Viaje con niños
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Viajar es uno de los placeres más grandes de esta vida… Viajar no es gastar, viajar es invertir en experiencias, en cultura, en desarrollo de habilidades intelectuales y psicosociales… Cada viaje resulta ser un curso intensivo en la prestigiosa escuela de la vida… Con sus claroscuros sorprendentes que te hacen valorar cada instante que respiras, cada sonido, cada sabor, cada olor y cada imagen que percibes.
Cuando viajas con niños te das cuenta de detalles que a otros les pasan totalmente desapercibidos, pero que para ti son la gloria, marcan la diferencia y te hacen sentir que decir «gracias» no es suficiente… Así nos sucedió al llegar a desayunar en el restaurante «Carnes en Su jugo Navarrete» en Tonalá, Chiapas. La comida deliciosa a buen precio, baños limpios y el servicio impresionante, acompañado siempre de una sonrisa y buena disposición…
Como papás, de entrada, es buena opción porque tiene una área de juegos, que por más pequeña que sea, créanme que se agradece hasta el infinito. Ahora bien, que pidas un jugo de naranja pensando en tu mente dividirlo entre los chamacos y antes de tener que pedir otros vasos, el muchacho solito por inspiración propia te diga como leyendo tu mente: “Si quiere se lo traigo de una vez dividido en 3 vasitos pequeños para los niños”… Increíble, no tiene precio…
No obstante, hay gente y lugares que te pueden sorprender aún más… Y así fue… Al pedir un plato fuerte para compartir entre los niños (prefiero tener que pedir más a desperdiciar), estaba preparada para que me fulminaran con la mirada, porque les iba a pedir una orden de omelette que iba preparado con 2 huevos, acompañado con chilaquiles y frijoles… Hasta ahí fácil, pero es que iba a osar pedir que, si por favor era taaaan amable de preparar un huevo del omelette con queso y el otro sin, porque ya saben que todos los hijos tienen sus preferencias… La verdad, estadísticamente tenía altas probabilidades de recibir un “no, no se puede, pida otra orden”… Pero el muchacho se limitó a responder con una sonrisa hermosa: “¡Claro que sí señora, con mucho gusto!»… Y así fue como el lugar ganó 100 estrellas Michellin y el muchacho un pedestal… Esta pequeña acción insignificante, me permitió pedir un platillo que se me antojara a mí… De otra forma, muchas veces las mamás acabamos comiendo las sobras de los niños para que no se desperdicie, ya no pides porque sabes que les va a sobrar demasiado ….
En fin, no sé si el Restaurante tiene una cultura de servicio impresionante, que al parecer sí, o si el muchacho era una monada, que también. El caso es que verdaderamente les recomiendo ir a Navarrete, con o sin hijos. Son de los lugares en los que no duele pagar la cuenta y hasta te nace darles más del 15% de propina…
Muchas gracias… Ojalá y hubiera más Navarretes que se especializaran en atender a las familias con niños con paciencia, detalles y comprensión. A muchos se les olvida o no saben el rollo que es viajar con niños y el esfuerzo extra que implica hacerlo, por más bien que a final de cuentas te la pases.
¡Apoyemos y apapachemos a las familias que son el sustento y el futuro de la sociedad!
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Luz Ma Dollero