Antirretikós o De los ocho espíritus malvados
Evagrio Póntico nació en el año 345 dC, en el pueblo de Ibora, dentro de la provincia romana llamada Ponto, y falleció en 399 dC.
Personaje destacado por la facilidad de palabra y calidad de sus escritos. Ilustre orador de su época y muy hábil en las discusiones, se ganó la vida escribiendo desde muy joven. La extensión y calidad de sus obras influyeron notablemente en su entorno alcanzando rápida difusión.
En su escrito titulado Antirretikós o De octo spiritibus malitiae (Sobre los ocho espíritus malvados) usa la figura literaria llamada aforismo (sentencia breve que concentra un conocimiento). Trata de ocho tendencias primordiales en el hombre que son precedentes de los siete vicios capitales que alcanzan a todo el género humano.
Evagrio destaca que son ocho los espíritus malos que dan batalla implacable al hombre para evitar que logre su pleno desarrollo personal en los diversos ámbitos de la vida cotidiana. Estos son: la glotonería o gula, la avaricia, la vanagloria, la soberbia, la apatía o acedia, la fornicación o adulterio, la tristeza, y la cólera.
De la gula escribe: “quien domina el propio estómago hace disminuir las pasiones, al contrario, quien es subyugado por la comida incrementa los placeres” […], “una tierra sin cultivar genera espinas y de una mente corrompida por la gula germinan pensamientos malignos” […]. “El ojo del goloso escruta con curiosidad los banquetes, mientras que la mirada del temperante observa las enseñanzas de los sabios” […]
¿Qué podemos aprender de los aforismos anteriores?
Imaginemos a una persona dominada por la gula, con pensamientos centrados en cómo complacer el paladar de forma abundante y exquisita. Desencadena varios efectos: no atiende y no puede apreciar las enseñanzas de los sabios; desecha los consejos de buenos amigos, de seres queridos y de familiares. En no poco tiempo, estaremos contemplando azorados a un tipo al que bien podríamos calificar de “globo terráqueo” en pantalones y con la tripa llena.
El placer de comer es una tendencia que se encuentra en la naturaleza del ser humano. La comida y la bebida son necesarias para dar curso natural al desarrollo personal. No podemos dejar de comer. Pero podemos aprender a comer lo justo y necesario. Y precisamente en esto se encuentra la virtud de la templanza: en conocer el justo medio para cada uno en el uso de los bienes fungibles. Porque, en mi opinión, es mucho mejor que el cuerpo sea nuestro esclavo y no que cada uno sea esclavo de su cuerpo.
Los griegos llamaban autodominio a esta cualidad del ser humano. No solamente en referencia a los bienes alimenticios, sino a todos los bienes materiales que se presentan a nuestra consideración o deseo a lo largo de los años. El dominio de las tendencias naturales se convierte en autoridad, nobleza, firmeza de carácter y, por supuesto, felicidad. Es cuestión de intentarlo una, dos, tres veces o las que sean necesarias para adquirir la virtud de la templanza y dominar el feo vicio de la gula.
Ahora quiero dedicar la atención a otras perspectivas a las que conduce el cultivo de éste hábito malo cuando lo dejamos crecer en la vida diaria. En seguida explico de dónde proviene el vocablo con que se nombra dicho vicio.
La etimología de la palabra gula proviene del latín gula que significa garganta, esófago, pero también “apetito desordenado”. Lo que hoy llamamos gula, Evagrio lo llamaba gastrimargía (en griego), cuyo significado literal es «locura del vientre».
Cuando habitualmente comemos o bebemos en exceso por el placer que proporcionan los bienes sensibles al paladar, se puede decir que nos domina el vicio de la gula. Dicho de otro modo, significa que la comida y la bebida nos atrapan fácilmente en sus redes placenteras.
Algunos aforismos
En el capítulo II de su escrito Antirretikós se leen varios aforismos, de los cuales transcribo los siguientes a la par de un comentario consecutivo para cada uno de ellos:
“Una tierra sin cultivar genera espinas y de una mente corrompida por la gula germinan pensamientos malignos”. El mensaje consiste en señalar que si nos dejamos dominar por la locura del vientre difícilmente lograremos pulir las aristas de diamante de la propia personalidad. De esta manera, los bienes sensibles nos dificultan el desarrollo de los bienes superiores del espíritu. La mente queda atrapada entre las espinas que impiden el desarrollo personal.
“El ojo del goloso escruta con curiosidad los banquetes, mientras que la mirada del temperante observa las enseñanzas de los sabios”. En mi opinión, el aforismo señala que, si logramos dominar los placeres de la comida y la bebida, contaremos con mejores disposiciones y actitudes para aprender en general. La pesadez mental que proviene de la gula es un serio obstáculo para el desarrollo y el cultivo de la inteligencia.
“El alma del goloso enumera los recuerdos de los mártires, mientras que la del temperante imita su ejemplo”. Recordar e imitar. Que fácil es recordar las grandes hazañas de otros. Basta con traerlas a la mente y contemplarlas. Sin embargo, qué difícil es imitarlas. Cuánto esfuerzo hay que poner para seguir una dieta. ¿No le parece? Grandes logros demandan esfuerzos considerables de las facultades superiores del ser humano sobre las facultades inferiores.
Desde entonces, han pasado diez y seis siglos. ¿No le parecen de gran actualidad aquellos aforismos del siglo V d.C.?
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Rubén Elizondo Sánchez