Por qué los empresarios no resultan buenos políticos
Chris Calton
«Cortesía de la Biblioteca Ludwig von Mises»
Una falacia común, particularmente (pero no exclusivamente) entre la derecha conservadora, es que, si una persona tiene éxito en los negocios, debe tener el conocimiento requerido para tomar buenas decisiones con respecto a la política económica.
En su Teoría del dinero y del crédito, Ludwig von Mises argumentaba que:
No hay justificación para atribuir importancia acreditada a las opiniones de los empresarios: para la economía, estas opiniones no son más que material sobre el que trabajar y evaluar. Cuando el empresario trata de explicar algo, se convierte en un “teórico” como cualquier otro, no hay razón para dar ninguna preferencia a las teorías del mercader práctico o el granjero.[1]
En realidad, el papel del empresario y el del economista son completamente distintos. Para que el empresario tenga éxito, debe pronosticar el futuro con cierto grado de precisión. Los cálculos y la producción presentes sólo son rentables si se realizan con las estimaciones adecuadas acerca del futuro.
Pero estas predicciones a menudo tienen poco que ver con algo más que estimar la demanda del mercado. Para los sectores establecidos, estas estimaciones son más fáciles de hacer, pero la competencia es también mucho más fuerte, así que los éxitos importantes en estos sectores son el resultado de encontrar una forma de producción más eficiente. Para los nuevos sectores, esta estimación es una demanda que existe en abstracto, proporcionando un producto que resuelve un problema hasta entonces irresoluble. Es sabido que Henry Ford decía que si hubiera preguntado a la gente qué quería, le habrían dicho: caballos más rápidos.
Es verdad que la previsión empresarial es una habilidad valiosa. Sin embargo, no indica ninguna comprensión real de la economía. La razón de que la derecha sea especialmente propensa a la falacia de que es probable que el empresario tenga mayores conocimientos económicos se debe a que hacen equivaler que algo sea bueno para los negocios con que algo sea bueno para la economía en su conjunto (esto puede reconocerse como la “falacia de composición”).
Es posible que una política sea buena para un negocio concreto y también para la economía, pero también es posible que una política favorezca un negocio concreto y dañe al tiempo a la economía en general. Además, dirigir la economía como un negocio probablemente sea particularmente nocivo.
Cuando se dirige un negocio, el empresario lucha por un porcentaje concreto de la porción general del mercado. Por supuesto, por eso tenemos competencia y por eso vemos que la calidad sube y los precios bajan en un entorno de libre mercado.
Pero muchos políticos empresarios ven la economía de Estados Unidos de la misma manera competitiva. El objetivo es “derrotar” al otro país (llamaremos al otro país China, así, al azar). Tenemos que derrotarlos en PIB, exportaciones o cualquier otra métrica que fijemos. Pero esto es un pensamiento falaz. Como el crecimiento de una empresa en competencia se hace a costa del empresario original, a muchos políticos empresarios les aterra el crecimiento de otro país.
En economía, esto se convierte en la falacia de la suma cero. Al contrario que la participación en el mercado (que es un porcentaje de un mercado determinado), el crecimiento económico es potencialmente infinito. Por ejemplo, cuando China crece, nosotros no empeoramos. En realidad, lo más probable es que mejoremos al comerciar con ellos. Si producen más, los consumidores en nuestro país obtienen las cosas más baratas. Es una situación en la que todos ganan, literalmente.
Pero cuando los empresarios se convierten en políticos, a menudo continúan pensando como empresarios. Debemos competir con estos países y necesitamos barreras comerciales para proteger a las empresas estadounidenses. Las barreras comerciales dañarán a China, sin duda, así que probablemente el empresario crea que ayudarán a Estados Unidos. Pero, en la economía global, o vemos co-beneficio o vemos co-perjuicio. Aprobar políticas para disminuir el crecimiento económico de otros países sólo sirve para dañar a todos los implicados.
En nuestra sociedad cada vez más socializada, tenemos que preocuparnos por algo más que sólo el empresario que ingenuamente cree que la economía y los negocios son lo mismo. Hoy, muchos de los empresarios más ricos son lo que llamamos “buscadores de rentas”, empresarios que buscan riqueza mediante favores políticos: cabildean en busca de privilegios especiales que ayuden a sus empresas de alguna manera, sin considerar si eso es bueno o malo para el consumidor o la economía.
Esto puede presentarse de manera aparentemente contradictoria. Cuando FDR firmó la Ley Nacional de Recuperación Industrial, permitió a los directivos de las empresas más grandes en todos los sectores escribir sus propias regulaciones. Entre ellas estaban cosas como salarios mínimos, que echaban del negocio a competidores más pequeños, lo que compensaba los mayores costos laborales gracias a los beneficios de una mayor porción del mercado.
Leyes y regulaciones de licencias, restricciones comerciales como aranceles y cuotas de importación y las expropiaciones se usan habitualmente por empresas de búsqueda de rentas, pero siempre a costa de todos los demás. ¿Es este el tipo de persona que queremos que decida la política económica?
Mises ya observaba estos problemas en 1912. Decía:
Hoy en día hay muchos que, ocupados con la ociosa acumulación de material, han perdido su comprensión de lo específicamente “económico” en el enunciado y solución de problemas. Es el momento de recordar que la economía es algo distinto del trabajo del reportero cuyo negocio es preguntar a X el banquero y Y el magnate comercial qué piensan de la situación económica.[2]
Más de un siglo después y la persona media sigue sin haber aprendido esta lección.
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El artículo original se encuentra aquí.
[1] Ludwig Von Mises, The Theory of Money and Credit, nueva ed., trad. Harold E. Batson (Nueva York: Skyhorse Publishing, 2013), 168-169. [La teoría del dinero y del crédito].
[2] Ibíd. La palabra “económico” entre comillas está en cursivas en el original.
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