Abortistas deben saber que todas las leyes «legislan la moralidad»
Ryan McMaken
«Cortesía de la Biblioteca Ludwig von Mises»
Con la intensificación del debate sobre el aborto, la frase «legislar la moralidad» ha vuelto a utilizarse con mayor frecuencia.
Esta semana, el Washington Post imprimió una carta al editor con el título «La legislación contra el aborto es una prohibición otra vez». El autor se queja: «La prohibición fue un intento del Estado de legislar la moralidad».
De manera similar, el legislador estatal Kirk Hatcher, de Montgomery, Alabama, quien se opuso a la legislación del estado que casi prohíbe el aborto, declara «No podemos legislar la moralidad… No podemos legislar los corazones».
Y la semana pasada, la activista del DNC, Marisa Richmond, declaró que el problema con los republicanos en estos días es que están «tratando de legislar la moralidad… Ese no es el papel del Estado».
Cuando se usa, la fórmula general es ésta: «Esa ley que no me gusta equivale a legislar la moralidad! Y todos sabemos que no deberías hacer eso».
El problema con este argumento estúpido, por supuesto, es que casi todas las leyes implican legislar algún tipo de moralidad.
No se requiere exactamente una cantidad extravagante de estudios para ver que las leyes contra el asesinato y el robo son casos de «legislar la moralidad».
En la mayoría de los tiempos y lugares, los tribunales, legislaciones y legisladores han declarado que el asesinato y el robo (independientemente de su definición) son actos ilegales precisamente porque la mayoría de ellos los consideran inmorales.
Las leyes contra el fraude existen porque engañar a la gente se considera inmoral. Existen leyes contra la violación porque es moralmente repugnante.
Ciertamente, también puede haber otras razones para hacer que estas actividades sean ilegales. Prohibir el robo y el fraude es bueno para el crecimiento económico, por ejemplo. Pero si se demostrara lo contrario, es difícil imaginar a mucha gente decidiendo que robarle la bicicleta a un niño de la entrada de su casa debería ser perfectamente legal.
Y así sucesivamente.
Por lo tanto, cuando los opositores al aborto declaran que las leyes antiaborto son asuntos de legislar la moralidad, lo que realmente quieren decir es que «estas leyes se basan en una versión de la moralidad que no me gusta».
Después de todo, no hay nada «libre de moral» en la posición pro-aborto. La posición es que es inmoral restringir la libertad de una mujer para tener un aborto legal. Esto es tan inmoral en sus mentes, que denuncian a los activistas antiaborto como enemigos de las mujeres o algo peor.
Para ellos, la respuesta está en —usted lo adivinó— legislar la moralidad a través de leyes federales que prohíben a los gobiernos estatales y locales promulgar restricciones al aborto.
Mientras tanto, los activistas en contra del aborto piensan que el bebé nonato es una persona que merece derechos legales. Por lo tanto, su versión de legislar la moralidad implica prohibir lo que ellos ven como el asesinato de una persona.
La diferencia fundamental entre las dos partes no es que una de ellas legisle la moralidad y la otra no. Ambas partes sólo quieren leyes que reflejen sus propios puntos de vista morales.
¿Tiene una víctima el «delito»?
El debate sobre el aborto ayuda a ilustrar que el verdadero problema detrás de si una ley legisla o no la moralidad es si hay o no una víctima identificable.
Desde el punto de vista pro-aborto, si el feto no es realmente una persona, entonces el «crimen» no tiene víctima. Por otro lado, la posición antiaborto es que hay una víctima clara e identificable.
Por lo tanto, cuando el autor de la carta del Washington Post compara la prohibición del alcohol con las leyes antiaborto, se le escapa un punto importante. Casi todo el mundo considera hoy en día que la prohibición del alcohol es una tontería porque la mayoría considera que beber alcohol (en la mayoría de los casos) es una actividad sin víctimas. Pero los que se oponen al aborto sostienen que no es el caso cuando se trata de interrumpir deliberadamente un embarazo.
Pero en todos estos casos, el argumento depende de si hay o no víctimas, y no de si una de las partes está legislando la moralidad.
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