El abstencionismo
El 5 de junio pasado tuvimos las elecciones en 6 Estados de México, donde se eligieron a gobernadores de éstos.
Después del típico ciclo de triunfalismo de las fuerzas políticas, todas las cuales se declararon ganadoras al lunes siguiente, viene el típico período de los comentaristas políticos, que tratan de hacer sentido de los resultados de estos comicios en los días siguientes.
Para muchos estas elecciones fueron una especie de “ensayo con vestuario” de lo que ocurrirá en las elecciones generales del año 2024. De ahí los análisis que se hacen de la correlación de fuerzas y de los resultados de los diferentes partidos. Algunos detalles de este análisis resultan interesantes.
El aspecto de la abstención electoral es importante. El promedio ponderado de la participación de los ciudadanos en los 6 Estados fue de 46%. O sea, que el 54% de los ciudadanos se abstuvieron de votar. La mayor abstención ocurrió en Oaxaca, donde dejaron de votar aproximadamente el 62% de los empadronados y la menor fue en Tamaulipas con una abstención del 47%, menor de la que se había supuesto por el efecto de los grupos del narcotráfico.
Por otro lado, haciendo el promedio ponderado de la votación a favor de MORENA y sus aliados, ellos obtuvieron una votación del 52%, no muy diferente de la que obtuvieron en las votaciones presidenciales del 2018. Sin embargo, si se hace una regla de tres simple, el porcentaje de votación a favor de MORENA, proyectado al padrón total, sería de poco más de 22 millones de votos, menos de los 30 millones que obtuvieron en el 2018. Por supuesto, estas cuentas no son totalmente confiables. Pero sí resultan indicativas de la fortaleza del voto duro de MORENA, y de la capacidad de sus operadores políticos.
Aparte estos juegos de números, hay un punto fundamental: La decisión electoral el próximo 2024 dependerá en muy buena medida de la participación ciudadana. Si solamente votan los que forman el voto duro de los partidos, es muy probable que los resultados no sean muy diferentes de los del año 2018. Sí, ya sé que me he ganado algunas enemistades por decir cosas como éstas. Pero creo que es importante tener una visión precisa de lo que está ocurriendo en la política nacional y seguir el prudente consejo de Manuel Gómez Morín, fundador del PAN: “Que no haya ilusos para que no haya desilusionados”.
Es claro el concepto de que todos los votos son importantes y válidos. En particular vale la pena analizar el caso de la abstención del voto. Quién vota en blanco o por un candidato no registrado, está diciendo: “no voto por ninguno de los postulados”. De hecho, hay quien dice que la democracia no será completa mientras no se incluya la posibilidad de votar por el concepto de: “ninguno de los postulados”. Y, de aceptarse esta posibilidad, si el voto por “ninguno de los postulados” tuviera mayoría, las autoridades electorales convocarían a nuevas elecciones.
Pero es diferente el caso de quien se abstiene de votar. Lo que está diciendo el ciudadano que no vota es que le da lo mismo cualquiera de los candidatos. Dicho de otra manera, aceptaría de buen grado a cualquiera que salga elegido por aquellos que sí se decidieron a votar. De alguna manera estaría diciendo que cree que la mayoría de los que verdaderamente tienen el interés de votar, tendrán razón no importa a quién hayan elegido. Claro, la situación no es así de sencilla. Muchos se abstienen por pereza, por falta de interés, de formación cívica, o por otras razones similares.
El gran reto es la formación cívica masiva a la población, de manera que se logre en este plazo tan corto, que el ciudadano tenga conciencia del significado y la importancia de su voto. Y es muy probable que no alcance el tiempo en los 2 años que quedan para las elecciones generales del 2024.
De ser así, seguiremos en manos de la clase política y de su voto duro con sus operadores electorales; seguiremos siendo cautivos de las clientelas de los diversos partidos y será bastante dudoso que los resultados electorales, aun siendo formalmente legales, verdaderamente reflejen el sentir de la población. Y ése es, posiblemente, el peor de los escenarios para México.
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Antonio Maza Pereda