¿Quién teme a Moro?

El 13 de marzo de 2016, en la mayor manifestación ciudadana en la historia de Brasil, además de “fora Dilma” y “nossa bandeira jamais será vermelha (roja)”, na de las frases de orden más utilizadas era: “somos todos Moro”.

Ese domingo, casi cinco millones de personas inundaron las calles de 377 ciudades del país para pedir el impeachment de la entonces presidente Dilma Rousseff, exigir la prisión del exmanda tario Luiz Inácio “Lula” da Silva y dar respaldo irrestricto a Sergio Moro, el magistrado responsable por la mayor investigación criminal en la historia de Brasil, denominada Operación “Lava Jato”.

La revista Fortune evaluó de forma certera este hecho y colocó al juez Moro en el lugar 13 de su lista de 50 líderes que “están transformando el mundo e inspirando a otros a hacer lo mismo”. El magistrado es una referencia internacional en el combate a la corrupción y un símbolo de renovación moral y política para sus compatriotas.

Hoy, a dos años y medio de distancia, este es el cuadro: Dilma cayó, Lula está en la carcel y Moro ha sido nombrado ministro de Justicia por el presidente electo, Jair Messias Bolsonaro, este jueves 1 de noviembre. La prensa “progresista” y la izquierda reaccionaron airadamente. Aseguran que su incorporación al nuevo gobierno es una “prueba irrefutable” de que condenó a Lula por “fines políticos”.

¿Qué significa el nombramiento de Moro?

Por las manos de Moro han pasado casi todos los casos de la Operación Lava Jato, que, desde 2014, ha develado y desmontando una vasta red de corrupciónoperada por el Partido de los Trabajadores (PT) para sustentar un proyecto depoder de largo plazo, queha alcanzado poderosos políticos de diversos partidos y grandes empresarios, hasta hace poco considerados intocables.

La “Lava Jato” cambió el rostro del país, impactó a la región y es puesto como un modelo a seguir: llevó a prisión, por ejemplo, al magnate de la construcción Marcelo Odebrecht y a “Lula”, colocó bajo investigación a otros cuatro ex mandatarios brasileños y, por lo menos, a 19 ex presidentes latinoamericanos. Hasta ahora está prevista la recuperación de poco más de 12 billones de reales, de los que ya fueron devueltos casi dos billones.

No hay ningún caso comparable en América Latina. Se trata de un hecho inédito, que, además, cuenta con un amplísimo respaldo popular. La llegada de Moro al ministerio de Justicia instalará esa misma experiencia en el próximo gobierno. En cierto sentido, Bolsonaro, que prometió combatir sin tregua la corrupción, tendrá una “Lava Jato” operando ininterrumpidamente.

Moro, inicialmente reticente a la invitación, dijo haber aceptado porque podrá implementar una “fuerte agenda de combate a la corrupción y al crimen organizado ”y eliminar el riesgo de retrocesos. Una de sus ideas es integrar el Consejo de Control de Actividades Financieras (Coaf) al Ministerio; quiere seguir en tiempo real las alertas a movimientos financieros irregulares.

Si se añade, además, que el capitán Augusto Heleno será el ministro de Defensa, una pinza eficaz estará montada para desarticular las redes de narcotráfico y venta ilegal de armas. Heleno fue Comandante Militar de la Amazonia, conoce el modus operandi de los criminales y sabe que reciben apoyo de Venezuela y Bolivia, pues, llegó a denunciarlo a Nelson Jobim, ministro de Defensa de Lula.

En pocas palabras el nombramiento de Moro significa la posibilidad de que, por primera vez desde la democratización, un gobierno emprenda un combate real y eficaz contra la corrupción y el crimen organizado. Sin duda, un duro golpe a la delincuencia, que puede alcanzar a personajes insospechados y tener repercusiones para el resto de la región.

¿Quién es Sergio Moro?

En abril de este año, el premio Nobel peruano, Mario Vargas Llosa dio a sus lectores un bosquejo de Moro:

“Hay muchas gentes admirables en Brasil […] pero, si tuviera que escoger uno de ellos como modelo ejemplar para el resto del planeta, no vacilaría un segundo en elegir a Sergio Moro, ese modesto abogado natural de Paraná, que, luego de recibirse de abogado, entró a la magistratura haciendo oposiciones en 1996. […] Han tratado de corromperlo, por supuesto, y sin duda es un milagro que esté todavía vivo. Pero allí está, forma ndo parte de lo que viene siendo una verdadera, revolución silenciosa: el retorno de la legalidad, el imperio de la ley, en una sociedad a la que la corrupción generalizada estaba desintegrando e impidiéndolepasar de ser el “gran país del futuro”que ha sido siempre a ser el gran país del presente».

Moro tiene 46 años, nació en Ponta Grossa, una pequeña ciudad del interior del sureño estado de Paraná. Su infancia y juventud la pasó en Maringá, quizá la ciudad más católica y tradicional del estado. Hijo de los profesores Odete Starke e Dalton Áureo Moro. Su padre, ya fallecido, docente universitario de geografía, es recordado como un hombre discreto, honesto, modesto, enfocado en la familia y en su trabajo, que “creía en el imperio de la ley”. Su madre, mujer estimada en su comunidad, es ministra de la eucaristía.

Se formó en Derecho en la Universidad Estatal de Maringá en 1995. Un año después obtuvo, por concurso, el cargo de juez federal. En 1998 completó sus estudios en la Harvard Law School y participó en el programa de estudios sobre lavado de dinero del Departamento de Estado americano. Es doctor en Derecho por la Universidad Federal de Paraná, donde también es profesor. Es considerado uno de los mejores especialistas en lavado de dinero.

Moro normalmente no acepta entrevistas. Antes de asumir la “Lava Jato” ya era discreto, pero tenía más libertades. Llegaba todos los días a trabajar a la 13ª Vara Criminal Federal de Curitiba de bicicleta.

Es reservado en lo que respecta a su vida familiar. Amigos y familiares admiten son orientados para no exponerlos. Está casado con Rosângela Wolff de Quadros a la que conoció en 1996. También es formada en Derecho y su figura, delgada y menuda contrasta con la de Moro, alto y robusto. Ella, de ojos grandes y amplia sonrisa, extrovertida. Él, casi siempre serio y de ropas oscuras.

Tienen dos hijos en edad escolar. La familia vive en un departamento de clase media en la zona norte de Curitiba. Dos carros. Nada de ostentación.

Católico practicante, fue educado en la fe en casa y también por las carmelitas españolas que atendían el Colegio de la Santa Cruz, en Maringá, donde estudió hasta que cumplió 16 años. Ya adulto, con algunos jueces más cercanos mantuvo hasta antes de tomar la “Lava Jato”, un pequeño grupo de estudios religiosos que, evidentemente, también abordan asuntos políticos y sociales. Eran reuniones cerradas, según atestigua uno de los participantes. En ellas, Moro evidenciaba un amplio dominio de los temas tratados.

Para aceptar el encargo de ministro de Justicia en el gobierno Bolsonaro tendrá que poner fin a sus 22 años de magistratura, por lo que renunciará a una jugosa jubilación como juez. El presidente electo dijo sobre ese gesto: «pesó mucho esto en su decisión, pero él esta inmerso en el deseo de servir a la Patria a través del combate a la corrupción y al crimen organizado, es un acto noble».

¿Quien teme a Moro?

Moro tiene fama de juez inflexible. No de ahora. Tiene veinte años de servicio y desde el principio ganó esa reputación.

La “Lava Jato” cayó en sus manos de forma inesperada. Se limitó a hacer lo que había hecho desde siempre en su función y ganó así el respeto y admiración de sus colegas y de los ciudadanos que gradualmente iban conociendo su actuación.

Para el abogado Jorge Bernardi, “Moro mudó el paradigma de que criminales ricos y poderosos no van a prisión. Colocó al establishment en una situación inusitada. A fin de cuentas, ¿quién teme a Sérgio Moro? La respuesta es simple, todos aquellos que cometieron crímenes y creían estar por encima de la ley por poseer poder político o económico. Son ellos, los que temen a Moro”.

Buena parte del miedo de los políticos a Moro viene del hecho que todo los procesos de Moro son transparentes. Libera a la prensa todo el material que por ley le es permitido, para que la sociedad esté informada y acompañe el caso. La inspiración la encontró en la Operación Manos Limpias, desencadenada en Italia en 1992 y alcanzó a dos ex primeros ministros.

En un artículo de 2004, sobre dicha operación, escribió: “Un Poder Judicial independiente, tanto de presiones externas como internas, es una condición necesaria para soportar acciones judiciales de esta especie. Por tanto, la opinión pública, como ilustra el ejemplo italiano, es también esencial para el éxito de la acción judicial, pues torna visible aquello que otros quieren dejar en lo oscuro”.

El nombramiento de Moro puede tener repercusión en la región. Este “juez pueril y provinciano”, como le llaman sus detractores, esta siendo observado por otros en la Región. En la opinión del venezolano Moisés Naím, autor de “El fin del poder”, desde que la actuación de Moro vino a luz, “la coexistencia pasiva con la corrupción endémica se está convirtiendo en América Latina en un hábito del pasado”.

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Diego Hernández es periodista. Fue corresponsal de Notimex. Actualmente es editor del diario digital bilingüe D’Vox (www.dvox.co) y vive en Brasil.

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Año 2; Noviembre 3, 2018
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