De los ocho espíritus malvados: De la avaricia
Trataremos ahora de otro espíritu malvado que presenta Evagrio Póntico: la avaricia, raíz de muchos males. Podríamos considerar que en aquellos tiempos del siglo IV dC no había tanta riqueza material en torno a la vida cotidiana como la que nos rodea ahora por todas partes. Pero si guardamos las proporciones, había entonces en aquel siglo suficiente cantidad de bienes materiales que invitaban a buscar la felicidad, el gozo y la alegría humana en su posesión y deleite.
Como ciudadanos del siglo XXI y separados por 1,700 años de distancia de aquella época, no nos diferenciamos mucho de ellos en cuanto se refiere a expectativas económicas. Buenamente advertimos que los bienes materiales nos atraen con igual fuerza, al grado de pensar en ellos constantemente con el fin de encontrar la mejor estrategia para alcanzarlos.
Basta observar atentamente el vertiginoso avance de la ciencia experimental orientada al dominio de la naturaleza, así como la cantidad de bienes materiales que se presentan hoy a nuestra consideración.
Quisiéramos poseerlos todos. ¿No sucede en ésta época algo semejante? Me parece que es significativo reconocer que nos pasa otro tanto. En cierto sentido, los medios de comunicación nos transmiten la idea de que la felicidad y la autenticidad humana se encuentran en la posesión ya sea simultánea o consecutiva de bienes materiales.
La cultura clásica griega denominaba pleonexia –“tengo mucho”– a este feo vicio. Consiste en tener cada vez más bienes materiales que los que bastan para vivir una vida sobria, sencilla y templada. Platón pensaba que era una auténtica enfermedad del alma porque era insaciable el apetito por las cosas materiales. Cada vez se quería poseer más y más. Y como no se puede poseer todo, se genera en la persona la inquietud por lo que aún no posee y el temor de perder lo que ya se disfruta. Realmente es un espíritu malvado.
La pleonexia presenta dos matices al parecer opuestos pero que en realidad convergen en la tristeza. Por una parte, se encuentra la modalidad de quien orienta su vida hacia la consecución simultánea de bienes materiales. Es la acumulación de riquezas por las riquezas mismas. ¿Con qué finalidad? Simplemente poseerlas. Ser feliz poseyéndolas como propias y de nadie más. Es propiamente el vicio de la avaricia o codicia.
El otro semblante apunta a quien orienta su propio desarrollo humano hacia la posesión consecutiva de bienes materiales. Un bien tras otro. Usar y tirar. Estar, por ejemplo, al grito de la moda. Consumir es la palabra clave. Se intenta ser feliz consumiendo. ¿Parece un tema de gran actualidad? No me cabe duda. Es el problema acuciante del consumismo. Pero este sendero desemboca en la infelicidad y en la tristeza, porque no se puede consumir todo ni poseer todo.
Te presento el siguiente aforismo escrito hace tanto tiempo: “El mar jamás se llena del todo a pesar de recibir la gran masa de agua de los ríos, de la misma manera el deseo de riquezas del avaro jamás se sacia, él las duplica e inmediatamente desea cuadruplicarlas y no cesa jamás esta multiplicación, hasta que la muerte no pone fin a tal interminable premura”.
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Rubén Elizondo Sánchez