De los ocho espíritus malvados / La tristeza (V)
¿Qué decir acerca del rol que la tristeza juega ante las preguntas cruciales sobre el sentido de la vida? Con tristeza intensa la esperanza tanto como la audacia quedan opacadas ante las infinitas posibilidades de bien a las que se determina la voluntad.
¿Por qué descubrimos personas que sienten tristeza aun con todas sus necesidades resueltas?, ¿o decaídos de ánimo porque sus proyectos personales no se realizan en la medida deseada? ¿Sabrán que la alegría que proporcionan los bienes pasa necesariamente por el dolor y el sufrimiento?
¿Por qué la tristeza? Es una cuestión inquietante. Es una pregunta eterna. En mi opinión, la respuesta más lúcida y profunda proviene de la Filosofía, y la más práctica también, en sentido superior.
¿Por qué sucede la hipertrofia de la tristeza? Otra pregunta eterna y muy actual. Es un hecho, no sólo es mi opinión, que la aportación más acertada en sentido particular, se desprende del increíble avance de las neurociencias.
Indagar sobre este espíritu maligno me orientó al estudio del conjunto de la afectividad humana, que no puede prescindir de la unión sustancial de cuerpo y alma en todo ser humano. De lo contrario se caería en el mecanicismo o en el psicologismo, reduccionismos que trato de evitar por no corresponder a la realidad humana.
La principal consecuencia de la aproximación entre filosofía y ciencia particular, es, además del beneficio personal, un descubrimiento. El de la estrecha ligazón entre saberes especulativos y prácticos.
Este encuentro me permite sugerir a la filosofía abrirse a los saberes particulares y necesidades frecuentes del hombre del tercer milenio; y a la ciencia particular, abrirse al enriquecedor y sorprendente panorama vital que proporciona la filosofía realista con su visión de totalidad.
Lo aseguro de verdad: a lo largo de la profundización filosófica y científica para develar el origen de este espíritu malvado encontré el gozo y la alegría.
Es así. Ya que terminó, en cierta forma, el itinerario para lograr una explicación satisfactoria de esta emoción tan nociva y desconcertante, sobre todo cuando se sale fuera del cauce ordinario de la afectividad humana.
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Rubén Elizondo Sánchez