Afraates el Sabio

Un buen consejo ante la necesidad
y la insuficiencia de la vida humana

En el recorrido que ahora comenzamos por el mundo de la Patrística (aprox. 250-750 dC), amigo lector, te presento a un personaje poco conocido en Occidente porque vivió en el ámbito de los territorios orientales de lengua semítica, en los que no había llegado aún el pensamiento griego. Se nutría directamente del mundo arameo del que salió la Biblia misma.

Conocido como “el Sabio persa”, Afraates (280?-350? dC) nació en la actual Turquía en una ciudad llamada Antioquía de Siria. Su nombre de origen latino significa “Aquel que vino de África”. Se le considera como uno de los intelectuales más importantes y más agudos del siglo IV.

En todos los escritos que nos dejó se puede entrever que nació en el paganismo. Luego se bautizó y se convirtió al cristianismo. Escribió un poco más de veinte tratados o demostraciones que fueron dadas a conocer públicamente en el año de 1855. Teólogo y apologeta brillante manifiesta un estilo de gran fuerza y viveza en sus escritos.

Diez de sus demostraciones son de carácter moral en los que trata temas tan sugerentes e interesantes como las guerras, la importancia del ayuno, la necesidad de la fe, la muerte y los últimos acontecimientos que sucederán al fin de los tiempos. Afraates desarrolló un pensamiento muy bien articulado y coherente con los varios sucesos que afrontó durante su vida, en especial con los gnósticos y los judíos.

Vivió en Edessa, fuera de la muralla de la ciudad, como escritor y eremita alejado del mundo romano. Se dedicó a educar a su país. Es el más antiguo de los Padres de la iglesia de Siria.

En la Exposición 7,3 se encuentra la siguiente reflexión: «Un hombre que ha sido herido en batalla no se avergüenza de ponerse en las manos de un médico sabio (…)

En cierto sentido, lo que Afraates ilustra coincide con la actitud que debe observar cualquier ser humano que necesite ayuda. En mi opinión, todos sufrimos heridas en las mil batallas que nos presenta la vida. En la familia, en los estudios universitarios, en la vida matrimonial y familiar, en la educación de los hijos, en los negocios, al practicar un deporte, en la reunión social, en el trabajo, y en las actividades más diversas y cotidianas por las que transcurre la vida personal.

Esta visión de la realidad me parece muy objetiva y efectiva. A ti, amigo lector, ¿qué te parece?, ¿qué opinas?. Si sufres una herida ¿te da vergüenza pedir ayuda? Te manifiesto que a mí no me deshonra solicitar apoyo.

No existe todavía un ser humano que no precise del auxilio y apoyo de los demás. Y me parece que nunca existirá, en toda la historia de la humanidad, alguien que pueda prescindir, descartar o desechar completamente el servicio y la colaboración de sus semejantes.

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Rubén Elizondo Sánchez

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