La “Nueva Normalidad”: Realidades y escenarios
Todos trabajamos para lograr mejores niveles de vida en sentido material, ético y espiritual. Los bienes que deseamos se originan a partir del primer bien: la preservación y el cuidado de la propia vida. La vida se completa con la educación necesaria para ser artífices del propio desarrollo en los diversos aspectos de la madurez humana.
No cabe duda que la humanidad ha recorrido miles de años bajo una bóveda de sangre y esfuerzo que representa caudales de energía ingente y persistente orientados hacia el dominio de la Naturaleza con el fin de procurar mejores entornos vitales. Nuestros antepasados nunca vivieron exentos de valor ya que soportaron enormes raudales de sufrimiento. Se sucedieron interminables series de éxitos y fracasos, como ahora. Probablemente más errores que aciertos.
En mi opinión, el esfuerzo humano civilizador jamás contó con años perdidos, negros u oscuros. Aunque, por la emergencia sanitaria, no podamos salir de casa para realizar las actividades ordinarias por algunas semanas, tal pensamiento no califica este tiempo como fracaso, quebranto o desorientación.
Cada época vive su propia normalidad porque seguimos siendo seres humanos, esencialmente iguales ya que participamos de la misma naturaleza humana. Tal vez con más mayores inclinaciones hacia los inventos y herramientas tecnológicos, pero no menos humanos que desde el inicio de la humanidad, aunque los orígenes de nuestra especie se pierdan en la inmensa oscuridad de la prehistoria.
Considero que la frase “nueva normalidad” es solamente un recurso retórico positivo y esperanzador para recordarnos que la vida seguirá siendo lo normal, lo que nos tocó vivir. La normalidad inicia con la aceptación de la realidad, es decir, admitir la realidad, conceder que ella es lo que es, no lo que yo quisiera que fuera.
Seguimos siendo seres humanos, seres relacionales necesitados unos de otros. ¿Qué sucederá en el futuro? En estos días vislumbramos algunos escenarios pero no todos. ¿Cambiarán los modos de vida? En parte sí y en parte no. Por ejemplo, nunca dejaremos de ser humanos, ni renunciaremos a la enorme masa crítica de avance que nos heredaron los antepasados. No perderemos la inteligencia ni el conocimiento acumulativo de siglos y siglos anteriores y del que ahora somos beneficiarios.
Estimo que la “nueva normalidad” es en realidad la normalidad de cada tiempo. Si aceptamos el término “nuevo”, sugiero que lo integremos en el contexto de renovarse uno mismo en el desarrollo del hábito de generar pensamientos positivos.
Cuando el futuro se pone un poco o un mucho difícil, imprevisible e incontrolable, es el momento de forjar pensamientos objetivos optimistas para distinguir lo que podemos hacer de lo que está fuera del alcance personal.
Si bien afrontar con salud mental aumenta la calidad de vida ante los retos que exige la pandemia, sería incompleto un esfuerzo solamente humano, porque nuestra cultura y civilización occidental se encuentran enraizadas en elementos trascendentes como la fe religiosa, y por eso también nosotros podemos fiarnos de Dios que, según el dicho, “aprieta pero no ahoga”.
Nuestro problema es la tendencia a etiquetar a los otros únicamente en parámetros de conservadores, neoliberales y opositores cuando todos somos seres humanos iguales.
Y terminamos por llenar este hermoso lugar llamado Tierra con plomo, hambre y muerte. Y todo por el ego de un puñado de políticos. Pero al final los viejos, los de la tercera edad, saben que no vale la pena. Muchos necesitarán llegar a esa edad –si es que llegan– para entenderlo.
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