México, “¿pueblo globero?” Un reto cultural

La gran debilidad de México en el siglo XXI nada tiene que ver con que sea “un pueblo globero”, como lo son en diferente medida otros pueblos y culturas. La disfunción se presenta, más bien, en que si es “globero” sobre aspectos en los que no se puede ser así, se corre el peligro de perder las cosas valiosas que realmente no se quisieran abandonar y que no se deben dilapidar.

El acuerdo es unánime, y más cuando el debate educativo impulsado por los medios de comunicación exige la igualdad –arranque parejo– presentada como nervio central que ha de cobrar nuevo brío y resolución.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) registra datos contundentes en sus dos informes periódicos que más se conocen sobre la educación: PISA (Evaluación de Sistemas de Educación) y Education at a Glance (Panorama de la Educación).

Gracias a la prueba PISA se conocen diversos factores heterogéneos que inducen el bajo rendimiento escolar de los alumnos cuando cursan nivel básico, secundario y medio. El segundo informe, orientado al espacio laboral exhibe los desenlaces de ese fracaso durante su vida adulta.

De la misma forma en que se conocen otros aspectos sociales, no deja de asomar el verdadero interés por desentrañar qué engranajes conducen a muchos alumnos a “quedarse atrás en los estudios”, cuándo se origina esta fisura, cómo les aqueja durante sus vidas y, específicamente, qué hacer para remediarla.

Del contenido de las cuatro ideas anteriores se desprende la dificultad para contestar con acierto cada una. No es nada fácil ni evidente. Probablemente, los intentos por esclarecer la respuesta más interesante consista en establecer correlaciones certeras para remediar la fractura, y desentrañar los eventos de riesgo que inclinan hacia el fracaso educativo, como pudieran ser el nivel socioeconómico bajo, o las propias inquietudes académicas de padres con escasos estudios.

Especificar la influencia de cada uno de estos componentes en perspectiva resulta arduo. Desde luego, no deja de ser importante recordar la diferencia entre correlación y causalidad. Esta última, proporciona la llave que abre la cerradura y coloca en camino de acertar con la solución.

No creo que pueda rebatirse ingenuamente que considerables segmentos de la educación, en mi propia opinión, al menos, deban ser no sólo mejorados sino superados con creces. Tanto factores “objetivos” como “subjetivos”, y con frecuencia interdependientes.

La prueba PISA integra tres sondeos: lectura, matemáticas y ciencias. Lo sorprendente de los resultados consiste en que se agiganta la desigualdad. La diferencia es mayor en sociedades pobres como la nuestra. De las tres pruebas, la carencia de habilidad lectora impide el éxito o agrava la decadencia de un alumno. Un participante de primer curso de universidad me comentó que él ya no entendía ni siquiera la sección deportiva.

La importancia de la educación en el ámbito familiar y en el colegio es del todo relevante. Por ejemplo, un hogar monoparental contribuye de modo negativo en los resultados de lectura. La buena educación familiar nos vuelve sencillos en aspectos de realce como la alimentación, el ajuar, las buenas maneras o el sistema económico. Y nos integra a más no poder en aspectos mucho más significativos y centrales en relación con razonar correctamente, en la lealtad, en la propia aceptacion o en el rechazo de los ámbitos espirituales.

No es lo mismo educar en impulsos que alfabetizar en los principios de un comportamiento ético. En realidad, el afecto es tan antiguo como la sed. La disyuntiva educativa se presenta, por una parte, a través o del camino de la formación del afecto humano entendido sólo como impulso o, además de impulso, la otra alternativa de educación basada en los principios éticos del impulso.

Yo manifiesto con sorpresa no exenta de fascinación que la mayoría nunca debe imponer su salvaje voluntad en la reforma educativa. Es más abierto y eficaz reconocer que la naturaleza humana contiene en sí misma un principio de orientación primigenio del hombre al saber y conocer, como escribió Aristóteles.

Partir de esta disposición constitutiva en los seres humanos abre la arteria para ayudar a vencer y prevenir los factores del retraso cultural y educativo por el que transita México desde hace décadas. ¿Qué tanto se necesita en orden a la completa satisfacción y felicidad de cada uno de los mexicanos? Bastará volver a ver a los niños y jóvenes: nada menos que las nuevas generaciones son, en éste como en tantos otros asuntos, la mejor guía.

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Rubén Elizondo Sánchez

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