¿Es posible seguir enamorados “hasta que la muerte nos separe”?
Estas semanas curiosamente coincidí con varias parejas que estaban aún coladitos el uno por el otro, sin importar las dificultades experimentadas a lo largo de sus vidas juntos o los años de conocerse y haberse comprometido. Fueran 5 o más de 50 años, seguían sacando chispitas al mirarse, escucharse o simplemente al hablar del otro…
Para rematar, visité a dos señoras viudas, ambas coincidían en que echaban de menos, “demasiado”, a su marido… Cada una expresó, palabras más, palabras menos: que había sido un privilegio y una bendición compartir su vida con ellos, que estaban convencidas de que habían estado con “el hombre de su vida, con su media naranja” y que ahora, a pesar del cariño de su familia y amigos, su vida se sentía incompleta… Más aún, las dos sentían que les faltó tiempo juntos, ¡una tras 30 años de casada y la otra con 54 años de matrimonio!
Convivir con estas personas de todas las edades, personalidades y creencias fue maravilloso. Escucharlas y observarlas fue un regalo. Sin embargo, por momentos sentía que estaba frente a una especie en extinción. Parecían ser las excepciones que confirman la regla, ya que en realidad a nivel mundial la institución del matrimonio y de la familia “tradicional” es cada vez más minusvalorada.
Así pues, inevitablemente surgía la duda: ¿es posible seguir enamorado y cumplir el “hasta que la muerte nos separe”?… O para intentar aguantar es necesario auto animarse con la siguiente frase que un amigo le decía a su pareja el otro día: “menos mal que sólo prometí amarte hasta que la muerte nos separe, pero eso sí, llegada la hora, no me busques… Que ansío tener una eternidad para descansar”.
¿Qué porcentaje de parejas lo consiguen sin contar a los protagonistas de las películas de Hollywood?… Pues para qué espantarnos con las altas cifras de separaciones y divorcios, que contrastan con los estudios que, paradójicamente, afirman que son más felices y prósperas (tanto a nivel personal y económicamente) las personas unidas en matrimonio estable/funcional/imperfecto-feliz… Cuestión que me parece súper lógica, vaya, que no es de extrañar que si a pesar de los reveses y retos de la vida, ambos encuentran en el otro y en su familia “sus cimientos, su refugio y su catapulta”, entonces evidentemente, tendrán un dolor de cabeza menos y estarán en mejores condiciones para hacer y deshacer y poderse comer el mundo.
Sin embargo, ¿por qué si todos ansiamos ese amor incondicional e infinito a veces parece “necesario”, conformarse con migajas y espejismos o renunciar a éste y optar por aventuras sin amor?…Hay quienes sitúan las causas de los fracasos amorosos en los extremos de una misma variable, p.e. En la incompatibilidad de caracteres sea por la diferencia entre estos o la “extrema igualdad” de los mismos, en las familias de origen “perfectas o imperfectas”, en haber llegado virgen o no haberlo hecho, en sólo haberse “juntado” en unión libre o en haberse casado, en haberse comprometido muy joven o muy mayor, ya habiéndose acostumbrándose a la soledad y teniendo manías personales, en no haber terminado de estudiar o en haberse abocado a trabajar muchos años y retrasado la decisión de comprometerse, en no haber viajado o haber visto mucho mundo, en haber sufrido un acontecimiento muy duro o en no haber tenido experiencia con el dolor ni grandes frustraciones, en las presiones laborales y/o sociales o en la falta de éstas, en las creencias religiosas o su indiferencia o rechazo hacia éstas, en el feminismo radical o en la sumisión, en la sociedad relativista, pragmática y materialista o bien, en la conservadora… ¿Pero todas éstas son realmente causas directas y determinantes? ¿O estas “causas” serán síntomas de nuestras carencias, necesidades, fragilidad e imperfección? ¿O será que somos libres y por eso no hay una causa única sino mil y un causas probables, pero ninguna por sí misma asegura el fin o la continuidad de una relación?
Es un hecho que no estamos determinados, tanto que todos conocemos parejas que siguen enamoradas, aún, cumpliendo una o varias de las variables anteriormente señaladas. Hay quienes desde la primer mirada y ese primer roce de manos que hace vibrar y sentir maripositas por todo el cuerpo viven escribiendo una historia de amor, sin importar las tempestades que hayan tenido que enfrentar o los altibajos que de repente sacuden sus vidas. Mientras tanto, otros, antes o después, cuestionan su decisión… Se preguntan si realmente su compromiso fue una decisión libre, voluntaria y adecuada, o fue consecuencia de sus heridas no sanadas, de su historia personal, de falta de habilidades de inteligencia emocional, de la presión social o de uno mismo al sentir afecto por la persona, cayendo en el autoengaño y en falsas expectativas, etc… O incluso, aceptan que ellos mismos o sus parejas no están dispuestos a pagar “el precio” que implica el comprometerse con alguien y formar una familia. Así pues, tras el surgir de las dudas, llega un punto de quiebre, algunos logran trabajar en equipo para recuperar y fortalecer su relación y continúan caminando juntos, otros se dejan llevar por la rutina y siguen ahogándose en lo mismo sin hacer nada y otros, al final optan por separarse… Llegados a este punto, algunos vuelven a apostarle al amor, ansiando tener otra oportunidad para poder vivir finalmente “la posibilidad” del amor eterno.
No hay una receta, pero definitivamente no es que te “toque”, cual lotería, vivir “el fueron felices para siempre”. Si se quiere que te “toque” hay algo claro, ambos miembros de la pareja deben comprometerse libremente y trabajar a favor de relación buscando el bien propio y del otro, tomando en cuenta 10 puntos:
1) Además de sentir “bonito”, amar es “querer-querer”, incluso cuando no se “sienten” ganas.
2) Decirse diario cuánto se quieren y siempre decir más cosas buenas que malas.
3) Besarse y abrazarse como si fuera su último día de vida, a final de cuentas, nunca sabes cuándo será.
4) Regar diario la relación, no como a ti te gusta sino como el otro necesita y le gusta.
5) Seguir conociéndose cada día y creciendo individualmente y como pareja.
6) Darse su lugar, cuidarse y respetarse como personas y no tratarse como objetos. Admirarse mutuamente.
7) Escucharse profundamente, ser honestos y evitar suposiciones.
8) Tener detalles que hagan lo ordinario extraordinario, sorprenderse continuamente y expresar su amor con palabras y hechos concretos.
9) Elegir bien las batallas, ser resilientes y perdonar.
10) Tener un proyecto común y trabajar en equipo entregándose total y plenamente.
Y como bonus y punto ideal de partida, poner a Dios en el centro de sus vidas.
Estos puntos son pinceladas generales que requieren el compromiso al 100% de cada uno, nada de que 50%-50%, ya que esto marcaría el inicio del fracaso. De no haber compromiso real por ambas partes, puede ser que sigan juntos físicamente, pero desconectados y sin vínculo real. Desafortunadamente no se venden píldoras mágicas para seguir enamorados y ser felices. ¡Siento desilusionarlos, el toloache es buen negocio pero con eso no se llega muy lejos! En fin, ¿qué se puede aprender de las parejas que siguen enamoradas, más enamoradas que el primer día porque ahora se conocen más, se admiran más y verdaderamente se aman?…
* Antes que nada, hay que reconocer que son seres humanos común y corrientes. Ellos han pasado por las subidas y bajadas de la montaña rusa de la vida, pero son parejas que mantienen el amor de eros, apasionado, vibrante y creativo que los hace seguir deseándose mutuamente y buscando formas para fortalecerse y no caer en la pasividad ni en el conformismo. Sin embargo, van más allá, no buscan poseer o consumir al otro como si de un objeto desechable se tratara.
* Se valoran infinitamente, ansían seguir conociéndose a profundidad y poderse entregar siempre plenamente con amor de ágape. Amor que trasciende el vaivén de los sentimientos pasajeros, que se dona sin reservas haciéndose, verdaderamente, uno con el otro, buscando cultivar su relación y sacar lo mejor de sí mismo y de su compañero y mejor amigo en cada momento.
Todos deseamos amar y ser amados. Y no sólo racionalmente, sino que queremos sentirlo y experimentarlo. Por tanto, ¿por dónde se puede empezar para lograrlo? En primer lugar, hay que decidir quién queremos ser, ya que de ahí se seguirá el hacer, el conocernos y ser dueños de nuestras vidas, el desarrollar la inteligencia emocional tan necesaria para vivir plenamente y poder compartir y entregarle la vida a la persona amada.
Sólo tenemos una vida. Ojalá que todos pudiéramos descubrirnos, cada día, hasta el final de nuestras vidas, amando y siendo amados en totalidad, siendo uno con el otro. Entonces siempre parecerá corto el tiempo, pero por más breve que sea el momento, éste nos habrá permitido tocar el eternidad, seremos felices y colaboraremos en que se siga creyendo y luchando por el amor verdadero.
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Luz Ma Dollero Anaya
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