La forja del carácter
Hoy, como siempre, la manera acertada de prepararse para el futuro, consiste en desarrollar el talento: es decir, capitalizar y aumentar la capacidad de la propia fuerza interior y de trabajo.
Se trata no sólo de retener y asegurar las virtudes y habilidades personales, sino de perfeccionarlas. Esto es vital en la vida y en cualquier organización. Así, al esforzarnos por ser leales, nos permite que la creatividad y la innovación expandan sus capacidades y cumplir exactamente lo prometido.
Si la persona humana mantiene una actitud positiva, las empresas obtienen un talento añadido y una fuerza de trabajo motivada y llena de energía y de convivencia alegre. Esto es especialmente cierto, si cada persona cumple el deber de cada instante, y está en lo que hace, con actitud de servicio.
Entonces es posible trabajar con perfección. Pero las cosas hay que hacerlas, por amor, queriendo el bien del otro. De lo contrario puede uno engreírse, con la consecuente tristeza de estar pisando en falso, descuidar la forja de las propias virtudes y fomentar el egoísmo. Si el trabajo no nos mejora, acaba por inflarnos, aunque aparentemente consigamos las metas; bastaría un pinchazo, y nos desinflaríamos como seres humanos: seríamos cáscara.
Si el trabajo no refina y desencadena el talento de cada trabajador, servirá de muy poco la capacidad de mando del jefe. Todos, pero especialmente, los directores deben proporcionar apoyo y predicar con el ejemplo, es decir, necesitan dar los recursos y la guía necesarios, para ayudar a los demás a cultivar y aumentar la capacidad de hacer el bien, desarrollar las habilidades y las competencias. Esta actitud de fondo, redunda en beneficio de todos y de la empresa. Suele ir acompañada de un aumento en la productividad.
La capacidad de hacer el bien es lo que da carácter al liderazgo. El carácter es destino. Es el carácter lo que determina si utilizaremos con eficacia nuestros conocimientos y habilidades, si podremos ayudar a ser mejores a los demás.
Existen varios atributos esenciales (solo mencionaremos unos cuantos): ser digno de confianza. Todo lo que pensamos, decimos y hacemos debe formar una unidad de vida sencilla y fuerte como el acero, de lo contrario no tendremos credibilidad: Una persona dividida, es una persona psíquica y moralmente deleznable.
Hemos de ser veraces si queremos crear ese clima de confianza en la empresa. Esta es la primera premisa para ser comunicativos, y que los demás nos crean. Responsables. Hechos, no solo palabras. La veracidad auténtica, se concreta en la responsabilidad. Vivir de acuerdo con nuestras responsabilidades ante todos, en especial ante quienes se benefician con nuestros servicios: Hemos de tomar las decisiones que es preciso tomar; hacerlo colegiadamente, ayuda mucho, y sobre todo, desarrolla el talento de trabajar en equipo, de unir fuerzas.
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Gabriel Martínez Navarrete