Breve perspectiva histórica: ¡Volver a los orígenes! (III)

Como todos sabemos, la filosofía surge antes del nacimiento de Cristo. Es una actividad que se presenta como racional; pretende indagar en la realidad para encontrar verdades a partir del impulso de la sola luz natural de la razón. Son verdades conseguidas con el propio esfuerzo.

En este sentido, me preocupa que la pasión por la verdad se relacione únicamente con el logro “personal”. A riesgo de parecer simplista no dejan de sorprenderme dos aspectos de la filosofía clásica:

* Por una parte, no se rechazaba la trascendencia; Sócrates, Platón y Aristóteles –genios de la investigación y que bastante lejos llegaron a comprender el universo y la naturaleza humana y divina– apelaban a los dioses.

* Por otra, existía una estrechísima relación entre filosofía y vida al grado de llamar «Arte de Vivir» a la filosofía en la antigüedad clásica. En Platón, el afán teorético o contemplativo suponía, no cualquiera sino una cierta forma de vida.

Son precisamente estos rasgos nombrados por los que asevero la imposibilidad de enclaustrar por siempre la filosofía explícita.

De la carta VII de Platón transcribo el siguiente párrafo:

“Cuando llegué por primera vez a Italia y a Sicilia […] no me gustó en absoluto la clase de vida allí considerada feliz, atiborrada de banquetes […] hinchándose de comer dos veces al día […] Pues con tales costumbres no hay hombre bajo el cielo que, viviendo esta clase de vida desde su niñez, pueda llegar a adquirir sabiduría”.

Por esta causa, me parece que la capacidad o incapacidad para conocer las verdades de fe y razón, se encuentra en estrechísima relación con el género de vida que una persona lleve, al grado de volver muy difícil aceptar determinadas realidades.

El esfuerzo intelectual de los primeros pensadores cristianos consistió en mostrar la armonía y complementariedad entre las dos alas para elevarse al conocimiento de la verdad. Ellos utilizaron la filosofía griega para explicar los misterios naturales pero sin detenerse sólo en ese aspecto de la realidad.

Dieron un paso más, que se extiende hasta hoy: con las herramientas griegas hilvanaron explicaciones intelectuales de las verdades sobrenaturales. Resulta esclarecedor percibir a través de la lectura de los escritos de los Padres de la Iglesia, tanto orientales como occidentales, a un grupo que indaga racionalmente –y desde la fe revelada– acerca de las respuestas a las preguntas eternas.
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Rubén Elizondo Sánchez

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