¿Es la “empresarialidad social” la próxima “justicia social”?
Karl-Friedrich Israel
«Cortesía de la Biblioteca Ludwig von Mises»
Puede ser un poco sorprendente a primera vista, pero la literatura académica sobre el tema más bien práctico de la iniciativa empresarial está creciendo rápidamente. Las publicaciones en las revistas relevantes gozan de una reputación relativamente alta y pueden ser útiles para ascender en la escala académica.
Con el fin de agregar nuevos conocimientos a la ya extensa literatura actual, a menudo se necesitan nuevos subtemas y preguntas de investigación que abran rutas para consultas innovadoras. Una de esas líneas de investigación que se ha desarrollado en los últimos años se refiere al análisis económico del “emprendimiento social”.
El Dr. Matthew McCaffrey, de la Universidad de Manchester, Reino Unido, publicó un ensayo muy reflexivo sobre el tema a principios de este año en su volumen editado The Economic Theory of Costs. Entre otras cosas, formuló la importante pregunta de cómo debe entenderse el emprendimiento social en primer lugar y lo que, en todo caso, lo diferencia del emprendimiento mundano en términos de cálculo económico de ganancias y pérdidas.
El término implica que no hay nada social sobre el emprendimiento como tal. Del mismo modo, el término alemán “Soziale Marktwirtschaft” (economía de social de mercado) sugiere que no hay necesariamente un elemento social en la economía de mercado. Sin embargo, si éste es realmente el caso, depende del significado del atributo “social”. Desafortunadamente, es un término notoriamente mal utilizado en el debate público y el lenguaje cotidiano.
En The Fatal Conceit: The Errors of Socialism, Friedrich Hayek se refirió a ella como la “weasel word”[1] o palabra comadreja (engañosa). Es una palabra comadreja porque generalmente priva al sustantivo adjunto de su significado real, como se supone que una comadreja puede vaciar un huevo sin dejar rastro visible. Hayek enumera unos 160 sustantivos que comúnmente están relacionados con este término, como “justicia social”, “conciencia social” o “contrato social”. En particular, se refiere a la expresión alemana “sozialer Rechtsstaat” (Estado social de derecho) que está anclado en la constitución alemana occidental de 1949, como probablemente el peor abuso de la palabra “social” en lenguas occidentales.
¿Sería el “emprendimiento social” otra de estas expresiones a agregarse a la lista de Hayek? McCaffrey no hace esta pregunta en su ensayo, pero no hay pruebas sólidas en el texto de que su respuesta sea afirmativa. Sin embargo, su mensaje es muy claro: el emprendimiento es intrínsecamente social en el sentido amplio de la palabra, ya que siempre implica interacción y cooperación humana. Además, cada emprendedor exitoso, ya sea que persiga una misión “social” o no, actúa económicamente y genera ganancias.
McCaffrey analiza dos tipos de empresas sociales. Las empresas sociales complementarias declaran públicamente que una parte de sus ganancias se gastará en ciertas causas “sociales”. Está claro que la parte emprendedora de tal entidad es esencialmente indistinguible de cualquier empresa mundana. Lo que las distingue es simplemente en qué se gastan los beneficios una vez que se generan. Sin embargo, esto generalmente no se incluye en el análisis económico del emprendimiento. En cierto sentido, sólo constituye una decisión de “consumo” por parte del empresario.
Las empresas sociales integradas son algo más complicadas. Integran la búsqueda de una misión “social” directamente en el proceso de producción. Un empresario podría, por ejemplo, contratar personas sin hogar y pagarles por encima del producto descontado de su ingreso marginal.
Ahora, al pagar a sabiendas a alguien por encima del producto descontado de su ingreso marginal, un empresario se abstiene a propósito de un ingreso potencialmente más alto. El empresario contribuye a la causa social de su propio bolsillo. Éste efectivamente dona una parte de sus ganancias. Pero es absolutamente esencial darse cuenta de que esto sólo se puede hacer en la medida en que la empresa esté configurada de tal manera que estos beneficios realmente se generen. No se puede donar una parte del ingreso que no se haya ganado antes. Si los salarios excedentes no se financian con los beneficios empresariales, consumen el valor del capital de la empresa, lo que por supuesto es insostenible a largo plazo. La empresa social fracasaría al igual que cualquier otra empresa que incurriera en pérdidas.
También podría ocurrir que a los trabajadores no se les pague por encima del producto descontado de su ingreso marginal. Este podría ser el caso cuando los consumidores valoran personalmente la búsqueda de la causa social integrada en el proceso de producción y, por lo tanto, están dispuestos a pagar precios más altos por los bienes y servicios proporcionados por el empresario. La misión “social” simplemente se convierte en una parte de la estrategia de marketing. En realidad, aumenta los beneficios empresariales.
Por lo tanto, el empresario exitoso combina y coordina diferentes factores de producción de tal manera que se genera un beneficio, ya sea que realice una misión “social” en el camino o no. De hecho, cuanto mayor es el beneficio, mejor se puede atender una causa “social”. En ese sentido, no hay diferencia de tipo entre el emprendimiento “social” y el emprendimiento mundano. Desde el punto de vista de la teoría económica, difieren fundamentalmente entre sí sólo en la medida en que la palabra comadreja “social” priva al “emprendimiento” de su verdadero significado y la “empresa social” se convierte en una obra de caridad.
…….
El artículo original se encuentra aquí.
redaccion.nuevavision@gmail.com