Dos falacias económicas detrás del discurso anticomercio de Trump

Édgar Ortiz
«Cortesía de la Biblioteca Ludwig von Mises»

El pasado 22 de marzo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la imposición de una serie de aranceles a productos provenientes de China. Cuando Trump anunció las medidas aseguró que esto los “haría una nación mucho más fuerte y rica” y que el déficit comercial con China, que asciende a $375 mil millones, era “el mayor déficit de cualquier país en la historia de nuestro mundo”.

Hay varios problemas con la lógica que usa Trump. Mi colega Olav Dirkmaat expuso en otro artículo por qué no tiene sentido lamentarse por tener una balanza comercial negativa ya que esta situación se explica por una balanza por cuenta financiera positiva.  Su artículo me ahorra la explicación de esta falacia económica. Pero hay otras dos falacias que debemos señalar.

Falacia 1: El libre comercio está destruyendo empleos de los estadounidenses

Desde la publicación de La Riqueza de las Naciones (1776) de Adam Smith y los trabajos posteriores de David Ricardo los economistas entienden los beneficios del intercambio. Si los americanos prefieren comprar teléfonos móviles manufacturados en China es porque éste tiene ventaja comparativa ensamblando teléfonos y Estados Unidos dedica sus recursos a producir otros bienes donde tiene ventaja comparativa.

O más bien deberíamos decir bienes o servicios. Y esto es importante porque muchos servicios constituyen bienes no transables (servicios legales, servicios médicos, de gerencia, etc.). Este sector de no transables no se ve afectado por el libre comercio. Y si vemos las cifras nos daremos cuenta de que las principales importaciones de China a Estados Unidos son bienes del sector manufacturero.

Y es que en la medida que un país se hace más rico, como EEUU, la demanda de bienes transables cae y la de bienes (servicios) no transables suele aumentar. Es lógico. Si el ingreso de una persona aumenta puede consumir más comida o comprar más ropa (bienes transables). Pero ¿cuánta más comida o cuánta más ropa? Sin duda aumentos de ingreso generarán más bien demanda en otros bienes o servicios, muchos de ellos no transables.

¿Por qué es relevante este punto? Porque Trump argumenta que al libre comercio está destruyendo empleos de los americanos. Y sin duda el libre comercio acaba con algunos empleos de aquellos sectores menos productivos.

Pero el caso es que el sector de bienes transables cada vez pesa menos dentro de la pujante economía estadounidense. Como demuestra Douglas Irwin en Free Trade Under Fire, el sector de bienes transables representaba el 26% del PIB de EEUU en 1970 y en 2013 había caído al 16%. Por si fuera poco, en 1970 el 26% de la mano de obra laboraba en el sector de transables mientras que para 2017 solo un 9,3% labora en dicho sector (Datos de la Oficina de Estadísticas Laborales).

Esto demuestra que el argumento de que el libre comercio está destruyendo los trabajos americanos es cierto para un sector cada vez más pequeño de la fuerza laboral. Pero debido a que la mayor parte de la fuerza laboral está colocada en el sector servicios, el argumento pierde sentido. Sin olvidar que los empleos que se destruyen liberan recursos en otras actividades más productivas que a su vez generan nuevos trabajos.

Falacia 2: El déficit comercial con China es el más alto de la historia

Este punto es muy interesante ya que reta la premisa de la cual parte Trump. Según él, esos $375 mil millones de déficit comercial que tiene EEUU con China son escandalosos. Si antes explicamos que el déficit comercial por sí solo no es un problema, ahora afirmamos que, además, el déficit comercial de EEUU con China está sobreestimado. ¿Por qué? Por la especialización vertical.

La especialización vertical se refiere al hecho de que los múltiples inputs de los que está compuesto un bien se producen en diferentes plazas comerciales. Si pensamos en el ejemplo de un iPhone todo quedará más claro.

El iPhone se diseña en California, su memoria y la pantalla se fabrican en Japón, el procesador se produce en Corea del Sur, la cámara y el GPS en Alemania y el WLAN en Estados Unidos. Finalmente, el iPhone se manufactura en China.

Una vez manufacturado en China, el iPhone se exporta a los Estados Unidos. Douglas Irwin ofrece algunos datos al respecto para que el análisis tenga más rigor. Según Irwin, en 2009 el iPhone se importaba desde China a un precio de $179 por unidad. Ahora bien, el costo que implicaba la manufactura de las piezas del iPhone en China era de apenas $6.50 o el equivalente a un 3.6% del valor del bien.

Sin embargo, la balanza comercial registra la importación de acuerdo con el país de procedencia de modo que los iPhone manufacturados en China e importados a $179 por unidad agregaban al “déficit comercial” $1,6 mil millones en 2009. Esto exagera de manera considerable el déficit comercial de EEUU con China si tomamos en cuenta el valor que se agregó al bien en China, e infravalora el déficit comercial de EEUU con Alemania y Japón.

Dicho esto, habrá que reconsiderar la validez de las cifras que Trump arroja. Lo peor de todo es que la imposición de barreras a las importaciones acaba afectando al sector exportador. Pero sobre esto hablaremos en un futuro artículo.

El artículo original se encuentra aquí.
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