#FuerzaMexico: la solidaridad vence a la indiferencia
Ante una tragedia humana aflora lo mejor del ser humano… y lo peor.
¿Qué es lo peor?
Podría decir que es toda esa gente que hace mal uso de los medios de comunicación y de las redes sociales para quejarse, criticar sin medida o sembrar pánico y desconfianza.
Podría asegurar que son todos esos que se toman selfies buscando likes o que hacen sus videos intentando lograr unos minutos de gloria.
Sin embargo, creo que lo peor es la indiferencia que lleva a unos a aprovecharse de la situación y a otros a seguir sus vidas como si nada hubiera pasado, porque no nacieron para estos “rollos” ni para estar entre desconocidos ni para ser voluntarios, y menos, si no les pasó nada, o simplemente no les nace ayudar. Increíble, pero cierto.
La desgracia acontecida sobrepasa los gustos y las preferencias individuales; rompe cualquier tipo de barrera entre las personas y deja al desnudo la dignidad humana, la fragilidad de la vida y la temporalidad de lo material.
Tan sólo imaginar el dolor de perder abrupta y dramáticamente a un ser querido o tu casa, resulta ser aterrador y angustiante. Aunque uno agradezca el estar bien y con los suyos y con lo suyo intacto, el alma se queda rota ante tanto sufrimiento inimaginable y sangra ante la indiferencia. El odio no es lo contrario del amor, sino la indiferencia.
Gracias a Dios son pocas las personas «insensibles» o «incapaces de hacer algo» por mitigar el dolor de tantas personas con nombre y apellido, cercanas y lejanas, conocidas y desconocidas. Realmente son pocos los que se muestran apáticos o inhumanos con los mexicanos y con el país. No obstante, es muy duro saber que existen. Definitivamente la pobreza material duele y es desgarradora, pero la pobreza humana decepciona, da náuseas, miedo, coraje, lástima y hasta sientes compasión.
Afortunadamente, estas personas son pocas y muchísimas más las personas solidarias. Basta observar las miles de iniciativas gratuitas, las cadenas humanas, los centros de acopio llenos, las carreteras con filas de ayuda en camino. Mexicanos y extranjeros, ricos y pobres, niños y adultos, creyentes y ateos volcaron su humanidad y demostraron que la solidaridad es lo propio del ser humano desde el 19/S.
Se hizo evidente que lo natural es la interdependencia, la vinculación, la empatía, la entrega generosa desmedida; en pocas palabras, el amor.
Es cierto que indudablemente hay héroes anónimos como los «topos», quienes arriesgan voluntariamente sus vidas; o quienes no teniendo «nada» dan todo; o quienes su silla de ruedas, bastón o enfermedad no les impidió entregarse.
Quizás, se podrá pensar que éstos son niveles extremos de generosidad impensables para la sociedad desvinculada y materialista en la que nos movemos. Pero lo cierto es que entre el heroísmo y la indiferencia hay un gran trecho para hacer, para dar y para ofrecer, sea con tiempo, dinero o esfuerzo.
Tal vez las personas indiferentes no sean responsables de, por diferentes motivos. No las juzgo como personas, ya que cada uno sabe su historia y sus circunstancias, pero sí las invito a «humanizarse» y a «vincularse», aunque no les «nazca».
Por otro lado, expreso mi más profunda admiración y respeto por todas las personas que por obligación o voluntariamente se entregan realizando todo tipo de trabajos para rescatar vidas, alimentar, vestir e impulsar la reconstrucción.
Ojalá esta unión social no se quede sólo en la reconstrucción de casas, sino de la sociedad y del país. Si esta actitud de entrega y de amor humano continuara más allá de la emergencia, verdaderamente no cabe duda de que México sería otro, no habría pobreza, ni analfabetismo, ni inseguridad, ni corrupción, etc.
Dicen que el pueblo tiene el gobierno que se merece. Continuemos demostrando y exigiendo lo que verdaderamente merecemos. No cabe duda que la unión hace la fuerza y el amor la diferencia.
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