La Patria y la verdad histórica
Nos acercamos bastante a los dos siglos de andadura como nación. ¿Serán suficientes para mirar nuestra historia sin complejos, con madurez y perspectiva? ¿O seguiremos cómodamente instalados en mitos, símbolos y figuras que lamentablemente son falsos?
La de México es una historia reconstruida y contada con la finalidad de transmitir un fuerte sentido de pertenencia, un santo orgullo nacional y forjar así una nación.
Ahora que ya somos una nación forjada, a dos siglos de su Independencia, ¿tendremos el valor de mirar la verdadera historia, no la reconstruida, sino la simple y prosaica realidad?
* ¿Estamos preparados para aceptar la sobria realidad o preferimos el mito?
* ¿Queremos que nos cuenten una historia auténtica o preferimos una leyenda dorada, plagada de ídolos eternos, intangibles e ideales?
* ¿No será el momento de enfrentarnos a los verdaderos protagonistas de la historia, hombres reales, de carne y hueso, con sus grandezas y sus miserias, con sus aciertos y sus errores?
En el año 2000, para celebrar con verdad el jubileo, San Juan Pablo II realizó una purificación de la memoria, en la que expresamente pedía perdón por los errores y culpas del pasado. Con una décima parte de esa historia, con apenas dos siglos, ¿estaremos preparados para realizar nuestra propia purificación de la memoria? Sería realmente notable que nosotros pudiéramos realizar en doscientos años lo que a la Iglesia le costó dos mil. Aceptar nuestra identidad, reconciliarnos con nuestro pasado, con nuestras raíces.
No significa que dejemos de estar orgullosos por ser mexicanos, sino de que no necesitemos mentiras piadosas para estarlo. Es mejor estar orgullosos de la realidad, por incómoda y prosaica que pueda parecer, que de la ilusión, por maravillosa que sea. Quizá todavía no lo estamos, quizá doscientos años sean todavía poco tiempo, quizá no haya fraguado aún el sentido de pertenencia y de unidad, quizá nos falta todavía madurez histórica y no somos capaces de resistir aún la cruda realidad.
¿Qué ventajas tendría?, ¿cuál es la utilidad de hurgar en nuestro pasado, buscar la verdad y no contentarnos con el discurso prefabricado de siempre, que nos exalta y enardece lo suficiente durante los días patrios?
Que los mexicanos nos merecemos una explicación, no sólo nos la merecemos, sino la necesitamos. Porque…
* ¿Cómo explicar, si no, nuestra triste realidad?
* ¿Cómo es posible que un pasado glorioso haya producido un presente doloroso?
* ¿La violencia irracional, la corrupción generalizada surgieron de la nada, como hongos, sobre unos orígenes de impecable virtud y heroísmo?
* ¿En qué momento nos acostumbramos a estos tristes vicios?, ¿cómo surgieron?
Necesitamos conocer la historia real, para tener un diagnóstico preciso de las causas de nuestros problemas presentes. No vamos a erradicar los cánceres de la violencia y la corrupción diciéndonos una y otra vez que somos los mejores.
Nuestros problemas, bien reales y presentes, no van a desaparecer porque les demos la espalda. Pero esos problemas actuales tienen una genealogía, y desentrañarla supone enfrentarnos a nuestro pasado real, con sus vicios y fracturas, por doloroso que nos parezca esa toma de conciencia. Parafraseando a Vargas Llosa, deberíamos preguntarnos, “¿en qué momento se jodió México?” No para lamentarnos, sino para poderlo arreglar.
* ¿Podemos digerir la historia o debemos seguir viviendo de la mitología?
* ¿Podemos reconocer a quienes consumaron la independencia –Agustín de Iturbide-, o lo seguimos proscribiendo por sus filiaciones políticas?
* ¿Podemos reconocer y pedir perdón por las masacres innecesarias del Padre de la Patria, o la violencia irracional puede ser buena, dependiendo de quién la realiza?
* ¿Cómo explicar que todos los protagonistas de la Revolución Mexicana son héroes, pero todos se mataron entre ellos?
* ¿Podemos asumir la historia real, con amor y respeto, para conocer bien las raíces de nuestros logros y de nuestros problemas, o todavía es prematuro?
Al acercarse México a los doscientos años como nación independiente, vale la pena preguntárnoslo.
La verdad puede ser dolorosa, quizá menos gloriosa, pero tiene la ventaja de ser real.
Hoy la patria necesita la verdad, no la ilusión.
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P.Mario Arroyo
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