Martín Luis Guzmán: Un liberal del siglo XIX y demócrata del XX (I)
La Historia es como un baúl viejo que atesora gran cantidad de lecciones. Se autoafirma como maestra de vida, al grado de sostener que quien no la conoce termina por repetir los mismos errores del pasado.
Esto es cierto, pero sólo en parte, porque aún hoy, conociendo los errores o aciertos del pasado, no es inusual repetirlos de nuevo. La libertad humana no es fácil de sujetar porque somos seres impredecibles.
En esta columna, deseo recoger algunas líneas escritas por uno de los mejores prosistas mexicanos del siglo XX. Es autor de libros tan famosos como “El águila y la serpiente” publicado en 1928 y “La sombra del caudillo” en 1929, análisis de la crisis política de México. Menos conocida es su primera obra “La querella de México” difundida en 1915 y protagonista en la presente colaboración.
Martín Luis Guzmán nació en Chihuahua, Chihuahua, el 6 de octubre de 1887. Estudió Derecho en la Ciudad de México y se unió al ejército de Francisco Villa en 1914. Participó activamente en la Revolución.
Después de varios años de exilio en España regresó a México para trabajar como periodista y en 1940 fue nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Fue embajador de México ante las Naciones Unidas de 1953 a 1958, y senador de la república de 1970 a 1976.
En “La querella de México” advierte sobre las fuentes del mal que aquejaban al país y que siguen siendo actuales a la vuelta de cien años. Apunto en seguida algunas líneas de su propia mano que nos pueden ayudar a comprender mejor la
crisis que padecemos, histórica y no menos profunda:
– “La expresión periodística en política, es una forma común de comunicar los hechos de poder, y puede ser compleja o sencilla, y en ocasiones hasta bella, pero muchísimas veces es cruda. Consiste en mostrar los valores humanos no sólo de manera personal, sino como parte de la moral pública”.
– “Nuestro desorden económico, grande como es, no influye sino en segundo término, y persistirá en tanto que nuestro ambiente espiritual no cambie.
– “Perdemos el tiempo cuando, de buena o mala fe, vamos en busca de los orígenes de nuestros males hasta la desaparición de los viejos repartimientos de la tierra y otras causas análogas”. Añado, por ejemplo, la importancia de indagar los orígenes de la tradición cultural judeocristiana y grecolatina con los valores que construyeron la civilización occidental y de la cual somos herederos.
“Las fuentes del mal están en otra parte: están en los espíritus, de antaño débiles e inmorales, de la clase directora; en el espíritu del criollo, en el espíritu del mestizo, para quienes ha de pensarse en la obra educativa”.
Al buen entendedor pocas palabras.
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Rubén Elizondo Sánchez