No, la pena de muerte no detiene el tráfico de drogas
Chris Calton
“Cortesía de la Biblioteca Ludwig von Mises”
La administración Trump sigue haciendo que se levanten cejas con sus no tan nuevas aproximaciones a problemas antiguos. La más reciente es el plan para “resolver” la epidemia de opiáceos, entre otras maneras, introduciendo la pena de muerte en ciertos casos de traficantes de drogas. Aunque la pena de muerte parezca una táctica nueva, es esencialmente sólo la continuación del patrón centenario de la guerra contra las drogas: cuando las políticas no funcionan, endurécelas.
Hay algunas objeciones inmediatas que pueden pensarse sobre por qué la pena de muerte no sería una disuasión eficaz, no siendo la menor el hecho de que los traficantes de drogas ya están dispuestos a matarse entre sí. Pero el presidente Trump está citando el supuesto éxito de China y Singapur como justificación para recurrir a la pena de muerte. En un discurso realizado en Pennsylvania, Trump decía:
La única forma de resolver el problema de las drogas es con dureza. Cuando detienes a un narcotraficante, tienes que ponerlo fuera de combate durante mucho tiempo. Cuando estaba en China, y en otros sitios, por cierto, yo decía: Sr. Presidente, ¿tienen ustedes un problema con las drogas? “No, no, no, nosotros no”. Y yo decía: Vaya. Un gran país, 1,400 millones de personas, bien. Sin muchos problemas de drogas. Yo decía: ¿A qué atribuyen esto? “Bueno, a la pena de muerte”.
Trump hizo comentarios similares con respecto al supuesto éxito de Singapur combatiendo las drogas al imponer la pena de muerte a los traficantes.
El único problema de esta explicación es que el problema de las drogas en China parece estar creciendo. Los altos cargos chinos puede que estén diciendo a Trump que no hay un problema de drogas, pero ellos mismos están diciendo algo bastante distinto en otros sitios. Según el South China Morning Post:
Las incautaciones en China de metanfetamina, ketamina y otras drogas sintéticas aumentaron un 106% interanual en 2016, dijo Liu Yuejin, vicedirector de la Comisión Nacional de Control de Narcóticos de China.
“La producción de cristal de metanfetamina, ketamina y NPS fue grande, no sólo consumida en el país, sino también pasada de contrabando al exterior”, dijo Liu en una conferencia de prensa, añadiendo que el mercado de las drogas sintéticas sigue expandiéndose y que “en general, el problema de la droga sigue extendiéndose a un ritmo rápido”.
El New York Times señala que el consumo de drogas se ha extendido en las grandes ciudades de China:
Aunque la heroína es la droga ilegal más comúnmente consumida entre los chinos rurales, las ciudades en expansión de China se han convertido en importantes mercados para la metanfetamina. Un estudio de las alcantarillas de cuatro megaciudades publicado el año pasado en la revista internacional Science of the Total Environment informaba de que la met era omnipresente en Pekín, Shanghái, Guangzhou y Shenzhen. En Pekín, la mayor concentración se encontró en una planta de tratamiento que atiende las zonas con mayor densidad de clubes nocturnos y bares, mientras que se determinó que las ricas ciudades costeras de China en el sur tenían el mayor consumo de met, cocaína, éxtasis y ketamina, según el estudio.
Por su parte, Singapur, dentro de su Ley de Abuso de Drogas impuso una pena capital obligatoria sobre los narcotraficantes desde 1973. Como consecuencia, Singapur ha tenido uno de los niveles de ejecución por cabeza más altos del mundo. En la década de 1990, Singapur ejecutó a casi 14 personas por millón, comparado con los 2 millones de China. Aplicando tan rigurosamente penas tan duras, podríamos imaginar que el consumo de drogas estaría disminuyendo.
Las estadísticas oficiales de esta ciudad-estado sugieren que el consumo de drogas en Singapur es sustancialmente menor que en la enorme mayoría de los países. Pero parece haber muchas razones para dudar de las cifras oficiales. La Oficina Central de Narcóticos de Singapur ha informado de un aumento en nuevos consumidores entre los arrestados y también ha alardeado de las “operaciones en 19 islas en contra de traficantes y abusadores de drogas” llevadas a cabo sólo en 2017, además de las 1,661 operaciones realizadas para interceptar importaciones de drogas. La cantidad de drogas incautadas en estas operaciones sugieren que el mercado de las drogas es sustancialmente mayor del que el gobierno de Singapur está dispuesto a admitir.
Además, como demuestra Rick Lines, Singapur tiene un reputación de maquillar sus datos sobre drogas. Pero los datos que proporciona no muestra precisamente que el problema de las drogas esté desapareciendo:
Curiosamente, lo que sí dice el informe de 2016 de la oficina de narcóticos es que las incautaciones, tanto de metanfetamina como de cannabis, aumentaron en aproximadamente un 20% con respecto al año anterior, mientras que las incautaciones de heroína se mantienen básicamente al mismo nivel. No son indicadores de un mercado de drogas en disminución.
Económicamente, nada de esto debería ser sorprendente. Mientras haya un mercado, habrá gente dispuesta a ofertar. Las políticas más duras sí tienen un efecto, que es aumentar el riesgo asociado con la entrada en el sector de las drogas ilícitas. Esto podría impulsar al alza el precio de las drogas, al menos temporalmente, pero, como ha demostrado hace tiempo Mark Thornton, también sirve para hacer más potentes las drogas.
Las políticas que está proponiendo la administración Trump van en contradicción con su objetivo declarado. El foco no está sólo en los opiáceos, sino en los opiáceos relacionados con el fentanilo, ya que el fentanilo aumenta la potencia y letalidad de la droga. Pero la introducción del fentanilo en el mercado de la heroína es el resultado de leyes sobre drogas más estrictas que aumentan el coste de la importación de narcóticos, no de la falta de “dureza”. Si se aplicaran las políticas de Trump, no hay razón para pensar que la epidemia de opiáceos haga otra cosa que empeorar.
Si la Casa Blanca realmente quiere resolver la epidemia de los opiáceos, lo mejor que puede hacer es abolir la criminalización de la heroína y otras sustancias ilícitas. Como argumentaba yo mismo hace dos años, la heroína legal (contrariamente a lo que la podría parecer a la mayoría de la gente) en realidad eliminaría los factores que llevan a drogas muy potentes y poco fiables. Igual que la gente pasó del alcohol ilegal a la cerveza después de abolirse la ley seca, la despenalización de las drogas eliminaría los incentivos económicos para fabricar heroína con fentanilo y otras sustancias cada vez más peligrosas.
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