¡Está usted equivocado!

Una frase que duele. Que molesta. Que genera enojo. Inevitablemente. Nos la dicen con frecuencia, con razón o sin razón. Por otro lado, lo más importante es el modo como reaccionamos ante frases como ésta. Y la escasez de gasolina que hemos padecido en estos días nos da múltiples ejemplos de cómo reaccionamos ante esos señalamientos. Porque, generalmente, reaccionamos mal. De tal modo que algo que podría servir para que mejoremos, sólo causa división y enojo.

Es posible que esta manera de reaccionar nos haya sido infundida por el propio sistema escolar. Muchas veces este sistema, en todos los niveles, califica por medio de preguntas que tienen una única respuesta correcta. Otras respuestas reciben un tache, una baja en la calificación, pero rara vez una explicación del porqué del error o un reconocimiento de que hay respuestas que a veces son correctas, o que son parciales o que contienen elementos de verdad. Obviamente, nos resistimos, nos molestamos y tratamos de evitar esos señalamientos.

Veamos algunos ejemplos que vimos en este inicio de sexenio.

* Enojo: Suponer que si me señalan un error es porque son enemigos, de mala fe, que harán lo que sea por hacernos quedar mal. Claro, si esa es la reacción, ni siquiera analizaremos lo que nos dicen y mucho menos trataremos de aprender del error. Detrás de esta reacción está la creencia de que nosotros o nuestro partido no cometemos errores, que somos infalibles

* Atacar al que nos hace la observación: Con el concepto de que la mejor defensa es el ataque, tratamos de desacreditar a quien nos señala nuestros errores dudando de sus conocimientos, de su buena fe, de su honestidad o tratando de demostrar que el otro también se ha equivocado. De acuerdo con esto, nadie podría señalarnos nuestros errores, porque no hay nadie que no tenga errores. Pero, lo más importante, desperdiciamos tiempo y posibilidad de aprender porque no analizamos los argumentos contrarios para aprovechar lo que podemos aprender. Una variante es la persona que se pone “histórica” cuando se le señalan sus errores, por ejemplo, diciendo: “¿Por qué usted no reaccionó cuando los demás cometieron otros errores?” “¿Dónde estaba usted cuando se cometió tal error?” Otra vez, declaramos que sólo los que nunca cometen errores pueden hablar. El que el otro se haya equivocado, no quiere decir que no pueda opinar. Y que el otro se equivoque no quiere decir que yo tenga la razón.

* Polarizar: Irse a los extremos. Por ejemplo:” Si usted está en contra del cierre de ductos, es que está a favor de la corrupción”. Con eso, estamos diciendo que sólo hay una respuesta correcta para cada problema y que no puede, por ejemplo, reducir la corrupción sin cerrar ductos, o cerrar proyectos aeroportuarios u otros temas. Suponemos que todo se puede hacer de dos maneras. Me dicen que en la sabiduría judía hay un dicho que dice, más o menos: “Cuando para enfrentar un problema sólo hay dos soluciones, la mejor es la tercera”. Muy cierto. Cuando solo vemos dos soluciones, probablemente no hemos analizado a fondo las opciones, o nos ha faltado creatividad o nos hemos negado a aprovechar elementos útiles de las dos posibilidades.

* Insultos: No faltan los que, al no encontrar argumentos lógicos para responder a los señalamientos, recurren al insulto y a los adjetivos. “Lo que pasa es que usted es un chairo, un fifí, un ignorante, un irresponsable, un enemigo del Pueblo o un traidor a la Patria”. O, en el extremo, los insultos personales o las alusiones familiares.

Todos estos medios, en el fondo, es renunciar a pensar. Saltarse la razón y el sentido común. Al final, esto nos lleva a más errores, a complicar las soluciones y a crear enemistades que llevan a la violencia verbal y física. Esta no es la reacción sana si queremos tener justicia y paz en nuestra nación. No sólo justicia. No sólo paz. Las dos, porque si no, ninguna será completa y duradera.

Y esto pasa en muchos ámbitos. No sólo en la política, no sólo en las redes sociales. Lo encontramos en las familias, en los negocios, en los grupos sociales, entre las religiones y muchos otros lugares. ¿Podremos contribuir a mejorar el nivel de estos debates? ¿Podrá usted contribuir en lo personal?

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Antonio Maza Pereda

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