La preciosidad del matrimonio y la familia
Uno de los grandes retos de la familia actual es tratar de comer juntos y tener momentos de conversación. Al menos se ha de procurar hacer una comida al día juntos, ya que vivimos bombardeados por trabajos y entretenimientos que pueden quitar estos preciosos momentos del arte de convivir en familia y con los hijos. Hay que planear los temas de conversación (temas actuales, trabajo, estudio, amistades, historia, lecturas, deportes, exámenes, etc.) y saber preguntar a cada uno cómo le fue durante el día e interesarse por los detalles más pequeños.
Pocos lugares son tan buenos para educar a los hijos como a la hora de la comida, allí aprenden a conversar. Allí los padres también enseñan a sus hijos las buenas maneras y a preocuparse los unos por los otros, a compartir, a conocerse y amarse. Si la madre les prepara la comida con detalle, los hijos se empiezan a sentir que valen. Es importante que los hijos se sepan apreciados y tenidos en cuenta. Además, comer en familia lleva menos riesgos de sobrepeso.
G.K. Chesterton escribía: “Yo he conocido muchos matrimonios felices pero ni uno solo compatible. Toda la mira del matrimonio es combatir durante el instante en que la incompatibilidad se hace indiscutible, y sobrevivirlo”. Y es verdad, el cuento de que hay incompatibilidad de caracteres se inventó cuando no se tienen argumentos sólidos para romper y se carece de valentía para decir que en algo debemos cambiar o ceder.
Cada uno de nosotros somos distintos, más o menos egoístas. Es preciso poner empeño para salir de ese angosto mundo del egoísmo y descubrir la grandeza y la paz de centrar la propia vida en los demás.
Dios ha encargado a la mujer que cuide de su esposo, y a él que la proteja y provea. Son muy importantes las legislaciones sobre el matrimonio. La ley positiva ha de basarse en la ley natural. La ley natural es la base sólida de todo derecho y de todo deber. Hay que saber distinguir entre la legalidad –que sólo ve la ley escrita-, y la legitimidad. Lo legítimo es lo que es justo y lo que está en armonía con el Derecho Natural.
Con el recién aprobado “divorcio express” (divorcio rápido) se ataca fuertemente a la familia porque ese divorcio lo único que busca es separar a los cónyuges, sin considerar que muchas veces hay una crisis pasajera de parte de él o de ella, y que, reflexionando en el bien que trae la solidez de un matrimonio para los cónyuges y para los hijos, superan la prueba y salen de ella con más madurez. Ese divorcio exprés tampoco considera la patria potestad ni la manutención de los hijos, se centra en separar a los cónyuges y ya.
Reducir matrimonio a una cuestión “erótica sexual” es remitirlo a una cuestión corporal sexual. Eso no es el matrimonio.
Decía el cardenal Joseph Ratzinger: la sexualidad se ha trivializado, se ha banalizado porque se ha reducido al placer, pero la sexualidad es un misterio muy grande, incluso es un misterio sagrado porque es un proyecto de Dios de crear al hombre para el amor, es un modo de participar de la realidad de Dios. Tiene su plenitud en el amor divino, pero cuando la sexualidad se separa del amor, se hace trivial y se convierte en un objeto de comercio. Al separarse del amor se separa de la vida y lleva a la “cultura de la muerte”.
La cuestión de la relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano. No puede separarse de la pregunta: ¿quién soy? Y esta pregunta, a su vez, no puede separarse del interrogante: ¿existe Dios?, y, ¿quién es Dios? La respuesta de la Biblia a estas dos preguntas es unitaria: el hombre es creado a imagen de Dios, y Dios mismo es amor. Por este motivo, la vocación al amor es lo que hace del hombre auténtica imagen de Dios: se hace semejante a Dios en la medida en que se convierte en alguien que ama.
Las diferentes formas actuales de disolución del matrimonio, como las uniones libres y el «matrimonio a prueba», hasta el ‘matrimonio’ entre personas del mismo sexo, son expresiones de una libertad anárquica. Una ‘libertad’ así se basa en una banalización del cuerpo, que inevitablemente incluye la banalización del hombre. Su presupuesto es que el hombre puede hacer de sí lo que quiere: su cuerpo se convierte de este modo en algo secundario, manipulable, que se puede utilizar como se quiere. El libertinaje termina haciendo despreciable el cuerpo.
Somos corresponsables del futuro de la humanidad, porque «el futuro de la humanidad nace y crece en la familia”. G.K. Chesterton escribía: “El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina, ni un comercio, ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia. Los que hablan contra la familia no saben lo que hacen, porque no saben lo que deshacen”. Este autor inglés, Chesterton, escribió hace 75 años: “La próxima gran herejía será simplemente un ataque a la moral, especialmente a la moral sexual. Y la locura del mañana vendrá, no de Moscú, sino de Manhattan”.
La familia existe y debe existir. No hay teoría o progreso que pueda destruir esta verdad sin acarrear la ruina.
El entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio –actual Papa Francisco– dijo respecto a la iniciativa de introducir el matrimonio entre personas del mismo sexo, en Argentina, en 2010: No seamos ingenuos, no se trata de una simple lucha política, hay una intención para destruir el plan de Dios: No es un mero proyecto político (es un mero instrumento), es un movimiento del padre de la mentira que desea confundir y engañar a los hijos de Dios.
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