El socialismo ofrece un «paraíso» que siempre acaba en opresión

Es indudable que en nuestro país se está construyendo un “socialismo a la mexicana” con todas sus consecuencias. ¿Pero qué es el socialismo? ¿Cómo ha evolucionado a lo largo de la historia?

En sus orígenes el socialismo prometía un mundo de armonía y abundancia, a través de compartir la propiedad y realizar una redistribución dizque de forma equitativa.

Esta teoría se propagó rápidamente por Europa y Estados Unidos, planteando una utopía, un supuesto “paraíso terrenal”, que a la postre Carlos Marx lo denominó “el paraíso rojo”. Destacaba su fe en un progreso humano sin límites, basado en la ciencia y el pensamiento racional, dejando fuera a la Religión.

Desde principios del siglo XIX, un empresario, filántropo y teórico socialista inglés, Robert Owen (1771-1858), quien fue considerado el padre del socialismo, difundió sus novedosas ideas, primero en su fábrica en Escocia y, luego, en 1828 en la Unión Americana donde fundó una colonia, “New Harmony” (Indiana), en la que pretendió concretar su experimento social basado en el cooperativismo y la fraternidad humana. Pero ese proyecto terminó fracasando rotundamente.

Sin embargo, su pensamiento influyó en Friedrich Engels (1820-1895), filósofo, periodista y revolucionario alemán, y otros filósofos franceses y alemanes.

Engels publicaba un periódico donde difundía, a través de sus artículos, sus teorías socialistas. Carlos Marx (1818-1883), filósofo y periodista alemán, se identificó de inmediato con Engels, entró en contacto con él y se hicieron amigos, al grado que Engels lo sostuvo económicamente.

Engels animó a Marx a redactar su doctrina y le patrocinó la publicación del libro “El Capital” (primera parte). En coautoría publicaron “El Manifiesto Comunista” que tuvo especial resonancia en Europa. Tanto Engels como Marx desarrollaron el socialismo científico y el comunismo moderno porque coincidían en la doctrina de la «alienación» de la clase obrera, de la lucha de clases y la concepción materialista de la historia.

Esas ideas fueron calando en algunos intelectuales y líderes políticos, como Vladimir Lenin (1870-1924), revolucionario, teórico político, filósofo y líder comunista ruso.

Pero detengámonos en el caso de Rusia por su particular trascendencia mundial. Por esos años, gobernaba en Rusia el Zar Nicolás II (1868-1918), el último Emperador. Pero su desempeño político fue desafortunado tanto en el manejo de la la economía como de la milicia. Empujó a su país a combatir en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) pero el ejército no contaba con la preparación adecuada ni con las armas modernas para derrotar a los alemanes.

Reinaba en Rusia un clima de descontento generalizado hacia el Zar. Esta situación la supo aprovechar Lenin y en octubre de 1917 inició la revolución bolchevique en la que el Zar se vio obligado a dimitir. Pronto el Zar y toda su familia murieron fusilados.

Alejandro Kerensky quedó al frente del Gobierno Provisional. Pero en poco tiempo, Lenin se hizo con el poder total y gobernó desde 1917 a 1924. Aplicó a Rusia la doctrina de Carlos Marx y fue lo que se llamó “el marxismo-leninismo”.

Lenin gobernó con mano dura para mantenerse en el poder, y con la ayuda de León Trotsky y José Stalin, logró establecer un gobierno comunista. De esta manera el sistema comunista se fue extendiendo por muchos otros territorios vecinos, hasta llegar a constituirse como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) de 1922 a 1991, año en que se «extinguió».

A la muerte de Lenin, lo sustituyó José Stalin, quien creó un gobierno todavía más duro que el de Lenin, un gobierno del terror, en el que murieron asesinadas más de 20 millones de personas. Muchos fueron a parar a cárceles inhumanas denominadas “Gulags”. Y aun así, al término de la II Guerra Mundial (de 1945 a 1991), el comunismo se extendió por Europa Central y del Este, y comenzó la llamada “Guerra Fría” contra Estados Unidos.

La consigna de Lenin era extender el comunismo por todo el orbe. Así tenemos los casos de China con Mao Tse Tung (Maoísmo), en Cuba con Fidel Castro, en Chile con Salvador Allende (1970-1973), en Nicaragua con Daniel Ortega, en Venezuela con Hugo Chávez y Nicolás Maduro (el “Chavismo”).

Pero el comunismo en la URSS se desmanteló ante el clamor popular de los rusos pidiendo libertad y respeto a los derechos humanos. Durante el gobierno de Mijaíl Gorbachov proclamó la “Perestroika” y la “Glasnot” (transparencia) para lograr tener una mayor apertura hacia los países del bloque occidental.

Su sucesor, Boris Yeltsin se encargó de prohibir el Partido Comunista en Rusia y proclamar la autonomía e independencia de cada República. A partir de entonces, en Rusia y las otras repúblicas se respiraron nuevos aires de libertad y se han dedicado a impulsar su propia economía, con un sorprendente desarrollo y alto nivel de vida.

El actual presidente de Rusia Vladimir Putin ha impulsado el desarrollo económico y las libertades ciudadanas en este sufrido país, aunque se le acuse de ser un gobernante que se ha perpetuado en el poder. Fundamentalmente es criticado por Estados Unidos por no someterse a su influencia y mantener su autonomía propia. Putin no ha permitido que se introduzca el “capitalismo salvaje” ni la ideología de género ni la pornografía ni los antivalores a través de la educación y los medios de comunicación.

Recibió gran influencia ideológica del escritor ruso Solzhenitsyn, Premio Nobel de Literatura 1970, quien le recomendó conservar los valores tradicionales y multiseculares de Rusia y no permitir que se vea influenciada por la innegable decadencia de Occidente.

En la URSS la economía estatizada estaba prácticamente paralizada. Era como un “cadáver que había que enterrar”, en frase de Aleksandr Solzhenitsyn. Aquel “paraíso rojo” socialista, concebido por Marx y Lenin, fracasó estrepitosamente; y esto es lo que le espera al “socialismo a la mexicana”.
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Raúl Espinoza Aguilera

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