Reflexiones mínimas en torno a una pandemia (IX)
Los eventos extrínsecos que padecemos los seres humanos son todos aquellos incidentes o factores que influyen desde el exterior en la conducta humana. Por su propia naturaleza, son externos o añadidos porque no dependen propiamente de las decisiones de nuestra capacidad de libre elección, sino que suceden en el momento en que suceden.
Los acontecimientos que provienen de fuera nos afectan de forma positiva o negativa según el género de incidencia en el trasiego cotidiano, pero sobre todo por la manera de procesar los pensamientos que autogenera la mente humana. Esto es así por que de manera natural valoramos las circunstancias como buenas o malas en relación con la vida personal en el tiempo presente y/o futuro.
Durante el recorrido que forjamos a lo largo de la vida, valoramos continuamente lo que sucede fuera del ámbito particular del libre querer. Esa órbita exterior que nos rodea es fuente de información que influye necesariamente en la respuesta —correcta o incorrecta— que fabricamos para expresarnos y adaptarnos de la mejor manera posible a las situaciones que escapan al control personal.
La pandemia que sufrimos origina pensamientos muy particulares y en gran cantidad. Esto es así porque nos percatamos de la diversidad significativa de enfoques. El hecho es el mismo –la amenaza latente de contagio, la caída de la economía– pero las valoraciones son personales. Esta capacidad humana responde a la información recibida y se moldea según el carácter y temperamento individual.
Cada quien elabora sus propios pensamientos bajo la perspectiva común del bien o el mal que nos puede causar el coronavirus en estos momentos, en los próximos meses o en años posteriores.
Deseo despertar la curiosidad con las siguientes dos preguntas:
* ¿Cómo valoras tú la pandemia que padeces?
* ¿Qué piensas de los efectos próximos y remotos que indudablemente habremos de afrontar?
Si la valoración propia se orienta únicamente a considerar los males que nos tocará en suerte vivir, entonces nos desanimaremos con emociones de corte negativo como el odio, la tristeza, la ira, la desesperanza y el temor o miedo, por mencionar algunas.
Por contraste, la valoración personal se puede equilibrar si pensamos en los bienes que indudablemente llegarán tras la calma de la tempestad. Cuando indagamos acerca de las oportunidades y valores que ciertamente descubriremos en breve o dentro de más tiempo, viviremos con emociones positivas como el deseo, la alegría, el amor, la esperanza, la audacia.
En mi opinión:
* Tenemos en nuestras manos –en los pensamientos– vivir este tiempo especial de manera optimista o pesimista.
…Y ayuda mucho si consideramos que Dios permite males porque de ellos obtiene siempre grandes bienes.
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Rubén Elizondo Sánchez