Madres solteras
Se acerca el «Día de las Madres», un momento familiar particularmente entrañable, donde todos buscamos agasajar a nuestra mamá, columna vertebral del hogar. Es además una fiesta consumista, una “pequeña navidad” según algunos, donde se activa la economía gracias a las celebraciones y regalos. Pero ese día, que pasa rápido, deja paso al resto del año, donde el mensaje que se repite sorda e insistentemente es: la maternidad es un peso, la maternidad es odiosa, la maternidad es un obstáculo a la realización personal de la mujer.
No es una exageración. Hace algunos años, en un salón de clases universitario, pregunté cuántas chicas querían tener hijos, y poco menos de la mitad respondieron afirmativamente. Algunas querían casarse sin tener hijos, otras tener hijos sin casarse, y solo un tercio de las chicas quería casarse y tener hijos. Algo estamos haciendo mal, de forma que no presentamos la maternidad como una forma de realización personal. No conseguimos hacer ver algo obvio: que el don de dar la vida es exclusivo de la mujer, y que encierra en sí mismo algo de maravilloso, un auténtico milagro natural que sólo se da en ellas, y que debemos reconocer.
Además, cargamos las tintas en lo que a embarazos no deseados se refiere, o a la problemática de las madres solteras o madres adolescentes. Como si efectivamente ya toda la vida se echara a perder por ser madre soltera, y hubiera que tenerle miedo a esa eventual situación como si fuera el mismísimo demonio. Es verdad que el embarazo adolescente no sea algo para promover, no es la situación ideal. Pero adolescente o adultas, las mujeres tienen la capacidad maravillosa de dar vida, y por ello, deberían contar con todo el apoyo y el reconocimiento de la sociedad.
Por eso pienso que merecen una especial mención y reconocimiento las madres solteras, siempre, pero particularmente el Día de las Madres. ¿Por qué? Porque tuvieron el coraje y la sabiduría a un tiempo de dar la vida, cuando la presión social y muchas veces familiar, las empuja al aborto. Merecen reconocimiento por haber dicho no al aborto y sí a la vida, aunque esto les haya supuesto un sinfín de dificultades. Han tenido la sabiduría de reconocer que la vida es maravillosa y merece la pena sortear todos esos problemas, por tener el privilegio de otorgarla primero y encauzarla después.
La sociedad tiene una gran deuda con las madres solteras. Porque se considera una realidad negativa, cuando, por el contrario, es maravilloso dar la vida, aun cuando no sea en las circunstancias ideales. Hay mucha hipocresía en ese recelo social, en esa estigmatización, ¿cuántos miembros de la sociedad no son hijos de madres solteras? Su vida y su aportación, ¿acaso no son valiosas? No hay que promover que haya madres solteras, pero sí hay que reconocerlas, ¿por qué? ¡Por valientes!, ¡por generosas!, ¡por inteligentes! Sí, inteligentes, pues se han dado cuenta que dar la vida es mucho más valioso que quitarse un problema de encima.
Debería existir una campaña mediática de reconocimiento a la madre, cualquiera que sea su situación. Al mismo tiempo, sería interesante organizar campañas públicas de apoyo a las madres solteras y a las mujeres con embarazos no deseados. Animarlas a dar la vida, ofrecerles apoyo médico, psicológico e incluso económico, para que no teman y se aventuren a ser mamás. Deben gozar de un reconocimiento social, máxime cuando tienen la fácil posibilidad de abortar. Reconocerlas por tener el coraje de dar la vida y ser mamás en situaciones extraordinarias.
El Día de la Madre nos enfrenta a una batalla cultural: la de redescubrir la grandeza de la mujer por tener el don de dar la vida; la de mostrar cómo dar la vida es una forma legítima y maravillosa de dar sentido a la propia existencia, de realizarse. Y en esa batalla, un reconocimiento especial para las madres solteras, porque en situaciones más adversas han vencido el miedo y han otorgado la vida. Merecen un reconocimiento público y el apoyo de la sociedad, porque les debe mucho, pues no son pocos los hijos de madre soltera que la componen. Ojalá estemos dispuestos a cambiar de paradigma y reconocer y valorar la maternidad no un día, sino siempre.
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P. Mario Arroyo
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