Pese al coronavirus, la gente recuperará la antigua normalidad

Hace ya meses que se criticó fuertemente a Andrés Manuel, por decir que el Coronavirus le venía como anillo al dedo a su gobierno. La crítica fue feroz y se tomó como que el ejecutivo deseaba, nada menos, la muerte de los que no estaban de acuerdo con sus ideas políticas.

Pasaron los meses y nos encontramos con que el COVID-19 viene a la medida de muchos más: Desde los que ven en la pandemia la sentencia de muerte del neoliberalismo, el fin del machismo, la conversión de la humanidad pecadora, la venganza de la “madre naturaleza”, las hambrunas que reducirán la “explosión demográfica” y, por supuesto, el cumplimiento de la profecía marxista de la “crisis final del capitalismo”.

Hay para todos los gustos. La pandemia es una especie de apocalipsis, capaz de resolver todos los problemas de esta humanidad doliente. Una solución a la medida.

Detrás de ello, está la idea de que la humanidad puede cambiar fácilmente. Que 10 o 24 meses pueden lograr un cambio profundo en las sociedades y las culturas. Y, además, cambios que sean permanentes. No acabamos de entender que es muy difícil pronosticar, sobre todo, como decía algún chistoso, cuando se trata del futuro.

Después de la Primera Guerra Mundial, hubo una pandemia en los años 1918 al 1920. No se sabe exactamente cuántos murieron, pero se estima que fueron de 50 a 100 millones de personas, en un momento en que la humanidad tenía la cuarta parte de la población actual.

Recordemos que, actualmente, han muerto al menos un millón 200,000 personas en todo el mundo. Si el COVID-19 fuera tan mortífero como la gripe española, la mortandad sería de entre 190 y 380 millones de personas.

Y, a pesar de aquella enorme matanza, los cambios de fondo en aquellos años no tuvieron que ver con la pandemia, sino con aspectos políticos y militares.

Hay que reconocer nuestra gran ignorancia, no sólo en aspectos médicos sino, sobre todo, en los sociales. Ignoramos los efectos que nos pueden traer las causas que estamos viviendo. Dependerá de nuestra capacidad de reacción, el potencial de respuesta de la población, nuestra capacidad de recuperación y, en gran medida, de nuestra capacidad de aprender de esta experiencia. Las probabilidades y las posibilidades pueden ser muy variables.

¿Qué pasará? De fondo, no sabemos. Ello dependerá de la duración de la pandemia, lo fuerte de los daños que cause tanto en lo social como, sobre todo en lo económico, y, mayormente, de la capacidad de respuesta de la población, principalmente de la solidaridad de la sociedad, así como de nuestra capacidad de aprender de estos hechos.

Los cambios que estamos viendo, ¿serán efímeros o permanentes? Si, por un gran logro de la ciencia, se lograra una solución rápida y completa a la pandemia, ¿permanecerán los cambios o regresaremos rápidamente a nuestras costumbres de siempre? Es claro que nadie, con la excepción de monjes y monjas, quiere la austeridad, todos queremos diversión, reuniones masivas, contacto humano. Y que en cuanto sea posible, volvamos a las andadas, volvamos a gastar, a endeudarnos y a consumir.

Hay situaciones que ya se venían dando y que el COVID-19 solamente aceleró:

* Las comunicaciones remotas y de bajo costo, que ya estaban disponibles.

* Los viajes de negocios, cada vez menos relevantes, difícilmente se recuperarán.

* La enseñanza presencial seguramente seguirá declinando.

* El trabajo en casa, que ya habían adoptado muchas multinacionales, se ampliará, sobre todo, si se logra encontrar solución al estrés y al abuso que significan las largas horas que muchas empresas exigen a sus empleados.

Pero, en mi opinión, fuera de esos casos que se venían dando, no hay que esperar demasiado. La mayoría de la gente está deseando regresar a la antigua normalidad… Y lo logrará en gran medida.
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@NuevaVisionInfo
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Antonio Maza Pereda
@mazapereda

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