Breve perspectiva histórica: ¡Volver a los orígenes! ( I )
Hace algunos años me encontraba en mi casa un día por la tarde buscando en el librero algo que leer. De improviso me di cuenta de un volumen de Biología el cual reconocí por el dibujo del canto y lo ubiqué como uno de aquellos textos que había estudiado en la preparatoria para cursar esa asignatura. Lo abrí al azar y me encontré un apartado que describía las diferentes partes de las raíces de los árboles.
Continué leyendo y el autor aseguraba que los metros de altura de un árbol indicaban los metros de profundidad de sus raíces. Unos párrafos más adelante el libro señalaba que los árboles con raíces profundas resisten mucho mejor los embates de los vientos. Las raíces eran como “anclas” que lograban que el tronco se abrazara con firmeza al suelo en que estaba plantado el árbol.
Recuerdo ahora aquél suceso porque puede ser de gran utilidad para advertir la importancia que supone conocer muy bien las raíces de nuestra cultura occidental: Grecia, Roma, la Iglesia Católica y la Revolución Industrial. Pero sobre todo porque esas anclas son las que nutren y sustentan nuestra cultura, son el punto de apoyo, el armazón y la brújula que sostienen e indican la orientación que imprimieron aquellos sabios desde el inicio. Decía Solón que no había viento favorable para el piloto de un navío que no sabe a donde va.
Las aportaciones precedentes y las realizaciones teóricas y prácticas de nuestros antecesores construyeron un modo de ser occidental que no es viable al margen de sus propios orígenes culturales. En efecto, la mejor forma de resolver los desafíos que se presentan en nuestra vida cotidiana consiste en volver a las raíces que conformaron y fundamentan hoy nuestra sociedad, y encontrar en ellas las soluciones.
Me parece que la frase “back to basics” logra expresar tanto la necesidad como el valor de rescatar todo ese legado de siglos, toda aquella sabiduría arrinconada y, al parecer, abandonada hoy en día. No dudo que el rescate al que me refiero forjará y fecundará de nuevo la sociedad en que vivimos, si es que cada uno logramos integrar aquella sabiduría en las acciones del quehacer cotidiano.
En los inicios del tercer milenio, veo con gran preocupación la difícil situación que enfrenta la familia y el matrimonio, la política, la economía, la dignidad de la persona, la educación, y el alejamiento casi total de Dios y de la religión, así como el desinterés por la filosofía explícita.
La vida misma y la sociedad en su conjunto se doblegan ante los embates de la secularización y los cambios de perspectiva antropológica. Ahora, con tantas posibilidades técnicas de progreso, veo tendencias a la involución y a la deshumanización. (Continuará…)
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Rubén Elizondo Sánchez