El auténtico López Obrador
Los pronunciamientos y acciones de parte de grupos armados y organizaciones radicales de izquierda en contra del gobierno ubican con mayor claridad a Andrés Manuel López Obrador como un producto del viejo sistema priísta, de donde abreva ideología, discurso y proyecto.
Con algunos de ellos tiene gestos de entendimiento, pero con otros el enfrentamiento discursivo es frontal.
Entre los primeros se encuentran organizaciones radicales insertadas en escuelas normales rurales, a quienes ha concedido la creación de una Comisión de la Verdad por los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa y su inclusión en la creación de 100 universidades en su sexenio; a otros les concede la liberación de “presos políticos”.
Pero otros grupos actuantes en la CNTE, en movimientos populares y en grupos armados cobijados en una ideología de izquierda han externado ya su oposición a López Obrador.
Huexca la última muestra
La termoeléctrica ubicada en Huexca, Morelos, tardó 10 años en ser construida y tuvo un costo de 22 mil millones de pesos. Está lista para entrar en funcionamiento, literalmente sólo le falta subir el switch.
La obra tiene un valor estratégico, pues contribuirá a asegurar la energía eléctrica a la zona Metropolitana de la Ciudad de México, donde se concentra el 32 por ciento de la población del país y donde se genera el 34 por ciento del PIB nacional.
Por su trascendencia, los estándares para su construcción debieron ser muy estrictos.
Los grupos radicales disruptivos han estado ahí en contra del proyecto y con argumentos parciales o con mentiras, sólo que ahora están empoderados pues en su campaña López Obrador les prometió que la obra se desecharía mediante la consulta.
Una vez expresada su inconformidad con la consulta, López Obrador los calificó de “extrema izquierda”, y al igual que a grupos de maestros de la CNTE que participaron en los bloqueos de las vías férreas, los llamó “reaccionarios”.
Ahora, con el resultado positivo para el inicio de operaciones para la termoeléctrica, el riesgo evidente es la reactivación de la resistencia y la violencia social.
Carlos Fazio, el escritor Juan Villoro; el activista Javier Sicilia; Gilberto López y Rivas; los actores Daniel Giménez Cacho y Ana Colchero; el narrador Hermann Bellinghausen; la activista y abogada Bárbara Zamora; el Partido Revolucionario de los Trabajadores; Servicio de Paz y Justicia, son algunos integrantes de la resistencia en Huexca.
A esta expresión le antecedieron la del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en su ceremonia de 25 aniversario el pasado 1 de enero donde el orador calificó de “mañoso” y “tramposo” al Gobierno y lo acusó de pretender destruir al país, a los pueblos originarios a través de las consultas ciudadanas.
“O pidiéndole permiso a la Madre Tierra. No le creemos. Sólo porque la Madre Tierra no habla, si no le dijera ‘chinga tu madre’, ‘vete a la chingada’”, expresó el subcomandante Moisés en una escenografía militarizada montada en La Realidad, Chiapas.
Mantuvo el tono del discurso al llamarle “a ese, al que está en el poder… viene por nosotros, porque aquí le estamos diciéndole claro, no le tenemos miedo; no le tenemos miedo a su Guardia Nacional… que le cambió de nombre para no decir Ejército”.
Llamaron “porquería” al proyecto del Tren Maya.
Vino después otro grupo armado, el Ejército Popular Revolucionario. A través de su órgano de difusión El Insurgente, el EPR, llamó “político de oficio” al Presidente; denunció la creación de la Guardia Nacional como un viejo plan, con otro nombre, desde el sexenio de Ernesto Zedillo y lo inscribe en una política “contrainsurgente”.
Origen es destino
Andrés Manuel López Obrador y su grupo, los cardenistas, provienen del viejo sistema priísta; postulan el nacionalismo revolucionario, como vía histórica que lleve a la revolución mexicana al socialismo.
Sus concepciones ideológicas, sus métodos son similares al del gobierno de Luis Echeverría (1970 – 1976); incluso, algunos personajes de esa corriente fueron formados y proyectados en ese periodo.
Porfirio Muñoz Ledo, presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, e Ignacio Ovalle Fernández, titular del organismo Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), son ejemplos claros de ello.
Los grupos de la llamada Familia Revolucionaria buscaban consensos y disolución para superar sus diferencias; pero en 1987, al quedar fuera de la sucesión presidencial, los cardenistas fragmentaron al sistema y al partido tricolor. Postularon a Cuauhtémoc Cárdenas para la presidencia a través de un Frente, al cual se unió la izquierda histórica.
Con base en esas alianzas, en 1989 se fundó el Partido de la Revolución Democrática (PRD), al cual posicionaron como de “izquierda”, pero realmente quedó en control del grupo de ex priistas. Baste sólo mencionar que de 1989 a 2008 –salvo un breve periodo interino de Pablo Gómez– ellos dirigieron al llamado partido del sol azteca.
Apenas cinco años les llevó fundar el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) hasta convertirlo en partido y dejar prácticamente en ruinas al PRD.
López Obrador evoca en sus intervenciones públicas a figuras históricas de relatoría oficial priista: Benito Juárez, Lázaro Cárdenas, Francisco I. Madero, etcétera. Son sus referencias para justificar sus decisiones.
Por eso los calificativos de conservadores, neoporfiristas a cualquiera de sus adversarios.
Andrés Manuel López Obrador es un producto del viejo sistema priista, es un liberal revolucionario, no es un hombre de izquierda, y ha sido la misma izquierda histórica quien se ha encargado de ubicarlo.
Estas fuerzas beligerantes disruptivas, caracterizadas por repudiar partidos, instituciones –sin importar quien gobierne– actuantes en grupos armados, en movimientos urbanos populares, se perfilan para ser el talón de Aquiles para los principales proyectos de este gobierno.
Son ellos quienes lo enfrentan, pues tienen claro que ha emprendido la restauración del viejo sistema priista.
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Mochila Política 68
Año 2, Febrero 17, 2019