¡Una buena excursión te ayuda a hacer “clic” con tus hijos!
Soy renuente a los cursos para padres de familia en la escuela de los adolescentes: sesiones con interminables listas de consejos. Pero me vi sorprendido por un buen educador familiar quien nos llevó a profundizar en la causa final de nuestras acciones y nos sugirió una excursión. Ambos con un resultado eficaz: comunicarnos con nuestros hijos.
Plantas espinosas, humedad, lodo, follaje cerrado, ¿quién quiere meterse ahí? Levantarse temprano en domingo, y arriesgarse en una caminata resbalosa: ¡que absurdo! ¿No sería mejor quedarse más tiempo en cama, preparar un desayuno especial y descansar? Después de todo, ¡es domingo!, día de descanso.
Arturo pensaba: “¿Quién propuso esta excursión?, ¿qué hacemos aquí? No llevamos ni cinco minutos caminando y ya estamos metidos hasta las rodillas en un arroyo con agua helada”.
Durante la semana algunos papás en la secundaria fueron invitados a la primera conferencia sobre Adicciones y Afectividad. Qué fácil es para todos caer en vicios como alcohol, cafeína, nicotina, drogas y videojuegos. Si lo es para todos, para personas en proceso de maduración con más razón.
El expositor dio un giro sorprendente a la conferencia. Los padres de familia esperábamos una larga lista de represiones como “…los padres no deben fumar, tomar, drogarse…”, “…el mal ejemplo de los padres deja desarmados a los hijos…”, “…la lista de drogas y su efecto se muestra en esta tabla…”. Pero no. Su enfoque fue más profundo. Comenzó preguntando: “¿Cuál es el objetivo final, el resultado, el punto de llegada que ustedes pretenden con la educación de sus hijos?”.
Y continuó: “…Voy a ser más específico: no quiero que me digan los éxitos que esperan que sus hijos logren, como terminar una carrera, que sea una persona de bien, etc. Eso se lo preguntaré a ellos…”
“…Quiero la causa final de ustedes como padres; no bastará con decir: ‘ser una buena madre’, ‘ver triunfar a mis hijos…’ Eso está bien, pero es poco. Profundicen por favor”.
Sofía, una mamá, pregunta: “Causa final… digamos relativa o absoluta, ¿cómo debo entenderlo?”.
Javier, el expositor, responde: “Podrías pensarlo como algo inmediato y temporal, por ejemplo, llegar a tiempo a esta conferencia o a un evento. Está dentro del tiempo y desaparece cuando cumples tu objetivo. Tal vez estás aquí porque te lo exige la secundaria y entonces la causa final se cierra cuando firmas tu asistencia. Cumpliste con lo que te estaban exigiendo. Una causa final más avanzada sería tener un interés personal en mejorar tu forma de educar a tus hijos, es decir, un interés personal: tú quieres ser una mejor mamá y por eso estás aquí. Y así, habrá otras causas finales. Cada quién tendrá las suyas. Hagan pequeños grupos y lleguen a conclusiones para después exponerlas a todos”.
Pero regresemos a la excursión. Teníamos a un papá metido en un arroyo de agua fría hasta las rodillas, una fría mañana en medio del bosque. Todo a su alrededor parecía explotar de tonos verdes: el lugar no se veía tan mal. De pronto, miró a su hijo Sergio y se dio cuenta que estaba muy alegre, parecía gustarle la experiencia.
Sergio, adolescente de 2º. Secundaria, dice: “Oye pa’, ¿ya viste los borregos?”.
Arturo, papá de Sergio, contesta: “Sí; de hecho, acabo de ensuciarme la bota y casi me resbalo. También están los perros cuidadores y debe haber algún pastor por ahí. Sí, mira: nos está saludando”.
El ambiente de esta ruta se hacía cada minuto más y más cerrado: la vereda subía y bajaba, era necesario escalar una roca, por supuesto muy resbalosa; saltar troncos caídos o pasar por debajo casi arrastrándose; evitar lo mejor posible las plantas espinosas.
Arturo: “Oye, guía… ¿cómo se llama aquí?”.
Manuel:, el guía, responde: “Cascadas Coaxomulco”.
Arturo: “¿Y qué significa Coaxomulco?”.
Manuel: “Algo así como lugar de espinas, digamos, filosas o muy finas; en todo caso, agresivas. ¿Ves ese matorral? Pues no hay por dónde agarrarlo. Coac es serpiente en náhuatl. La serpiente cuenta con colmillos muy filosos. Cada espina que ves ahí parece colmillo de serpiente”.
Arturo, en voz muy baja: “¿Y nosotros qué hacemos aquí al lado de este coac… loquesea?”.
Días antes, en la conferencia, los papás reunidos buscaban causas finales que no revelaran del todo su forma más íntima de pensar, pero que representaran una buena exposición ante Javier el expositor. Mientras pensaban, Javier fue visitando cada grupo solicitando lo siguiente:
Javier: “Para que se orienten mejor, incluyan en forma breve otras causas que generalmente acompañan a la causa final. Esto es, los medios materiales, tal vez los ejemplos que reciben sus hijos, el modo de comunicarse con ellos para lograr las causas finales, y cómo sería una mamá o papá más eficiente”.
Arturo (sí, el mismo de la excursión): “¿Será como para la semana próxima la presentación?”.
Javier: “Por cierto, a este grupo le toca centrarse en la causa final, digamos… más profunda. Podría decirse absoluta. Como causa rectora de todas las demás. Sofía, con toda intención no respondí del todo tu pregunta. Tú que eres filósofa, ayúdales un poco con este tema, y así no hablo yo todo el tiempo”.
Sofía, esposa de Arturo: “Ok. Aquí mi viejo ingeniero nos hará la presentación al rato”.
Mientras los papás preparan su gran exposición sobre las causas, veamos qué pasa con los excursionistas. Han llegado a un punto en el cual sólo se puede cruzar el arroyo caminando con el agua hasta las rodillas. Van pasando uno por uno, y Arturo -que viene al final- decide quitarse las botas para pasar descalzo. Mala idea. Además, carga con la mano derecha las dos botas. Sergio viene junto a él, pero con botas puestas.
Arturo se resbala y se cae al arroyo. Sergio de inmediato ayuda a su papá y se le nota la cara de preocupación. No sucede nada grave, sólo que ambos están más mojados. Pero… ¿y las botas?: van nadando río abajo. Varios van en busca de las botas. Como es un arroyo pequeño, las encuentran unos 30 o 40 metros río abajo. Pero ¿quién las encontró? Lógicamente Sergio, el hijo de Arturo.
Y ahora regresemos a la presentación de Arturo en la conferencia.
Arturo: “Nos invitaron a una conferencia sobre Adicciones y Afectividad y yo no entendí al principio qué tiene que ver esto con la causa final; pero el punto es que, si tienes bien orientada y clara la causa final, es decir, el bien que persigues, puedes fundamentar las formas de tu conducta para orientarlas a ese fin último y corregirlas cuando se desvían. Sofía nos explicó que la mejor forma de utilizar los bienes materiales o causas materiales es cuando están orientados a ese fin último. Al utilizarlos así, como que adquieren una grandeza especial, superior a su mera materialidad. Es como una válvula en mi fábrica. Si la válvula contribuye a obtener el producto final, es adecuada. De lo contrario, hay que cambiarla”.
“Nuestras actitudes como padres vendrían a ser como una causa ejemplar… Bueno, el ejemplo que damos, como todos lo conocemos. Ese ejemplo es eficiente en la educación cuando está orientado también a la causa final o fin último. Tal vez todo esto lo entendemos mejor cuando evitamos una forma de actuar (o causa formal) que claramente no coincide con ninguna causa final. No lo sé… un coraje o un pleito matrimonial delante de la familia. Cuando nos pasa, lógicamente afecta el diálogo con todos”.
“Alguien mencionó que la Causa Final Absoluta no siempre es clara porque no estás pensando en Ella constantemente. Sin embargo, a todos nos pareció que es mejor conocer esta Causa Final Absoluta y que la conozcan nuestros hijos, a no tenerla o nunca, conversarlo con ellos. Porque si la conocen, les damos la oportunidad de rectificar”.
“De esta manera, se percibe como lógico evitar aquello que nos aleja de estos fines últimos, aunque sea placentero. Pienso que es la base que nos pedían para fundamentar las próximas conferencias sobre adicciones”.
“Lo que no lográbamos deducir es ¡cómo rayos transmitir un mejor fin último a nuestros hijos!, hasta que Juan nos sugirió mejorar el diálogo. Pero ¿c{omo…? Y aquí acaba mi presentación”.
Javier: “Muchas gracias Arturo, muy buena exposición. Y la respuesta a tu pregunta es muy sencilla: con una excursión. Lleven a sus hijos de excursión. Existen muchas otras formas de mejorar el diálogo, como ver juntos una película y demás. Sin embargo, las excursiones duran más tiempo y permiten intercambiar experiencias que favorecen la unión familiar. Este domingo tenemos una”.
Sofía, dirigiéndose a Arturo: “¡Apúntate! Yo no puedo, y tú tienes que mejorar la comunicación con Sergio”.
Arturo: “¡Hay carrera de Fórmula 1!”.
Sofía: “¿Qué carrera…, si están en Francia?”.
Arturo: “En la TV, a las 7 am”.
Sofía: “Orienta tus causas materiales, ejemplares, eficientes y formales, al fin último que acabas de presentar ¡y véte con tu hijo de excursión!”.
La censura no nos permite anotar porqué Sofía no puede ir de excursión y los métodos que ella utiliza para orientar sus propias causas materiales, ejemplares, etc. a su fin último.
Ahora ya sabemos por qué está Arturo en la excursión: quiere mejorar la comunicación con Sergio.
Arturo se calzó las botas y le quedó muy claro que Sergio se había preocupado por él: intentó detener su caída y se lanzó rápidamente a buscar sus botas.
El grupo terminó de remontar el arroyo. Durante la bajada Sergio y Arturo no paraban de platicar.
Arturo: “Entonces, ¿Javier también les dio la plática de las causas?”.
Sergio: “Yes. Fue un rollazo”.
Arturo: “¿Y se puede saber alguna de tus causas finales?”.
Sergio: “Que le bajen tú y mamá a su paranoia. Yo no le entro a eso de las drogas. Bueno, sin exagerar… a veces tengo alguna causa final más accesible”.
Arturo: “¿Cuál?”.
Sergio: “No sé, va a sonar muy fashion”.
Arturo: “¿Ah, sí? ¿Es fashion?”.
Sergio: “…Que mamá y tú estén contentos”.
Y ya en casa, platicando Arturo y Sofía:
Sofía: “Y después de todo ese relato de las espinas y las botas, ¿mejoró la comunicación?”.
Arturo: “Sí. Ahora te toca a ti descubrir las causas finales de Sergio, pero sin atiborrarlo de chocolates, lo cual no deja de ser una causa material bastante lejana a tus causas finales. Al menos de las que yo conozco”.
Y así, Arturo se abrió a planes que no figuran en sus preferencias personales sino en los de Sergio su hijo. Además, le hizo caso a Sofía su esposa. Con esto abrió canales de comunicación con ambos. Tomó la información de Javier, el educador familiar: la hizo suya. El ambiente del bosque, las experiencias únicas en el arroyo, esa convivencia personal que se da en las excursiones fueron la base de su nuevo diálogo.
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Eduardo Grisi