Leer buenas obras dan solidez a las personas lectoras
Un educador de nuestro tiempo recomendaba a los adolescentes que leyeran buenas novelas sobre el amor, de ese modo adquieren experiencia de cómo se puede conocer al verdadero amor del falso. Por ejemplo, una chica que ha leído 40 historias de amor, tiene ya 40 experiencias, riqueza que no dan las telenovelas. Si advierte que un joven piensa que ama a una joven, pero en realidad lo que siente es mero afán de poseerla, observará cómo la joven se entrega a un vértigo que la arrastra hacia la destrucción. Esa penosa historia alecciona a esa chica lectora para el futuro.
Se ha dicho que la literatura es como un espejo que el hombre levanta ante sí y le ayuda a conocerse. En efecto, las grandes obras de la literatura universal proporcionan un profundo conocimiento del alma humana. Los grandes genios del arte literario son aquellos que han acertado a contar el drama que acontece en el corazón del hombre de todos los tiempos: el amor y el dolor, la miseria y la grandeza y la lucha del corazón.
Quien lee una obra literaria de calidad, se sumerge en su proceso, lo vive como algo propio, como una trama de experiencias constructivas o destructivas que pueden muy bien ser, un día, sus propias experiencias. El lector ve los procesos que puede seguir en su vida. Esta forma de lectura nos enseña a prever, que es la tarea primordial de la formación ética.
En los libros aprendemos a transmitir conocimientos, a compartir experiencias; en particular, los grandes libros ayudan a comprender con mayor profundidad el alma humana.
“En la ciencia, lea de preferencia los trabajos más nuevos; en literatura haga lo contrario. Los libros clásicos siempre son lo más moderno que encontrará”, escribía el novelista Edward Bulwer-Lytton a un amigo que le consultaba sobre lecturas.
La lectura no sólo proporcionan información sino que crea hábitos de reflexión, análisis, esfuerzo y concentración, aumenta el vocabulario y mejora la expresión oral y escrita.
Un libro no es sólo un producto, y el lector no es sólo un consumidor. Las lecturas condicionan nuestro modo de pensar, y éste determina nuestra forma de vivir. Por eso es fundamental elegir bien.
Juan Pablo II dijo: “Siempre he tenido un dilema: ¿Qué leo? La producción editorial ¡es tan amplia! No todo es valioso y útil. Hay que saber elegir y pedir consejo sobre lo que se ha de leer” (¡Levantaos, vamos!, p. 74).
Hemos de ser selectivos al elegir nuestras influencias. Seleccionar lo valioso, lo que merece la pena, lo que es coherente con las propias convicciones.
Francis Bacon afirmaba que «la lectura produce personas completas; la conversación, personas dispuestas, y la escritura, personas precisas». Es mucho más fácil comprender el mundo, a los otros y a nosotros mismos después de haber leído «El Quijote» o a Shakespeare.
El encuentro con un libro supone para millones de personas el umbral de entrada al mundo de la verdad, de la belleza y de la libertad. Cada uno es responsable de cómo alimenta su inteligencia: lecturas, películas, programas de radio o TV, escenas de Internet, tipo de música, etc.
Por muchas razones los libros ocupan un lugar fundamental en la vida cultural de las personas. Los argumentos, historias, ejemplos y metáforas que aprendemos en los libros llenan de razones y de palabras nuestro andar diario.
Leer es la forma de rebelión más eficaz en los tiempos que corren. Mantener a la gente en la ignorancia es un mal negocio para la sociedad pero buen negocio para los hombres del poder. Por ello el Poder Oscuro (Deep Power) promueve el auge del alcohol, del sexo y de la droga.
Tenemos una sociedad anegada por la industria del entretenimiento. Vivimos una cultura de masas, con una educación más pragmática que reflexiva. Por eso es tan importante la lectura, la buena lectura, porque ella puede cambiar y mejorar muchas vidas.
…………………………..
@NuevaVisionInfo
redaccion@diarionuevavision.com
Rebeca Reynaud