Enseñar a pensar

El otro día un niño de 4 años preguntaba:

¿Verdad que seis es mucho?…

Lo fácil es darle el avionazo al niño y decirle, “sí muchísimo”, pero los niños son muy inteligentes y capaces de comprender mucho más de lo uno se imagina. Incluso reconocen cuando tus respuestas sólo buscan “quitártelos de encima”.

¡Es un hecho que ellos están esperando que se les conteste la verdad!

…Otra cosa es que, al chocar tantas veces con pared, evasiones, taponazos y ridiculizaciones, aprendan a no indagar, a quedarse calladitos y a conformarse…

En fin, el diálogo tras escuchar ¿verdad que seis es mucho? siguió así:

Adulto: …Pues depende… ¿Qué te parece si te doy seis migajas de pan?

Niño: Poquito.

Adulto: ¿Y si te doy seis pasteles?

Niño: Muuuuuuucho…

Adulto: ¿Entonces, seis es mucho o poco?

Niño: El niño se limitó a abrir unos ojos enormes que sacaban chispas. Entonces, con una sonrisa que no le cabía en la cara se dio media vuelta y se fue, feliz de haber hecho un gran descubrimiento…

Es fundamental aprovechar las oportunidades cotidianas para que los niños empiecen a usar el cerebro y no lo traigan de adorno cuando crezcan. Con cuestionamientos tan simples como éste se les enseña a pensar… ¡Sí, a pensar! Esa facultad humana que gracias a la posmodernidad está en desuso o en extinción, y que está siendo sustituida por el relativismo que no exige desgastar las neuronas. Eso sí, nos está forzando vivir en el sinsentido y rodeados de adultos esclavos de sus pasiones e incapaces de razonar lógicamente e ir más allá del instante presente, de lo útil y de lo conveniente… ¡Urge rescatar la inteligencia!…

Es cierto que los niños que acostumbran “pensar” a veces abruman con tantas preguntas y “complican” la vida con tantos “por qués”, que ni tú te habías cuestionado. Sin embargo, si se quiere formar un hijo de los que buscan la verdad, luchan por sus sueños e intentan vivir coherentemente, respetando y dándose a respetar, es indispensable enseñarles a usar el cerebro y a fortalecer su voluntad desde pequeños. ¿Para qué? Para que sepan adecuar su mente a la realidad, distinguir entre el bien y el mal, y manejar sus emociones adecuadamente.

Así pues, es esencial escuchar atentamente a los niños, inclusive más allá de las palabras, y no cortarles su curiosidad innata. Esa aparente “ventaja” de tener un “niño planta” que no da lata, ni se mueve ni habla y menos opina o repela, a corto plazo puede parecer que “facilita” la vida. No obstante, a largo plazo esto será un gran obstáculo para que él/ella pueda desarrollar su potencial.

Por lo tanto, aunque a veces estés cansado o hasta harto de tantos porqués, practica la paciencia, recupera tu curiosidad infantil y entra en contacto con tu niño interior para poder conectarte profundamente con tu hijo y hacerlo sentir amado y seguro de que puede preguntar y emprender la búsqueda de respuestas cuantas veces quiera. Evidentemente no sabrás responder todo ni se espera que lo hagas, y menos que le des todo masticadito.

Lo importante es que le quede claro que siempre tendrá, al menos,
un par de orejas extra para escucharlo
y otro cerebro disponible para buscar respuestas, contrastar, cuestionar
e inclusive, para debatir…

P.D.- Hoy preparé patas de pollo (piernas) y mi hijo me preguntó si eran de gallina o de gallo… ¿Qué contestar, si nuuuuuunca había pensado sobre el sexo del pollo que me comía?

@equilibrium4mom
redaccion.nuevavision@gmail.com

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