DARK: el triunfo de la libertad sobre el destino

Una de las series más vistas durante este verano ha sido DARK, la primera de producción alemana ofrecida por Netflix.

A nadie nos pasa desapercibida la gran importancia que tienen actualmente las series, pues no sólo se trata de una industria lúdica, lo que ya es bastante, sino que, además, constituyen un importante vector de ideas, espejo de la sociedad y educador cultural.

O sea que, para bien o para mal, mientras descansamos, nos van transmitiendo una visión de la vida, la cual muchas veces imitamos de forma más o menos consciente.

No se trata de nada nuevo: lo que antes hacían los literatos, ahora lo hacen los guionistas; finalmente el descanso y el esparcimiento ayudan a configurar nuestra visión de la vida.

Desde siempre ha sido así, es lugar común, por ejemplo, considerar a Homero como el educador de Grecia, gracias a la Iliada y la Odisea; o a Virgilio de Roma, con la Eneida.

A lo largo de la historia, la literatura y el arte nos han ofrecido no sólo una fecunda forma de descanso, sino también una profundización en el misterio de la vida, del mundo y del corazón humano. En épocas recientes la estafeta la han recogido las producciones cinematográficas y, últimamente, las series.

La trascendencia de la industria lúdica resulta evidente, pues configura en gran medida nuestra forma de entendernos a nosotros mismos, a la vida y al mundo. Por eso, frente a la tentación de producir “diversión-basura”, da gusto descubrir series de calidad, que nos hagan pensar y replantearnos nuestra relación con nosotros mismos, la vida y el mundo. DARK es una de ellas; en cualquier caso, si algo consigue, es hacerte pensar, casi pareciera que busca hacer estallar la cabeza de los espectadores.

Las series son un vector privilegiado de la cultura popular. Hay que agradecerle a DARK su labor divulgativa sobre algunos de los temas académicos más complejos, tanto de la física como de la filosofía. Cumple así, sobradamente, un valioso papel educativo, no exento de las inevitables inexactitudes, pero que despierta el interés y pone en la mesa profundas cuestiones científicas y existenciales, haciéndolo, además, de forma entretenida e incluso trepidante.

La vertiginosa trama se aboca de lleno al misterio del tiempo, eterno quebradero de cabeza humano, tanto en su perspectiva física como filosófica. Y, al tema del tiempo, añade profundas reflexiones sobre el destino y la libertad humanas. ¿Somos realmente libres? ¿Nuestra vida está de antemano determinada por el destino? ¿Podemos enfrentarnos a nuestro destino y cambiarlo?

DARK conscientemente retoma, como en la antigua tragedia griega de Sófocles o Esquilo, el drama del hombre que intenta enfrentarse a su destino y, al hacerlo, simplemente le da cumplimiento. De hecho, la serie incluye, en evidente paralelismo, una representación teatral del Hilo de Ariadna, de forma que el conocido mito griego cobraría actualidad en nuestras pantallas.

La producción tiene, en gran medida, la personalidad de una tragedia griega, aunque con un guiño a la esperanza, pues finalmente es el amor de una madre por su hija quien consigue romper el bucle temporal; la libertad triunfa así sobre el destino. El amor, sea de una madre a su hija, de un padre a su hijo o de dos jóvenes entre sí, es el gran protagonista de esta historia, lo que le otorga la carta de ciudadanía proporcionada por la calidez humana.

El amor en la serie no es el barato, puramente sentimental o simplemente erótico; por el contrario, en todos los personajes principales supone sacrificio, renuncia, entrega. En este sentido, sin decirlo, hace una referencia, quizá inconsciente, a la perspectiva cristiana de la vida: la necesidad del sacrificio personal para alcanzar la redención, la necesidad de ser salvados de nosotros mismos, y la intuición de que ello es posible sólo por el amor entendido como donación y sacrificio.

Lo maravilloso es que DARK, mientras nos entretiene, nos descubre el amor a través de las paradojas de la mecánica cuántica y las aporías filosóficas sobre el tiempo, el espacio y la libertad.
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P. Mario Arroyo
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