El relativismo conduce al fracaso existencial
El célebre poeta de Castilla, Antonio Machado, escribió un sabio aforismo: “Tu verdad no, la Verdad y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”. Con estas palabras el poeta español nos dice con claridad que no existe lo que las personas llaman «su» verdad, sino que es todo un proceso de honestidad intelectual el esforzarse por encontrar la Verdad Objetiva, Única y Universal.
La gran tragedia de nuestra sociedad es caer en el relativismo, en no aceptar la verdad absoluta, única y universal, porque termina enredándose en excesivas disquisiciones y contradiciéndose.
Y es que en nuestros días estamos viviendo “el eclipse de la razón”, al abordar lo verdadero de manera equivocada, por ejemplo, con la confusa expresión “yo siento”, “yo opino”, “tengo la impresión”, “me parece que”... olvidando que la verdad no puede estar fincada en vagas impresiones o en meros sentimientos, siempre cambiantes y transitorios.
También es común escuchar la expresión “yo siempre me inclino por lo políticamente correcto”, como si la política mostrara el concepto de verdad, cuando en realidad la política sólo expone una postura acomodaticia y desligada de la realidad de los hechos.
Un ejemplo de ello son las palabras que dijo el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar, el 7 de septiembre del 2021, cuando la Corte despenalizó el aborto en México:
“Se trata de una nueva ruta de libertad, claridad, dignidad y respeto y un gran paso en la lucha histórica por la libertad y el ejercicio de los derechos (de la mujer)”.
Y la pregunta que inmediatamente nos hacemos a continuación es: ¿Y los bebés no tienen el derecho de vivir en el seno materno y ser respetados desde el momento de la concepción hasta su nacimiento? Y aún después, con el paso de los años o décadas, ¿hasta su muerte natural? Tradicionalmente “El Derecho a la Vida” ha sido siempre considerado en todas las culturas como el derecho prioritario del ser humano donde se sustentan todos los demás derechos.
Y, sin embargo, hubo toda una “cargada” en favor de “lo políticamente correcto”, lo que es una aberración porque la verdad nada tiene que ver con las decisiones políticas.
La “Verdad” es un valor ético, pues da sentido al respeto de los demás hombres, constituye uno de los pilares básicos sobre los que se asienta la conciencia moral de la comunidad y abarca todos los ámbitos de la vida humana.
Se me quedó muy grabada la confesión pública de un hombre de unos 75 años de edad, en una sesión de terapia colectiva, a la que se me permitió asistir como observador. Esta persona mayor se dirigía a un público joven y les decía: “¡Cuánto daría por tener la edad de ustedes, en sus maravillosos años de juventud! Yo también los viví y con mil excusas me centré en las drogas, el alcohol y en ser tremendamente infiel a mi esposa, no obstante que ya tenía 4 hijos. Continuaba con mis “aventurillas amorosas” y me justificaba pensando que sólo eran momentos de placer pasajeros, que lo importante era satisfacer mis caprichos carnales y que supuestamente así sería feliz. ¡Pero qué equivocado estaba! El hecho fue que tuve 5 parejas distintas -además de mi esposa legítima- con las que tuve 6 hijos. Ahora, a la vuelta de 75 años me doy cuenta que he hecho infelices a 6 mujeres y a 10 hijos. ¡He sido un verdadero desastre de vida! ¡Por ello, he querido venir a transmitir mi lamentable experiencia para que ustedes que están jóvenes no se extravíen de su camino porque el tiempo es breve, fugaz y la vida es tan sólo una! ¡No la tiren miserablemente a la basura! ¡Cómo me gustaría volver a tener 15 años de edad y evitar cometer tantas ‘burradas’ como las que yo cometí! Ya sé que esto es imposible de lograr, pero -por favor- saquen experiencia en cabeza ajena”.
Este testimonio dejó muy serios y pensativos a los jóvenes ahí reunidos. Hubo algunas preguntas. Pero entre aquel grupo quedó claro que el desenfreno sexual, así como el consumo de drogas y alcohol en exceso habían sido el detonador de una vida arrastrada por las pasiones y los vicios, hasta convertirse en esclavo de ellos, bajo la justificación de que todo era relativo y que vino a culminar con un estrepitoso fracaso existencial.
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Raúl Espinoza Aguilera