión hemos explicado- no nos ofrecen ninguna credibilidad.
Y no la ofrecen porque algunas de ellas son elaboradas a gusto de quien las paga y otras porque suelen equivocarse en el momento de seleccionar a los entrevistados que pudieran representar a un cierto sector de la población.
Por éstas y otras razones, no ofrecen mucha credibilidad los sondeos presentados en plena campaña electoral. Y máxime al ver el error garrafal que cometieron al dar por triunfadora Hillary Clinton, siendo que el vencedor fue Donald Trump.
Ahora bien, dejando a un lado todo lo anterior, existe otro elemento que nos preocupa.
Quien haya visto o escuchado el debate que tuvo lugar en Tijuana, ninguna duda tendrá que el candidato cuya mente era más lúcida, que tenía las mejores propuestas y que mejor se desenvolvía era Ricardo Anaya.
Algo que ven hasta los ciegos, puesto que José Antonio Meade -a pesar de su gran preparación- se vio acartonado y sin gracia. Quizás su mejor momento fue aquel en el cual se encaró con Andrés Manuel López Obrador para recriminarle que hubiera apoyado como senadora a Nestora Salgado, una temible y conocida secuestradora.
Por su parte, Andrés Manuel volvió a demostrar que los debates no son su fuerte puesto que en todos ellos se muestra torpe y, cuando le exigen que explique algo con argumentos, se siente acorralado y recurre al insulto.
Pues bien, a pesar de todo lo anterior, la sorpresa nos la dan esas encuestas que tanta desconfianza nos producen y que presentan un López Obrador vencedor y un Anaya -según los mismos sondeos- cayendo varios puntos.
Repetimos: Ninguna credibilidad nos ofrecen unas encuestas que -aparte de complacer a quienes les pagan- están elaboradas con el fin de inducir el voto en favor o en contra de tal o cual candidato.
No obstante, imaginemos por un momento que dichas encuestas están técnicamente bien elaboradas y que reflejan el sentir de la abrumadora mayoría de la población.
En ese caso, es como para ponernos a llorar como si fuésemos unas plañideras.
Y es que lo grave no es tanto el que se presente a un populista encabezando las encuestas. Más bien, lo grave, gravísimo, es que -después de haber visto el debate- sean millones quienes piensen que el candidato más idóneo es un demagogo que recurre al insulto e incluso a la amenaza cuando se queda sin argumentos.
Y decimos que esto es gravísimo porque muestra una absoluta falta de criterio en la inmensa mayoría de los encuestados. Criterio, vale la pena recordarlo, es la capacidad de juzgar rectamente.
Sin embargo, esto no nos extraña, puesto que son lodos de aquellos polvos.
Después de más de siglo y medio en que nuestra niñez y juventud han sido deformadas con planes de estudios que le obligan a repetir y que no le enseñan a razonar, es lógico que pase lo que está pasando.
Durante más de siglo y medio nos ha faltado una educación en valores, o sea, aquella que fortalece la voluntad impulsándola a elegir siempre el bien mayor y a rechazar el mal en cualquiera de sus facetas.
Durante más de siglo y medio, varias generaciones de mexicanos han visto deformadas sus conciencias al negárseles una educación que los eleve. A cambio se les ha dado una instrucción mediocre que deja mucho que desear y que empeora cada sexenio.
Por todo ello, que a nadie le extrañe que millones de personas de buena fe -que jamás recibieron una formación en valores- se deslumbren con las ocurrencias de cualquier tipo y que acaben votando por el más simpático o -si se diera el caso- incluso por una actriz porno.
No negamos el justo resentimiento social que existe en contra de un PRI corrupto que nunca lo había hecho tan mal como durante este sexenio.
Sin embargo -y esto es bueno recordarlo- afortunadamente la opción no se reduce a elegir entre el PRI y MORENA.
Existe una tercera alternativa que no solamente se ha desligado del PRI al señalar sus corrupciones, sino que incluso ha censurado las tesis demagógicas de un Mesías tropical que desea convertirnos en otra Venezuela.
Esa alternativa es Ricardo Anaya, quien, cada vez que increpa a sus adversarios con argumentos, a cambio recibe burlas, calumnias y descalificaciones.
¿Qué pasará de aquí al domingo 1º de julio o incluso al 12 de junio, fecha del último debate?
Lo ignoramos. Lo único que sabemos es que será muy difícil que nos aburramos.
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