Salvar el Papado

— P. Santiago Martín
(Franciscanos de María)

“Al rey, la hacienda y la vida se han de dar, pero el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios”.

Cuando Calderón de la Barca ponía en boca de Pedro Crespo esta frase, en su gran obra “El alcalde de Zalamea”, no sólo estaba diciéndole al rey español Felipe IV que su poder debía tener límites, sino que, en realidad, estaba intentando salvar la Monarquía a través precisamente de la existencia de esos límites.

Luis XIV, el Rey Sol de Francia, no lo entendió así y con su absolutismo puso la semilla para que, a su bisnieto y segundo sucesor, Luis XVI, le cortaran la cabeza tan sólo 78 años después de su muerte.

Los excesos siempre se pagan, como muy bien expresó Newton en su tercera ley: “Toda acción lleva consigo una reacción igual y de sentido contrario”.

El absolutismo y el abuso de autoridad fueron los peores enemigos de la Monarquía, que terminó cediendo el paso a las Repúblicas o a las Monarquías constitucionales, que no dejan de ser figuras más representativas que efectivas.

Esta larga introducción viene a cuento de lo sucedido esta semana con la destitución de un obispo católico, el de la Diócesis de Arecibo, en Puerto Rico.

Quiero pensar, tal y como nos enseña San Pablo en el capítulo 13 de su primera Carta a los Corintios, que el Papa no estaba enterado o que ha sido mal informado. No sería la primera vez. Ya le pasó con el obispo de Osorno, en Chile, o con un grupo de sacerdotes españoles de Granada, acusados falsamente de pederastia; en ambos casos tuvo que rectificar y pedir perdón.

Lo peor de lo sucedido con el obispo de Arecibo ha sido que su destitución se ha llevado a cabo sin un juicio. Si un sacerdote o un obispo es acusado de un delito tan grave como el abuso a menores, es sometido a ese juicio y se le da la oportunidad de defenderse. En cambio, a monseñor Daniel Fernández, no le han dado esa oportunidad.

Acusado de no estar en comunión con sus hermanos en el Episcopado, le han destituido sin más.

El obispo católico es, en su diócesis, el sucesor de los apóstoles y no es un empleado de alto rango de una multinacional. Claro que se le puede destituir, pero previamente debe ser juzgado y los cargos contra él deben ser suficientemente graves.

Que no quisiera obligar a vacunarse contra el Covid, estaba en sintonía con la declaración del Vaticano, poco después de empezar la epidemia, en la que se aconsejaba, pero no se obligaba a la vacunación.

En cuanto a lo de llevar a sus seminaristas desde un centro de formación conservador, como es el del Opus Dei en Pamplona, al liberal interdiocesano que se había organizado en Puerto Rico, el obispo sólo había pedido un año de tiempo para hacer el cambio, pues de hecho desde el pasado septiembre ya se había anunciado que éste sería el último curso en Navarra.

En cualquier caso, el juicio era obligatorio y la destitución introduce en la Iglesia un peligroso precedente que lleva a la desaparición del Derecho.

Precisamente, porque creo en el Papado tal y como ha sido ejercido y como ha enseñado magistralmente Benedicto XVI -un Papado con autoridad, pero con límites-, lamento que todo eso ocurra.

Los abusos de los monarcas absolutos, contra los que previno un monárquico como Calderón de la Barca, llevaron a la desaparición de la Monarquía o a su transformación en una figura honorífica. La conculcación del Derecho en la Iglesia no sólo perjudica a las víctimas, sino que pone al Papado en una situación frágil, que por la ley de Newton, puede conducirle a convertirse en un mero “primus inter pares”, en un monarca constitucional que sólo tenga poder efectivo sobre la Roma contenida dentro del Grande Raccordo Anulare.

Para salvar el Papado, hay que salvar la primacía del Derecho en la Iglesia. Las destituciones sumarias, sin juicio y sin posibilidad de defensa, hacen más daño a la institución que a la víctima. Los que queremos que el Papado sobreviva, no podemos dejar de advertirlo, como hizo Calderón, y lamentarlo.

Además, ya hay síntomas de que esto está ocurriendo. ¿Cómo se puede interpretar, si no, la exigencia del presidente de los obispos alemanes para que el Papa destituya al cardenal arzobispo de Colonia cuanto antes? Batzing está dándole órdenes al Pontífice, como si él fuera el jefe y el otro su empleado. Para él, el Santo Padre ya no es ni siquiera un “primus inter pares”, sino un criado con el que se está molesto porque no está siendo suficientemente dócil.

¿O cómo interpretar las palabras del cardenal Marx diciendo que la moral sexual católica es represora, sino como el gesto de atrevimiento de alguien que sabe que no le va a pasar nada, porque quien podría pedirle cuentas por decir que Jesucristo era un opresor -al prohibir el divorcio, por ejemplo- no lo va a hacer?

Los que amamos la Iglesia católica, edificada sobre el fundamento de los apóstoles, y no queremos que el Papa se convierta en una figura de opereta, tenemos que salvar el Papado. Y para ello, es fundamental salvar la primacía del Derecho en la Iglesia.

Los abusos siempre se terminan pagando. “Al rey, la hacienda y la vida se han de dar, pero el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios”. Y eso lo dijo un monárquico.
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P. Santiago Martín

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