Golpe de estado
— P. Santiago Martín
(Franciscanos de María)
Lo del Sínodo alemán está tan mal que no sólo están alarmados los obispos y cardenales conservadores, sino que hasta los que son moderadamente liberales y que han apoyado reformas, como la comunión de los divorciados vueltos a casar según las circunstancias, se han asustado.
Si en días pasados fue un cardenal como Schönborn, de Viena, el que criticaba lo que está pasando, ahora lo ha hecho, y con contundencia, nada menos que el cardenal Kasper.
Kasper es alemán, teólogo y persona muy próxima al Papa, hasta el punto de haber merecido encendidos elogios del Pontífice nada más hacerse cargo éste del gobierno de la Iglesia.
Pues bien, Kasper ha llegado a decir que lo que pretenden sus colegas alemanes es un auténtico golpe de estado contra la Iglesia.
Tiene toda la razón, y lo peor es que son cada día más los que se suman a la rebelión; los últimos han sido los obispos franceses, que en sus conclusiones sobre la etapa nacional del “Sínodo sobre la sinodalidad” han copiado casi al pie de la letra las propuestas que están haciendo sus vecinos alemanes.
Otro que ha hablado, aunque no es la primera vez que lo hace, ha sido el cardenal Müller, también alemán, para el cual no se trata ya de una herejía o un cisma por parte de la Iglesia alemana, sino de una auténtica apostasía.
Mientras que cisma sería rechazar la sujeción al Papa (por ejemplo, lo que hizo monseñor Lefebvre), herejía sería negar una verdad de fe, y apostasía es el rechazo total de la fe católica.
Müller tiene razón: han perdido la fe y la han sustituido por el deseo de someterse al mundo, como si la Iglesia y el depósito de la fe fueran -en palabras del cardenal Kasper- “una masa que se puede amasar y moldear de nuevo según la situación”.
El propio Pontífice le habría dicho al presidente de los obispos alemanes, monseñor Batzing, según una revista jesuita, que no se trata de crear en Alemania un nueva Iglesia protestante, pues ya hay una muy buena. Se estaría refiriendo al camino sinodal alemán y estaría asumiendo así las tesis de los que consideran que se va inevitablemente a una protestantización de la Iglesia alemana.
Si esto es así, la cuestión está en saber cómo se va a actuar para evitarlo. Cuando hay un golpe de estado, tal y como ha dicho Kasper, los gobiernos utilizan los recursos que están a su alcance, dentro de la ley, para defender la legalidad.
Sin duda que no tenemos todos los datos, pero, aparentemente al menos, se está haciendo poco para sensibilizar a los católicos, de Alemania y de otros países afectados de la gravedad de la situación.
Habría que explicar al pueblo de Dios lo que está pasando, convocarlos a que usen la más poderosa de las armas: la oración.
Y también, antes de que sea tarde, quizá habría que actuar contra los que encabezan el golpe de estado y contra los que colaboran con él.
Como dijo al principio del Sínodo alemán el obispo de Essen (uno de los líderes de la revuelta) el cisma que se produzca no se va a ceñir a Alemania, como pasó con el de Lutero, sino que se extenderá por todo el mundo.
En este caso, como sucede con la educación de los jóvenes, muy pronto es demasiado tarde, y aquí ya estamos a punto de entrar, si no hemos entrado ya, en el “demasiado tarde”.
Otro tema de esta semana han sido las palabras del Papa dirigidas de manera informal a un grupo de obispos brasileños en visita “ad limina”.
El Pontífice ha dicho que no piensa renunciar y que son absurdos los rumores que hablan de una próxima renuncia suya.
Yo me hacía eco de esos rumores la semana pasada y ya dije entonces que tenía la convicción de que el Papa no renunciaría.
Creo que, más que nunca, hay que rezar por él, para que se deje guiar por el Espíritu y tome las decisiones acertadas para hacer frente no sólo a la gravísima crisis alemana, sino también al profundo desconcierto en que está sumida la Iglesia.
Lo mismo que en unas elecciones no votar es una forma de votar, también en este caso la pasividad es una manera de colaborar con los que están haciendo el mal, pues se les deja actuar impunemente.
Sin duda que no tenemos todos los datos y por eso no podemos juzgar, pero la situación es tan grave que no sólo es necesario actuar, sino que también sería bueno saber que se está actuando.
Estamos ante un golpe de estado y eso exige respuestas, que pueden ser privadas, pero que a ser posible también deberían ser públicas.
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P. Santiago Martín