Los beneficios de la educación religiosa
Las reformas propuestas por la ministra de Educación del gobierno socialista de España, Isabel Celaá, no tienen más objetivo que el de arrinconar a los colegios concertados y -de ser posible- acabar con la educación religiosa.
Con el objeto de mejor comprender la gravedad del problema, es preciso hacer una distinción.
No es lo mismo instrucción que educación.
La instrucción se refiere a los conocimientos que recibe el alumno, como pudieran ser lecciones de Química, Geografía, Literatura o Matemáticas.
Y en cambio, la educación es algo más profundo puesto que inculca una serie de hábitos buenos que -a fuerza de repetirse- se transforman en virtudes, como pudieran serlo la honestidad, la fidelidad conyugal, el respeto a la palabra dada, la puntualidad y el buen tino para tomar la decisión más prudente.
Ahora bien, cuando se imparte educación católica se logran los siguientes beneficios:
1) Se desarrolla el sentimiento puesto que, al descubrir tanto las maravillas de la creación como su condición de hijo de Dios, el educando se eleva a un plano superior.
Prueba de esto es que la religión ha inspirado las más bellas obras de arte.
2) Se desarrolla la razón puesto que, al presentarse la religión como ciencia de las ciencias, al educando se le abre la inteligencia haciéndole comprender conceptos que para la mayoría son problemas sin solución.
3) Se educa la voluntad puesto que, al normar la conducta según los preceptos de una Moral perfecta cuyo autor es el mismo Dios, el hombre descubre sus deberes para con Dios, para consigo mismo y para con su prójimo.
Pues bien, armonizando estos tres beneficios (desarrollo del sentimiento, de la razón y de la voluntad) logramos al hombre integral o sea aquel que todo lo entiende y que sabe comportarse conforme a una regla moral.
Y, al ser millones quienes han sido educados de tal modo, logramos una sociedad virtuosa.
En cambio, en aquellas sociedades donde sus miembros no han recibido una auténtica formación religiosa, se ve como las mentalidades se distorsionan, las voluntades se corrompen y -consecuencia lógica- el hombre acaba transformado en una fiera.
Un ejemplo que confirma lo que acabamos de exponer nos lo ofrece la España de hoy.
No hay día en que alguna noticia, ya sea sangrienta o de actos de corrupción, impacte fuertemente a la opinión pública.
Mujeres asesinadas por sus parejas (así se les llama hoy a los amantes) quienes -después de cometido el crimen- acaban siempre suicidándose; niños desaparecidos que aparecen muertos a los pocos días; cuantiosos desfalcos cometidos por importantes personajes de la sociedad o de los partidos políticos.
Todas estas noticias, por desgracia, son el amargo pan cotidiano.
¿Y saben nuestros amigos lectores cuál es la causa?
Desde luego la descristianización de una sociedad que ha visto crecer a toda una generación de españoles sin recibir una sólida formación religiosa.
Y si millones de españoles no obtuvieron los tres grandes beneficios que ofrece la educación religiosa, ello se debe a que -a mediados de la década de los años 80 del siglo pasado- el entonces presidente, el socialista Felipe González, implantó la LODE, una ley que cambió de modo radical un sistema educativo que, durante décadas, había demostrado su eficacia al formar toda una generación de españoles ejemplares.
Felipe González, hombre astuto, no se dedicó ni a confiscar propiedades ni a incendiar templos pues sabía muy bien que eso podría provocar una reacción popular que haría tambalear su gobierno.
Felipe prefirió dar garantías a los empresarios y de ese modo calmar los ánimos de una sociedad que le había recibido con desconfianza.
Una vez tranquilizada la opinión pública, tanto por medio de reformas que ponían trabas a la educación religiosa como por el creciente auge de la pornografía, se logró cambiar la mentalidad de todo un pueblo.
“Cambiaremos a España de tal modo que no habrá de reconocerla ni la madre que la parió”, había dicho el vicepresidente Alfonso Guerra apenas ganadas las elecciones del 28 de octubre de 1982.
Y vaya que lo cumplieron. Treinta y seis años después, España es otra.
Ante todo lo anterior… ¿Debemos extrañarnos ante tanto aborto, bodas gays, crímenes, robos, desfalcos e incontables barbaridades?
No hay efecto sin causa. Estos son lodos de aquellos polvos.
Pues bien, al quitarle rango de asignatura a la Religión, se pretende llevar la antigua reforma de Felipe González hasta sus últimas consecuencias.
Habrá quien nos objete diciendo que la Religión debe enseñarse dentro de los templos y no en las escuelas.
A esto respondemos diciendo que en los templos no se educa religiosamente; cuando mucho se instruye y esto de un modo muy deficiente. Y esto lo decimos por tres razones:
1) En sus homilías, los sacerdotes hablan a un elevado número de personas, siendo que el número ideas para captar conocimientos no debe ser superior a 25.
2) Los grupos suelen ser heterogéneos; por lo tanto, al expositor se le dificulta exponer sus conocimientos a un mismo nivel.
3) El sacerdote, al estar oficiando, no puede dialogar con los fieles y, gracias a dicho diálogo, darse cuenta de si han comprendido o no lo expuesto. Mucho menos puede hacerlos estudiar y examinarlos de sus conocimientos.
Queda el recurso de la catequesis, pero, al ser reducido el número de sacerdotes, apenas les alcanza el tiempo. Se ven obligados a delegar en catequistas cuyos conocimientos en la materia no suelen ser muy sólidos.
Conclusión: La escuela es el lugar más conveniente para educar religiosamente al pueblo puesto que es dentro de las aulas donde se imparten conocimientos a grupos reducidos y homogéneos que cuentan con un maestro que procura hacerse comprender, que les hace estudiar y que vigila para que practiquen una serie de virtudes.
Esto es lo medular: Fortalecer la voluntad del educando haciéndole rechazar el mal y elegir siempre el mayor de los bienes.
En cambio, quienes no reciben formación religiosa y solamente son instruidos en materias técnicas, se les atrofia el entendimiento, adquiriendo una cultura tan desequilibrada como las tenazas de un cangrejo.
Por desgracia, gracias a Felipe González y socialistas que le sucedieron, esto es lo que ha pasado en España.
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