Reyes Magos: Jesús se manifiesta a los pueblos

¿Qué sabemos de los Reyes Magos? A decir verdad, bastante poco. La Biblia dice escuetamente que eran “unos magos que venían de oriente” (Mateo 2, 1). No menciona la palabra “reyes” que se introdujo poco tiempo después.

Tertuliano (160-220 d.C.) escribe que los magos en oriente eran considerados reyes. No hay que confundirlos con nuestros magos actuales. Heródoto, en el siglo V a.C., señala que los magos eran una casta particular de los medos –de Media, actual Irán– dedicados a la observación del cielo –probablemente astrólogos– y al estudio de los textos sagrados propios del zoroastrismo, la religión que se practicaba allí.

La Biblia tampoco menciona su número, variando en sus representaciones pictóricas más antiguas, en las catacumbas, de dos a catorce personas. Con el tiempo se determinó su número en tres, proporcionando sus nombres San Beda, el Venerable (672-735 d.C.): Melchor, Gaspar y Baltasar, siendo este último de raza negra.

La importancia de estas referencias estriba en la tradición, pues al tratarse de escritores antiguos, relativamente cercanos a la vida de Jesucristo, podrían conocer de fuentes más cercanas, datos ciertos que complementen lo escrito en la Biblia. La tradición dice que sus restos fueron encontrados en Persia, de ahí llevados a Constantinopla por la emperatriz Santa Helena o por el emperador Zenón. En el siglo V transferidos a Milán y posteriormente a Colonia en el siglo XII, donde actualmente se veneran.

¿Qué sabemos de la estrella? Hay diversas hipótesis. Ya desde el siglo III Orígenes (184-253 d.C.) supone que se trató de un fenómeno natural, quizá el nacimiento de una nueva estrella. San León Magno (390-461), por su parte, piensa que se trató de una estrella particularmente brillante. Otros autores más recientes consideran que pudo haberse tratado de una nova o una supernova.

En efecto, gracias a los anales chinos tenemos datos de que en marzo del año 5 a.C se vio, aproximadamente durante 70 días, una supernova. Lo mismo ocurrió durante abril del año 4 a.C. No debemos olvidar que, según la cronología más aceptada en la actualidad, Jesús nació en realidad en torno al año 7 a.C., o por lo menos antes del año 4 a.C., fecha más aceptada para situar la muerte de Herodes.

Otras opciones serían una estrella de luminosidad variable, como Mira, en la constelación de la Ballena o un cometa. Pero el Halley pasó demasiado pronto, alrededor del año 12 a.C., por lo que debe ser descartado. La hipótesis más aceptada es, sin embargo, la de una conjunción planetaria, como la tenida recientemente en torno al solsticio de invierno. Fue Johannes Kepler quien en 1604 observó un rarísimo acercamiento entre tres planetas: Júpiter, Saturno y Marte. Calculó que ocurriría alrededor de cada 805 años, situándose uno de esos eventos en torno al año 7 a.C. La característica más curiosa y que empalma bastante bien con el dato bíblico, es que durante ese año se verificaría un triple acercamiento entre mayo y diciembre. En el último, para más inri, se vería la conjunción hacia el sur a la hora del atardecer, estando Belén al sur de Jerusalén, donde los Reyes pidieron “asesoría” a Herodes.

No es la única de las conjunciones probables para situar el hecho, también es candidata la conjunción entre Júpiter y Régulo (o rey pequeño), la estrella más luminosa de la constelación de Leo. Se verificó el 11 de septiembre del año 3 a.C., y tiene resonancias bíblicas por la profecía de Génesis 49, 9: “Cachorro de León es Judá…” Hablando de profecías, la que señala a la estrella como indicación del nacimiento del rey mesías es la de Números 24, 17: “De Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel”. Otra propuesta es identificar la estrella con Júpiter, pues el evangelio señala que “la estrella se detuvo encima del lugar donde estaba el niño” (Mateo 2, 9). Júpiter, el 25 de diciembre del año 2 a.C., se encontraba al centro de la constelación Virgo (en el vientre de la Virgen).

Sea cual fuere la realidad histórica de lo señalado en el evangelio sobre los Reyes y la estrella, lo fundamental es su mensaje teológico: la manifestación de Jesús a todos los pueblos, a toda la humanidad, sirviéndose incluso de los elementos de la naturaleza. Se cumple así la profecía de que en Israel serían bendecidas todas las naciones.
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P. Mario Arroyo
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