Hospital de Jesús, última morada de los restos de Hernán Cortés

Haciendo a un lado el hecho de que Hernán Cortés, conquistador de México, es un personaje que aún sigue provocando polémicas, es algo evidente como, a partir de la Conquista, aquí empezó a integrarse la nación mexicana.

En esta ocasión no trataremos de la gran epopeya realizada por Cortés, de la valentía demostrada por Cuauhtémoc, ni de un sinfín de anécdotas que ilustran tan importante acontecimiento.

En esta ocasión, basándonos en estudios, investigaciones e incluso en nuestra presencia personal en el lugar de los hechos, trataremos de responder a la pregunta con la cual titulamos el presente trabajo.

Fue la tarde otoñal del 2 de diciembre de 1547 cuando, en el pueblo sevillano de Castilleja de la Cuesta, Hernán Cortés entregó su alma al Señor.

Su postrera voluntad -expresada en el Testamento de fecha 12 de octubre de aquel año- consistió en pedir que lo sepultasen en tierras de la Nueva España.

A los pocos días de su fallecimiento, el cuerpo del conquistador de la Gran Tenochtitlán fue depositado en la Capilla que los duques de Medina Sidonia tenían en el convento de San Jerónimo (Sevilla).

Años después, en 1566, sus restos fueron trasladados a la Nueva España para ser solemnemente sepultados en la iglesia de San Francisco de Texcoco, hoy catedral de aquella diócesis.

Pasó el tiempo y, el 24 de febrero de 1629, sus restos fueron trasladados, en medio de una gran pompa, a la iglesia de San Francisco de México. Esto se hacía tomando en cuenta la gran predilección que Cortés siempre había sentido por la orden franciscana.

El 2 de julio de 1794, por iniciativa del Virrey Segundo Conde de Revillagigedo, fueron trasladados al templo de la iglesia de Jesús Nazareno.

Allí fueron colocados en un modesto sepulcro, bajo un dosel que contenía un lienzo representando al Conquistador, el escudo de sus armas y el estandarte que le había servido en sus empresas.

El virrey ordenó que allí mismo se construyese un monumento suntuoso que encargó al escultor Manuel Tolsá, director de la Academia de San Carlos.

Pocos años después, a raíz de la Independencia, se desató una rabiosa fobia en contra de todo lo español, cayéndose en el extremo de que fogosos oradores excitasen el populacho a desenterrar los huesos de Cortés para llevarlos a quemar a San Lázaro.

Estaba tan caldeado el ambiente, que el Provisor de la Mitra ordenó al capellán mayor del Hospital de Jesús (que se encuentra a un lado del Templo de Jesús Nazareno) que se procediese a sepultar en lugar seguro los huesos de Cortés. En esta labor intervino personalmente el historiador Lucas Alamán.

Por aquella época llegó de Italia un descendiente de Cortés, el duque de Terranova, quien dispuso que la caja con los huesos fuese depositada provisionalmente en el crucero bajo la grada del altar de Jesús Nazareno.

En 1836, ante el clima de incertidumbre que vivía el país, se volvieron a sacar de ese lugar y, secretamente, fueron depositados en otro lugar que muy pocos conocían.

De todos estos hechos se levantaron actas minuciosas que se copiaron en 1843 para ser depositadas en la caja fuerte de la Embajada de España.

A partir de entonces, la gran mayoría creyó que los restos habían sido llevados secretamente a Italia.

Esto no fue un simple rumor, sino que llegó a ser afirmado por historiadores como Carlos María de Bustamante, José María Lacunza y José María Luis Mora.

Incluso los descendientes de don Hernando ignoraban el lugar preciso donde se encontraban los restos.

Pasó más de un siglo y fue en 1946 cuando los jóvenes Fernando Baeza y Manuel Moreno, que habían trabajado en oficinas que habían sido de la Embajada de España, encontraron en la caja fuerte la copia notarial del documento que describía el lugar exacto donde estaban los restos.

Informaron de tal hallazgo a los historiadores Francisco de la Maza y Alberto María Carreño quienes presionaron al Patrono del Hospital de Jesús, doctor Benjamín Trillo, para que quitase la tapia que cubría el nicho donde se hallaba la urna.

El entonces presidente, General Manuel Ávila Camacho, ordenó que quedasen bajo la custodia del Instituto Nacional de Antropología e Historia el cual resolvió que se reinhumaran en el mismo sitio donde habían sido encontrados.

El Hospital de Jesús donó la placa de bronce que señala en el muro del presbiterio el sitio preciso donde actualmente se encuentran los restos de Hernán Cortés.

Fue tanto el cariño que Cortés le tomó a dicho lugar que se dispuso que fuese allí donde sus restos durmiesen el sueño postrero.

Y no podía ser de otro modo puesto que, a pocos metros, fue donde Cortés y Moctezuma se encontraron por vez primera; asimismo fue allí donde Cortés fundó el Hospital de Jesús, el primero establecido en América y que aún está en funcionamiento.
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Nemesio Rodríguez Lois

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