Lidera México Ranking de «Las 50 ciudades más violentas del mundo»

La violencia en México va en aumento, y prueba de ello es que el país encabeza el Ranking 2018 de Las 50 ciudades más violentas del mundo, elaborado por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal (CCSPJP).

Tijuana se ubicó como la ciudad más violenta del mundo, con 138.26 homicidios por cada 100 mil habitantes, seguida muy de cerca por otras cuatro ciudades mexicanas (Acapulco, Ciudad Victoria, Ciudad Juárez e Irapuato).

De esta manera, 5 ciudades mexicanas se encuentran entre las 10 ciudades más violentas del mundo.

En total, 15 de las 50 ciudades más violentas del mundo son mexicanas.

«Estamos en un punto sumamente grave, ya que la violencia en México se está incrementando», advirtió José Antonio Ortega Sánchez, presidente del CCSPJP al presentar el informe este martes.

José Antonio Ortega destacó la salida del Ranking 2018 de las ciudades mexicanas de Mazatlán, Los Cabos (que en 2017 figuró en el primer lugar) y La Paz; y recordó que Los Cabos y La Paz nunca habían figurado en el ranking, pero en 2017 ingresaron en los primeros lugares debido a un súbito aumento de la violencia, producto de las disputas entre grupos criminales. La salida de estas dos ciudades del Ranking 2018 -aclaró- no fue gracias a una política pública, sino al hecho simple de que un grupo criminal se impuso a sus rivales y los expulsó de las «plazas».

Ortega Sánchez señaló que, además de la gravedad de la violencia urbana en México, el estudio revela, entre otras cosas, el fracaso de las políticas públicas que buscan que el Estado eluda su obligación de aplicar la ley penal.

Precisó que, ante las crisis de violencia e inseguridad, es recurrente la promoción de políticas públicas erróneas para supuestamente resolver el problema, las cuales tienen en común que el Estado renuncie o eluda su obligación de ejercer coerción contra quienes violan la ley.

Entre estas políticas, añadió, están la legalización de las drogas; los subsidios para aminorar la pobreza y otros factores socioeconómicos, supuestamente causantes del delito; y negociaciones con los agentes de la violencia (treguas, amnistías).

Aseguró que estas políticas han probado su inoperancia, y puso como ejemplo que Colombia y Honduras lograron reducir la violencia sin necesidad de legalizar las drogas. Además, agregó, los altos niveles de violencia también se dan en ciudades que tienen buenos niveles de bienestar, o sea, que la pobreza no es un factor que detone la violencia.

Y por último, dijo que las negociaciones con criminales pueden hacer bajar la violencia por un breve periodo, pero después ésta vuelve a repuntar, como demuestra el caso de El Salvador.

La aplicación de la ley, respetando los derechos humanos, no es lo que provoca la violencia, sino precisamente la no aplicación o la falta de eficacia y eficiencia en su aplicación, concluyó.
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