La guerra es manifestación de falta de liderazgo
“La gente no debe luchar y destruirse mutuamente, sino entenderse unos a otros y concordar para vivir en paz”(…)“Creer que la guerra y la violencia crean soluciones es una ilusión (…). Por el contrario, generan más odio y desconfianza (…). Sólo la moderación y la sabiduría abren la vía de las negociaciones (…). Y las negociaciones pueden crear acuerdos duraderos en los que cada pueblo (…), pueda ver preservada su propia identidad y realizar sus aspiraciones”, dijo san Juan Pablo II –en una ocasión- refiriéndose por entonces a la situación de Medio Oriente.
Muchos conflictos armados y usurpación de derechos humanos, se originan por la carencia más absoluta de auténticos líderes y gobernantes; quienes deben llevar a la práctica, las genuinas aspiraciones pacíficas de sus respectivos pueblos.
¿Es que tales líderes y dirigentes desean la guerra? No. Nadie, por desmedido que pueda ser, desea tragar fuego. Lo que posiblemente ocurre es precisamente eso: la carencia de auténticos líderes y jefes de gobierno, puesto que ninguno de ellos ha sido capaz de ejercer un control y presionar con eficacia para solucionar con eficacia los problemas esenciales que afectan a Medio Oriente.
La firmeza de voluntad y de carácter de un auténtico líder, se manifiesta en que concentra su atención en los problemas esenciales. Y ¿cuál continúa siendo el problema central?: ¡La paz!; pero se trata de una paz real, fincada sobre bases seguras y duraderas. Una paz sujeta con alfileres sólo la puede dar el equilibrio militar.
Sabemos que la paz constituye la mayor aspiración de los pueblos, hastiados ya de una ininterrumpida psicosis bélica.
Aquellos a quienes toca resolver estos problemas, importa mucho que concedan a cada hecho su valor; que no posterguen las crisis y den prioridad a las soluciones de los problemas. Si hubiesen actuado así, es muy posible que ya se tuviera la paz.
Uno de los mayores engaños en que suelen caer los falsos líderes, consiste en la pérdida de la objetividad, haciendo creer que una cosa es verdadera porque corresponde a las teorías que preconizan, o porque favorece al sistema que prefieren. Así, al adoptar criterios falsos o pobres, se juzga, de modo tal, que no se puede distinguir entre lo importante y lo secundario (en forma verdadera), precipitándose, entonces, en graves errores políticos, morales, etc.
Cuando se actúa con criterios desfigurados, la rectificación o buena voluntad pierde su sentido. De este modo ¿cómo se podrá llegar a un acuerdo verdadero?
En las futuras negociaciones, importa mucho analizar los criterios de actuación, para encontrar lo que vale y descubrir lo permanente: ¡La paz! La cual es precisamente el objetivo de las negociaciones.
Cuando los que negocian son líderes auténticos, procuran crear y fomentar –en todo tiempo y situación de desorden- el sentido de las proporciones y la exacta perspectiva de los problemas, gracias a unas relaciones humanas apoyadas en la verdad, para que brote la justicia y la mutua comprensión, y, por ende: ¡La paz!.
Sólo así, los acuerdos a los que se llegue serán duraderos.
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Gabriel Martínez Navarrete